Albert Batet, presidente del grupo de JxCat en el Parlament, dictó ayer en la cámara una lección magistral de demagogia. En media hora, logró reunir todos los clichés habituales de cierto independentismo resistente a la realidad para forjar una pieza oratoria hilarante en la que llegó a valorar la gestión de Quim Torra como excelente. En el debate de ayer, cada grupo se despidió de Torra a su manera. La oposición con alivio; ERC con desconsideración (lo que le hace el estado es horrible, presidente, pero qué le vamos a hacer, hay que pasar página); y JxCat con hipocresía, desvelando, queriendo o sin querer, que ellos también están ansiosos ante su inhabilitación, porque ya tiene preparado el eslogan para capitalizar tal desgracia durante los meses que dure la provisionalidad.
Lo importante es la causa de la independencia y Torra es solo un instrumento que provocó a conciencia su infortunio, un error que ahora se intentará positivar en beneficio de Carles Puigdemont y del nuevo presidente vicario que vaya a nombrar en las próximas semanas. En cuanto el Tribunal Supremo complete la secuencia judicial (francamente desorbitada por lo que fue el episodio) se pondrá en marcha la campaña para obtener rédito de la inhabilitación del presidente de la Generalitat. Entre el bálsamo administrado ayer por Batet se deslizó la idea básica que explica porque no les ha convenido que Torra pudiera ejercer su último acto como presidente firmando la convocatoria electoral: porqué les estropearía la campaña.
El relato vendrá a ser una cosa así: “Vean hasta dónde llega la perversidad del Estado español que en plena crisis por el coronavirus prefiere colmar su sed de venganza contra Torra, un defensor de la libertad de expresión, cuya gestión en la lucha contra la emergencia está siendo ejemplar, antes que permitir que el actual presidente de la Generalitat pueda seguir luchando contra el virus. Prefieren la represión a la reactivación. Tenemos que irnos de España, ya”. Más o menos; lo relevante es combinar dos conceptos potentes “represión del Estado” con “abandono de Cataluña por parte del gobierno español en momentos trágicos”. Por eso, para está gran operación de victimización de Cataluña frente al peligro de la crisis económica y sanitaria, es indispensable que la Generalitat entre en una peligrosa fase de interinidad, de desorientación e inacción por la inhabilitación de su presidente, alargándola lo máximo posible.
Estamos ante una nueva jugada maestra. Tienen al culpable de siempre (el estado), tienen un objetivo (responsabilizar a la supuesta represión del agravamiento de la crisis durante el desgobierno que ellos habrán provocado) y calculan una ventaja (aumentar su crédito electoral). El gran inconveniente de esta nueva genialidad es que además tienen una víctima: la salud y la economía de los catalanes (en este caso todos). Será el ejercicio de victimización más irresponsable de los que hemos vivido.
La causa de la secesión (su éxito electoral, de momento) no solo está, en definitiva, por encima de los deseos de Quim Torra de poder elegir como acabar su triste mandato, sino que para JxCat es una prioridad que va muy por delante de los intereses de la misma sociedad a la que dicen servir. La resistencia a convocar unas elecciones que ofrezcan una perspectiva temporal sólida para el gobierno resultante se corresponde perfectamente a la retórica de ficción que ayer Batet pretendió hacer pasar como análisis de la realidad. Viendo las cosas como las describió el presidente del grupo de JxCat, nada debería extrañarnos. Ni siquiera que ocho meses después de haber dado solemnemente por muerto el gobierno que preside, ahora Torra maniobre para presentarlo como un modelo de coordinación y eficacia. Solo Batet puede creérselo, sus jefes, no.
Un mal político es aquel que está dispuesto a inventarse una realidad para que justifique un eslogan. En eso está el estado mayor de Waterloo, en recrear un viejo axioma del mal periodista: no dejes que la realidad te estropee un buen titular. Puigdemont tiene experiencia en las dos disciplinas y está manejando las circunstancias para que la inhabilitación de Torra abra las puertas al éxtasis del victimismo.