Los partidos políticos no son los únicos responsables de la autodestrucción de la izquierda española. Yo diría que los sindicatos son tan culpables como ellos a la hora de suscitar la decepción y la subsiguiente hostilidad del votante progresista, que ya no sabe qué hacer cuando vienen elecciones, a no ser que haya abdicado de sus opiniones personales y se incline por hacer el borrego para que no ganen “la derecha y la extrema derecha”, que es lo que les sugiere el Querido Líder.
Hace dos días, el Primero de Mayo, fiesta del obrero (o de San José Artesano, durante el franquismo), la manifestación sindical fue más desangelada que nunca, aunque ese día sea el único del año en que los mandamases de UGT y CCOO hagan un esfuerzo por aparentar que les importa algo esa clase trabajadora de la que ellos se alejaron hace tanto tiempo.
Ese día, Pepe Álvarez se anuda al cuello el fular de los domingos y se lanza a las calles de Madrid como antes lo hacía en las de Barcelona, con su mejor sonrisa revolucionaria. El hombre dice unas palabras, pronostica un brillante futuro de justicia social (a no ser que se impongan “la derecha y la ultraderecha”) y a eso de las tres de la tarde, ya debe de estar en uno de sus restaurantes favoritos poniéndose las botas (de ahí ha salido el neologismo 'comegambas', que es uno de los improperios que más recibe nuestro hombre).
Ese paladín de la clase obrera, trabajar, lo que se dice trabajar, no ha trabajado en su vida. Se metió en UGT de joven, llegó a currar cosa de año y medio y luego se puso a medrar, algo que ha hecho con gran acierto, eso sí. Dirigió la UGT catalana y no se recuerda ni una sola iniciativa que mejorase la vida del currito catalán. Eso sí, fue muy comprensivo con el prusés y los nacionalistas siempre tuvieron claro que podían contar con él para lo que hiciera falta.
Se supone que un sindicato debe enfrentarse a cualquier gobierno, sea del signo que sea, si aspira a defender los derechos de sus afiliados. Pero en España, los sindicatos solo la lían cuando gobiernan “la derecha y la ultraderecha”. Si no es así, con decirle que sí a todo al PSOE, están al cabo de la calle.
Es así como han ido perdiendo el poco prestigio que pudieran haber ganado y se han convertido en un tema de chufla en el que destacan las descalificaciones sociales para sus líderes, los 'comegambas', a los que todo el mundo tiene por profesionales del medro que viven como Dios mientras aparentan que trabajan por un mundo mejor: el único mundo mejor que han construido es aquel en el que viven actualmente gracias a no haber representado jamás ningún peligro para el poder, incluyendo en él a “la derecha y la ultraderecha”.
Con estos cracks al frente de la movida, es normal que la manifestación del 1 de mayo se haya convertido desde hace tiempo en un teatrillo ridículo que no significa nada. De la misma manera que el presunto socialismo del PSOE es más falso que un billete de tres euros. Pedro Sánchez es un trepa, no un socialista. Acosado por todas partes, resiste como si no fueran con él las acusaciones contra su mujer y su hermano, contra Ábalos y Koldo y el hermano de Koldo, contra quien sea, ganando tiempo desesperadamente mientras repite que solo él puede pararle los pies a “la derecha y la ultraderecha”.
Autócrata generoso con los que le ríen las gracias, es capaz de poner al frente de Red Eléctrica a una señora que no sabe nada del tema, pero que era buena amiga de su gurú, Rodríguez Zapatero (y que no dimite ni loca, pues no es fácil despedirse de un salario de más de medio millón de euros anuales). O de conseguir que contraten en Telefónica al joven Gonzalo Conde Pumpido, hijo de su juez felpudo favorito (¿tienes hijos o nietos, mi buen Tezanos? Pues tú sigue trampeando con las encuestas y no les faltará de nada).
Entre los políticos y los sindicalistas, la izquierda española se encuentra en estado agónico y lo que queda provoca una mezcla de grima y asco. Lo están dejando todo ideal para que algún día ganen las elecciones “la derecha y la ultraderecha”.