Mucho antes de que Ciudadanos se fuese al carajo por culpa de la estupidez manifiesta de Albert Rivera, uno se pasaba la vida firmando manifiestos por la España y la Cataluña nuevas que preconizaba el partido fundado por Francesc de Carreras, Albert Boadella o Arcadi Espada.

Me llamaban, me contaban de qué iba la cosa y yo me sumaba al manifiesto. Si no recuerdo mal, ninguno de ellos sirvió para nada, pero te consolaba, mínimamente, pensar que la razón estaba contigo y que tú estabas en el lado correcto de la historia.

Hace unos días, Guillermo del Valle, líder de Izquierda Española, me propuso sumarme a un manifiesto contra el cupo catalán y fui incapaz de hacerlo, aunque la insolidaridad de mis conciudadanos me revienta (especialmente por el apoyo de Illa y los socialistas en pleno, que deberían condenar tales iniciativas) y siento cierta simpatía por la propuesta política del señor del Valle.

Otro manifiesto, pensé. Cargado de razón, como los que firmaba en los buenos viejos tiempos de Ciutadans (Ciudadanos ya fue el principio de la catástrofe). Lo recogerán algunos diarios digitales y puede que El País le dedique un breve. Estoy mayor. No creo en los manifiestos. No creo en casi nada.

Antes de este manifiesto hubo otro, especialmente ridículo e indignante, firmado por la presunta gente de la cultura, en apoyo a Pedro Sánchez, el hombre que nos protege del fascismo, y tuve una sensación de déjà vu, agravada por la lista de sospechosos habituales, de abajo firmantes permanentes: Serrat, Miguel Ríos, Víctor Manuel y Ana Belén, el poetastro que dirige el Cervantes…

A este, por lo menos, le va el sueldo en un posible cambio de Gobierno, por lo que apoyaría a Sánchez aunque hubiese salido en la lista de Jeffrey Epstein. Pero los demás… ¿No se cansan de firmar manifiestos? Especialmente para mostrarse a favor de un Gobierno corrupto cuyo líder solo piensa en su sillón.

¿No se han enterado de lo de Cerdán, de lo de Ábalos, de lo de la familia del presidente? ¿Qué les pasa? ¿Que, si los mangantes dicen que son de izquierdas, cuentan con indulgencia plenaria para sus trapisondas y sus choriceos? 

Sí, ya sé que el PP es un asco y que cuenta con una larga historia de corrupción. Ya he visto que el exministro Montoro se ha lucrado de manera harto discutible. Ya sé que el novio de Ayuso es un mangante de nivel cinco. Ya me he enterado de que Noelia Núñez, orgullo y alegría de Fuenlabrada, se había inventado su currículo profesional y universitario. ¿Pero acaso invalida todo eso las infames corruptelas del PSOE de Sánchez?

La coyuntura es tristísima. El PSOE es una cueva de ladrones. Su alternativa para gobernar, el PP, tiene un largo historial de latrocinios varios y su previsible regreso al poder no me hace la menor ilusión. Los españoles estamos en manos de dos partidos que dan asco y pena. ¿Pero lo mejor que se puede hacer es firmar un manifiesto a favor de una de las dos bandas de delincuentes políticos?

¿No es mejor asistir desde la barrera, y preferentemente en silencio, al exterminio mutuo de sociatas y populares? El bipartidismo español ya no da más de sí, pero todos los intentos de ampliar el encuadre han fracasado: Ciudadanos, Sumar, Podemos…

Condenados estamos, pues, a elegir entre susto y muerte. Y a desesperarnos. Por lo menos, todos los que nos hemos pasado la vida votando a la izquierda (la derechona solo anhela recuperar el poder y se la pela la corrupción del partido de sus amores).

Todos menos los abajo firmantes, gente de piñón fijo aterrorizada, al parecer, ante la inminente llegada del fascismo, que tan eficazmente han combatido ellos. Sé de gente que se ha sentido ofendida cuando le han pasado para la firma el manifiesto de marras. Pero no salen en la prensa. Solo salen los pogresistas oficiales, que son los mismos de siempre y han firmado más manifiestos que yo y que cualquier otro ciudadano español.

Casi todos, por cierto, tienen el riñón bien forrado y no les preocupa ni el trabajo ni la vivienda ni cualquier otra cosa que pueda atormentar a sus compatriotas. Hay que cerrar el paso a la derecha (y a la extrema derecha) aunque sea apoyando al tipo que se ha cargado lo que quedaba de la socialdemocracia española.

Intuyo que, para ellos, el PSOE actual, aunque no tenga nada que ver con el original, es como una especie de residencia para la tercera edad en la que se encuentran muy cómodos. La comida no es tan buena como antes y las camas no son tan cómodas. Pero es su hábitat natural y no están para complicarse la vida.

Igual hacen bien: la lucidez nunca ha hecho feliz a nadie.