La ciudadanía, en el momento presente, lo cual se ha agudizado todavía más con motivo de la utilización generalizada de internet y de las redes sociales, está siendo sometida, en muchos casos de forma acrítica, a un exceso de información. Conseguir captar la atención sobre la información recibida cada vez es más difícil, pues es tal el número de estímulos recibidos que todos, como receptores del mensaje, estamos sometidos a una avalancha de información que, en verdad, no hay tiempo material para poder digerir con la tranquilidad que requiere la más mínima reflexión acerca de su contenido y significado.

No deja de ser una paradoja que en una sociedad en la que resulta tan fácil acceder a más información, menos sirva ésta para tomar decisiones fruto de un análisis ponderado y sosegado. Ello es así, porque estamos ante una sociedad adicta al cambio e infoxicada. De ahí, precisamente, que para los responsables de los medios de comunicación, así como para los periodistas, haya llegado el momento de sintetizar los mensajes, presentarlos de forma atractiva, explicar las historias sin acumulación farragosa de datos y, por extensión, lograr sintonizar lo que se quiere comunicar con el momento de atención de los potenciales receptores de dicha información.

Debiera apostarse por una dieta informacional, útil y emocionante. La única información susceptible de ser metabolizada en un momento de infoxicación es aquélla que sorprende y no es aburrida. Es evidente que una información sin criterio o sin pasión es solo ruido y que éste, por definición, resulta molesto a quien lo escucha. La información no puede ser solo ruido, sino que combinando emoción, ritmo y rigor, debiera tener siempre contenido e incorporar, por descontado, un buen mensaje. Tan es así, que en una sociedad mediática los propios liderazgos políticos, hoy sustentados en buena medida en los equipos de comunicación, como grandes productores y comunicadores de la información política, se ven sometidos a notables dificultades, derivadas del exceso de información y de exposición ante los medios, para mantenerse en el tiempo.

Junto a las tradicionales funciones de los medios de comunicación, consistentes en informar y divulgar criterios formativos, no puede obviarse que hoy también desempeñan una función publicitaria, pues son una ventana perfecta para anunciar productos y generar imágenes de marca; así como otra ideológica, en tanto que, de forma más o menos consciente, pueden terminar por constituirse en un altavoz de difusión de ideologías y, en consecuencia, creadores de tendencias de opinión y, más tarde, también de intención de voto.

De igual modo, en el tratamiento mediático de las noticias judiciales (pensemos por ejemplo en el reciente caso del pequeño Gabriel, en la sentencia sobre La Manada, o en la atención informativa dedicada a los constantes escándalos de corrupción política que nos afectan), más allá del show interesado y la tentación de las audiencias, no siempre compatibles con la protección de las víctimas y sus familias, ni tampoco con la presunción de inocencia; convendría reivindicar no solo el papel del periodista de investigación, en cuanto alertador leal de la ciudadanía, sino también la necesidad, aun sabiendo que la objetividad total no existe, de establecer controles más eficaces sobre los riesgos de los sesgos de información que pueden encontrar su razón de ser, en no pocas ocasiones, en la situación de crisis y precarización económica del sector periodístico, así como en las directrices políticas y/o económicas que puedan ser “sugeridas” tanto en los medios públicos como en los de titularidad privada.

Lo importante de la información, no es su cantidad, sino su calidad. Ello será, en última instancia, lo que va a permitir su transformación en conocimiento. Knowledge is power, but information is not, es decir, el conocimiento sí es poder, pero la simple información, sin más, no lo es. Tomemos nota y, por ende, también apostemos por una formación de las nuevas generaciones orientada, desde la escuela, a facilitar que cuando nuestras hijas e hijos lleguen a la edad adulta gocen de las herramientas suficientes para identificar, mediante un consumo crítico de la información, cuando les están intentando teledirigir o manipular o, por el contrario, aquellas otras situaciones en las que se les aporta una información suficiente para pensar y adquirir conocimiento. Lo importante no es tanto que nos den peces para comer, sino que nos faciliten la caña con la que, fruto de nuestro esfuerzo, poder pescarlos.