ZP y la resurrección
En días señalados, en los que la muerte y la resurrección están más presentes que de costumbre en nuestras vidas, a alguien se le ocurrió entrevistar a José Luis Rodríguez Zapatero. El bueno de ZP --que no cuenta con el peso intelectual de Felipe González ni atemoriza como José María Aznar-- ve un micrófono en estos tiempos y se lanza como un hambriento a un festín.
Dice que la solución catalana sería un regreso al pasado, al Estatuto previo que él y Artur Mas se inventaron mientras se fumaban unos puros, el Congreso cepilló y el Tribunal Constitucional dejó en paños menores. ZP siempre ha sido un tipo divertido y locuaz, pero en esta resurrección de la Pascua de 2016 se ha dejado ir.Resulta que el buenismo que predicó en su día (aquel manido "aprobaré lo que salga del Parlament") ha sido superado por los acontecimientos. Los nacionalistas catalanes ya no quieren un Estatuto que ordene sus relaciones entre ellos y el resto de españoles, sino que se han vuelto constitucionalistas. Una Carta Magna propia que suponga la independencia del territorio es su principal reivindicación hoy.
El buenismo que ZP predicó en su día ha sido superado por los acontecimientos: los nacionalistas catalanes ya no quieren un Estatuto
Incluso las tesis conformistas que esgrimió ZP en su día están hoy más próximas a los postulados del comunismo con coletas que de sus propios correligionarios del PSOE. De gobernar Zapatero seguro que hablaba de referéndum y de derecho a decidir sin complejos, él era así. Hoy Pedro Sánchez y el resto de líderes regionales del socialismo español tienen una postura más conformada y rotunda con respecto al asunto catalán. Incluso los propios socialistas catalanes se van aclarando, aunque para ello estén refundando el partido a base de centrifugar a los díscolos hacia opciones menos de izquierda pero muy, muy nacionales.
La resurrección pública de ZP es, de hecho, revivir un buenismo practicado durante años y que ya se ha revelado insuficiente en el contencioso catalán como solución política. Es obvio que el quietismo de Mariano Rajoy sólo ha conseguido exaltar los ánimos, pero también llevar al nacionalismo a mirarse en el espejo o, si lo prefieren, caminar hacia su propio acantilado: o se salta al vacío en busca de la añorada Ítaca o se regresa a los pragmáticos cuarteles de invierno.
ZP no sólo es incontinente e inoportuno, sino que está tan oxidado en política como nos podíamos imaginar. Para quienes practicamos un agnosticismo militante, la resurrección del ex presidente del Gobierno en la vida política no deja de ser como esas procesiones de estos días, algo que hay que aguantar en días de descanso no por creencia de ningún tipo, sino por el colorido que tiene cualquier celebración popular tradicional y por respeto democrático a la cantidad de personas que piensan que los bebés vienen de París o los Reyes Magos son los padres. Como ZP.