Después de largos meses de navegación, surcando mares desconocidos, poco habituales de su embarcación, el buque insignia del Conde de Godó, Javier Godó Muntañola, regresa a tierra.

Tempestades de todo tipo, tiempos de grandes tesoros en tierras desconocidas, unas bodegas repletas y una despensa tan llena han permitido a La Vanguardia regresar a donde solía: la moderación y el orden empresarial.

Hay otros medios del grupo que siguen navegando por aguas embravecidas. No toda la flota está situada en las mismas coordenadas. Pero el diario histórico y tradicional de la empresa de la españolísima familia parece que no quiere seguir jugando con tempestades y elementos diversos. Ítaca ya no es su horizonte.

Su editorial del martes es una de esas piezas que el periodismo debe preservar y llevar a sus anales. Tan importante es la petición pública de que Artur Mas rectifique como aquel editorial conjunto de la prensa catalana que Enric Juliana y el notario Juan José López Burniol escribieron y pactaron en defensa del Estatuto catalán y que dio una visión monolítica del debate político del país.

Desde este mismo medio, el socarrón, corrosivo, intenso e interesante Pablo Planas lo dibujó con meridiana claridad. Lean, su artículo resumiendo la prensa de ayer no tiene desperdicio.

Pero a ninguno de ustedes nadie les ha explicado por qué razón se produce el cambio en el cuadrante de navegación de Godó. Hay cosas que ni los periodistas podemos explicar en ocasiones. Sin embargo, merece la pena que dejemos las pistas sobre la mesa. Imaginen: ¿y si Godó hubiera recibido un aviso definitivo y contundente del Estado, de sus espacios menos concurridos?

Esa podría ser una buena razón. Samaniego (don Félix María) tenía otra. Se la dejo para reflexionar. Feliz día.

Lloraban unos tristes pasajeros 
viendo su pobre nave combatida 
de recias olas y de vientos fieros, 
ya casi sumergida; 
cuando súbitamente 
el viento calma, el cielo se serena, 
y la afligida gente 
convierte en risa la pasada pena; 
Mas el piloto estuvo muy sereno 
tanto en la tempestad como en bonanza; 
pues sabe que lo malo y que lo bueno 
está sujeto a súbita mudanza
.