El uso y abuso de la gestualidad no es una cuestión circunscrita a las grandes declaraciones de los políticos catalanes en los últimos tiempos. La evolución siguiendo el curso de los gestos empieza a adueñarse también del quehacer diario. Por ejemplo, con algo que hace mucho tiempo que debería estar resuelto y que ahora emerge de nuevo en el panorama del uso del dinero público.
La Generalitat quiere blindarse en los procesos de contratación de obra pública. Para ello refuerza la teórica seguridad jurídica que siempre debió imperar y que, a la vista de los casos de corrupción del 3% o el llamado caso Palau, sabemos que fue sólo un espejismo vulnerable cuando convino a las arcas de un determinado partido y unos determinados dirigentes.
Un poco más de transparencia siempre va bien, pero se antoja estúpido que hoy los gobernantes nos digan que van a establecer controles adicionales a los concursos y licitaciones que realiza la administración pública. El hacerlo, más que un gesto de buena voluntad de quienes son sus promotores, es un reconocimiento implícito de que fallaron todos los controles anteriores.
No pongan más policías contra la corrupción, eduquen y sancionen con claridad y sin medias tintas. Fuercen las dimisiones a los que la sombra de la sospecha les ha tiznado
Decir que ahora lo haremos mejor y que no volverá a suceder es una expresión tan borbónica y hueca que hace sentir compasión respecto a quien la pronuncia. El asunto es mucho más sencillo: no refuercen ustedes los controles, que lo que acaban produciendo es un marasmo administrativo complejo para empresas y particulares, y actúen con verdadera mano dura contra quienes incumplen las leyes y los principios éticos del uso del dinero público. Con eso bastaría y se haría innecesaria la cosmética política a la que nos hemos acostumbrado los catalanes como a una canción de moda.
No pongan más policías contra la corrupción, eduquen y sancionen con claridad y sin medias tintas. Fuercen las dimisiones a los que la sombra de la sospecha les ha tiznado. Empiecen por hacerlo con sus cargos electos y será más efectivo que nuevas normas o más burocracia que hará que una administración de tamaño mediano como la Generalitat acabe siendo un auténtico gigante improductivo y falto de competitividad. Menos gestos, menos palabras y más hechos, que decían las campañas electorales de antaño.