La pandemia del coronavirus ha puesto en cuestión todo el sistema económico y sanitario global. Un virus ha conseguido poner patas arriba la globalización económica sembrando el miedo, por no decir pánico, en las diversas economías y en los poderes políticos de los diversos estados. Ha sido un verdadero “efecto mariposa”.
El sistema económico de la globalización y de la especulación financiera que parecía una fortaleza imbatible ha temblado ante un virus ajeno a todo el conglomerado económico mundial.
Cabe pensar que nada será igual después de esta crisis sanitaria que sin duda provocará cambios que no podemos imaginar y sin que sepamos en estos momentos en que sentido lo hará. Pero lo que es cierto es que este episodio comportará la necesidad de una profunda reflexión sobre el conjunto del sistema global y las relaciones de producción, consumo y de las relaciones políticas, sociales e incluso personales.
La pandemia ha demostrado la vulnerabilidad y fragilidad de la globalización mundial y la falta de una gobernanza mundial que pueda hacer frente a emergencias globales.
En efecto, el virus ha demostrado lo vulnerable y frágil que es la en teoría poderosa e incontrolable economía global que se ha quebrado como un vidrio roto. No hay duda que una de las consecuencias serán los cambios en lo referente a los equilibrios entre las diversas potencias mundiales con algunas reforzadas y otras debilitadas después de la pandemia y como resultado de sus respuestas a ella.
Es muy posible que economías como la China salgan reforzadas del envite, pese a ser la primera en sufrir la crisis, y que otras como la europea salgan malparadas ante su falta de respuesta común. Asimismo economías ultraliberales como la de Gran Bretaña o la estadounidense pueden sufrir convulsiones internas según como derive la pandemia en estructuras sanitarias debilitadas o ante políticas inanes.
La ciudadanía ha visto sus vidas cambiadas de raíz a partir de los confinamientos derivados de la epidemia. El consumo y la vida social han cambiado y sin duda esto tendrá consecuencias sobre su visión de la importancia de las cosas. Después de un período prolongado de confinamiento su visión de la vida no hay duda que sufrirá cambios.
Hay ya certezas que no se podrán obviar. Ante una situación de peligro se ha visto la importancia trascendente de la función del Estado y especialmente de lo público, comenzando por la sanidad pública pero también del conjunto de los servicios públicos. Sin duda la importancia de reforzar lo público debe abrirse paso en la mentalidad de la ciudadanía. Ello puede conllevar la crisis del pensamiento neoliberal. Como han recordado muchos medios de comunicación ante la crisis sanitaria y económica “los neoliberales se han convertido al keynesianismo” pidiendo la intervención del estado con toda su potencia. Esta sería una buena conclusión.
También sale reforzado lo colectivo precisamente en momentos de confinamiento. La solidaridad de la ciudadanía con los servicios públicos. La importancia y el papel de los agentes sociales, especialmente de los sindicatos, haciendo propuestas económicas y sociales viables, dando apoyo al gobierno y dando servicio y asesoramiento a los ciudadanos afectados.
Y se hace evidente la necesidad de una gobernanza global que aquí se ha notado a faltar, demostrando la debilidad de la actual globalización sin normas ni gobierno. La OMS ha sido un referente pese a su debilidad efectiva. Es precisa una solidaridad internacional que se ha hecho más necesaria que nunca. Cuando hay un problema global se echa en falta la solidaridad global, pero esta se hace más necesaria que nunca en el día a día de los problemas cotidianos en muchas partes del mundo donde la solidaridad ha desaparecido. Y es que ante la globalización de la economía se hace necesario un gobierno global.
No hay duda que políticamente habrá ganadores y perdedores. Entre los primeros los que hayan demostrado una mayor tendencia a la colaboración, el ejemplo de China con Italia o España es evidente. Entre los segundos los insolidarios o los que no han estado al nivel que se les presumía como es el caso de la UE, falta de capacidad de reacción y falta de soporte y ayuda entre sus socios, los Estados han ganado la partida a la Unión Europea. Asimismo las políticas ultraliberales de Trump o Johnson, los antagonistas de lo público.
La pandemia actual que no deja de ser un hecho casual y que posiblemente será controlable a medio o largo plazo nos debería prevenir respecto a fenómenos más globales y que están a la vuelta de la esquina. Si vemos los sacrificios y esfuerzos que se están empleando para frenar el coronavirus, que es una infección puntual y concreta, imaginemos lo que puede significar un fenómeno más global, duradero y difícil de controlar como puede ser el calentamiento global y la crisis ecológica que está por llegar.
Esta pandemia no es nada en comparación con este fenómeno que nos acecha y al que parece que no queremos ver y que sin duda será más difícil hacer frente si dejamos pasar el tiempo antes de que sea una realidad.
El confinamiento nos debería hacer reflexionar a todos sobre lo importante y lo accesorio y ello debería tener consecuencias directas en el cambio de las políticas a nivel global y concreto, así como en los cambios precisos en los sistemas de producción, de consumo y de sociedad que necesitamos.