Para evitar malentendidos, vayamos por partes.
La primera es obligada: que un banco con dificultades pueda hallar una solución en su propio mercado sin necesidad de respiración asistida pública es una gran noticia para la ciudadanía. Próximos tenemos los casos de las cajas de ahorro catalanas, gallegas y valencianas que han debido rescatarse con dinero del contribuyente y, salvo Bankia, de la que se podrá recuperar algún euro, todo ha sido entregado a fondo perdido.
La segunda parte es donde reside el meollo de la cuestión. El Santander de Ana Patricia Botín ha asumido en unas horas la propiedad del Popular. Es la primera operación de envergadura que desarrolla la heredera de la estirpe de banqueros y la primera vez en los últimos años de dificultades económicas en la que el banco de origen cántabro decide hacer valer su condición de buen patriota, también con los números y los euros.
El Santander va a incorporar a su negocio actividad inmobiliaria tóxica pero también una de las mejores carteras bancarias de pymes, que era uno de los grandes activos del Popular. Para afrontar la operación, pedirá al mercado que sus accionistas acudan a inyectar más capital. Una de las dudas que analistas e inversores expresan con tanta discreción como recelo es: ¿Cuánto de ese nuevo capital que llegará vía ampliación tiene por objeto contribuir a tapar los agujeros procedentes del Popular y cuánto a tapar alguna vergüenza interna?
¿Cuánto de ese nuevo capital que llegará vía ampliación tiene por objeto contribuir a tapar los agujeros procedentes del Popular y cuánto a tapar alguna vergüenza interna?
Sea como fuere, lo cierto es que del Banco Popular en poco tiempo apenas quedará el recuerdo. Curioso, si ponemos sobre la mesa algunos datos no tan lejanos en nuestra memoria: fue una entidad que llegó a ser la más rentable de Europa casi durante décadas. Y lo verídico, también, es que algunas fortunas vinculadas al Opus Dei, que formaban parte del capital y de la gestión del banco vendido, se han esfumado en una madrugada, el tiempo necesario para que el BCE bendijera el pase de una propiedad a otra sin solución de continuidad.
Que algunos miembros del Banco de España hayan expresado en las últimas horas su convicción de que Emilio Saracho, último presidente del Popular, tenía una prisa, una insólita urgencia, por darle solución a la crisis interna del banco, pone en tela de juicio alguno de los acontecimientos posteriores. Que el subgobernador diga que la institución contaba con garantías suficientes para lograr liquidez en el mercado abona la tesis conspirativa y lanza un enorme nubarrón que asombra toda la operación. ¿A qué vino tal diligencia y rapidez, pues?
Entre iniciados y aquellos que circundan el mercado financiero se abona una tesis tan insólita como curiosa: Saracho y Ana Botín habrían cerrado en un privado de la City londinense una operación que interesaba de manera especial al Santander y que el antiguo hombre de JP Morgan facilitaba. ¿Cuál sería el interés?, habría que preguntarse a renglón seguido. El BBVA de Francisco González habría preparado una oferta de superior rango de precio para hacerse con el control del banco de los Termes, Valls Taberner, Ron... Eso no gustaba entre alguna competencia, que podía hacer del antiguo banco vasco un gigante en territorio español de dimensión sideral.
El BBVA de Francisco González habría preparado una oferta de superior rango de precio para hacerse con el control del banco de los Termes, Valls Taberner, Ron... Eso no gustaba entre alguna competencia
Tenga verosimilitud o no la teoría, constituya mera conspiración de salón o, más simple aún, resulte un calentón de algunos envidiosos, lo que es innegable a estas alturas es que la disolución de forma tan apresurada del Banco Popular tiene detrás beneficiados y perjudicados. Los últimos se organizarán y darán combate legal durante meses. Los que salen ganando son, por este orden, el propio Santander, el Gobierno --que se ahorra un problema enorme-- y los empleados del Popular que conserven su empleo en la nueva organización resultante.
Los claros y las sombras, como sombras chinescas, son muchas veces fruto de la mente calenturienta de muchos periodistas, ya saben. En todo caso, tomen nota de todo para interpretar cosas que sucedan en un futuro no muy lejano en nuestro sector financiero. En ocasiones, en los claroscuros habita la verdad.