Teóricamente, si sólo se hubiera tenido en cuenta el calendario de obligado cumplimiento antes de la convocatoria de nuevas elecciones, aún quedaba margen para una investidura después de la ronda de entrevistas realizada por Felipe VI a los líderes de los diferentes partidos. Sin embargo, las probabilidades de que esto ocurriera parecían escasas desde hace tiempo. Nos lo acabó de confirmar el viaje programado para el Presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, a Nueva York, coincidiendo con últimos días en que esta podía realizarse.

Por más que unos se acusen a otros de sus respectivas culpabilidades e incompetencias a la hora de pactar, razones y justificaciones las hay para todos los gustos.

La imposibilidad de gobernar por parte de un tripartito de derechas por falta de escaños y la lucha descarnada entre PP y Cs por situarse los primeros de la lista y consumar el sorpasso de Ciudadanos al PP, les ha conducido a radicalizarse frente a Sánchez. Por esta misma razón tampoco ha sido posible un pacto de estado de centro. No por falta de escaños, sino por falta de interés de Ciudadanos, que ha justificado su carncia de voluntad en la descalificación personal y directa al presidente del Gobierno, llegándolo a asimilar irrespetuosamente al jefe de una banda, cosa que no les honra demasiado.

Un pacto de izquierdas tampoco ha sido posible, aunque era la opción preferida por los votantes de este ámbito. Este pacto era insuficiente para gobernar y requería del voto de una pléyade de fuerzas políticas minoritarias, muchas de ellas movilizadas más para impedir que gobernase la derecha o hubiera nuevas elecciones que por su convencimiento. Algunas de estas formaciones, claramente independentistas, hubieran sido cuñas debilitadoras en la misma base del Gobierno y hubieran dado argumentos y alas a las derechas para arremeter sin piedad contra él.

PSOE y Unidas Podemos negociaron desde el principio como mal menor, a sabiendas que era un Ejecutivo con muchas probabilidades de durar poco. Para ambos eran preferibles unas elecciones ahora que dentro de un año. Para los socialistas porque de esta forma aprovechan la onda que los ha llevado a ganar los anteriores comicios, y UP porque no da casi tiempo a Errejón a organizar su nuevo espacio político. PSOE ofreció un Gobierno de coalición en junioy nadie entiende porqué Podemos no aceptó, ni porqué PSOE no lo volvió a ofrecer. Por poco se equivocan y pactan. La cerrazón de Podemos para no salirse de su línea de entrar en el Consejo Ejecutivo y las amenazas con abstenerse o votar en contra de la posible investidura han decantado las posibles dudas de los socialistas hacia la convocatoria de nuevas elecciones. La previsión a que puedan existir situaciones comprometidas en un futuro próximo que requieran mayores consensos que los actuales, refuerzan la negativa que se ha dado. 

No hemos visto ni críticas inteligentes ni propuestas políticas durante muchos meses, aunque sí insultos y descalificaciones al Gobierno en funciones. Hemos asistido a deserciones en Cs y dudas en el seno del PP y PSOE sobre el camino que se debía tomar. Se ha acusado a los líderes de falta de madurez para negociar y poca talla como hombres de estado. Se les acusa de soberbia y de partidos con liderazgos demasiado centrados en los primeros de lista. Ya vivimos desde hace meses unas elecciones broncas, y un desarrollo parlamentario de bajo nivel, que tiene visos de continuar en esta segunda convocatoria. A los que preferimos la política del debate inteligente y las propuestas elaboradas, nos entristece el espectáculo que presenciamos, más propio de un vodevil que de políticos experimentados.

Muchos analistas hablan del enfado de los ciudadanos ante la incapacidad de ponerse de acuerdo para formar gobierno. Las encuestas nos aproximan a resultados más próximos al bipartidismo y aunque dan claro ganador al PSOE, la aleatoriedad debida a la abstención combinada con la ley electoral tiñe de incertidumbre los resultados.

Esta situación nos tiene que hacer reflexionar en un doble sentido:

  • La democracia debe poder funcionar al margen de las situaciones coyunturales y de los políticos del momento. Por ello, la ley debería prever salidas a las situaciones de bloqueo y establecer un automatismo electoral, al igual que ocurre en los ayuntamientos. Por tanto, debiera encargarse al nuevo Parlamento el cambio de la normativa electoral.
  • A los políticos que insultan y desprecian a los adversarios, les pedimos que sustituyan los insultos por las propuestas y los programas. Sus comportamientos poco edificantes producen hartazgo a la mayoría de ciudadanos. Así mismo, a los votantes les decimos que el enfado que nos produce la situación no debe llevarnos a actuar de forma irresponsable con una abstención o con un voto de castigo, porque participar en unos comicios no sirve para descargar emociones, sino para escoger responsablemente un gobierno para España. Por tanto, nuestro voto tendrá que ser para la formación que honestamente creamos más preparado para gobernar este país en los próximos cuatro años.