Una de las principales señas de identidad de la administración Sánchez es la desfachatez, así que no resulta especialmente una novedad la decisión del ente de albergar en su parrilla un poco de telebasura.

Hasta ahora, este género audiovisual era pasto exclusivo de las televisiones privadas que, con su dinero, lógicamente, podían hacer lo que querían. TVE se distinguía, teóricamente, por sus actitudes progresistas, por ruinosas que fueran: recordemos cuando el nuevo gurú del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, decidió eliminar la publicidad de la programación, algo que estaba muy bien para todos aquellos que prefieren ver las películas sin interrupciones publicitarias, pero que constituía un ataque a la flotación de un medio permanentemente en la ruina.

Como todo en el amigo de Nicolás Maduro, la medida era un gesto con consecuencias, y la verdad es que la audiencia estaba acostumbrada a los anuncios y comprendía que eran necesarios para mantener una estructura deficitaria. Desde entonces, lógicamente, TVE no ha parado de perder dinero.

Y puede que ahora, para recuperarlo, se haya puesto en marcha esa operación para encontrarle nuevo alojamiento a la telebasura, desalojada de su hábitat natural, Tele 5, y no precisamente por escrúpulos morales de los herederos de Vasile, sino porque el público estaba hasta la coronilla de los dimes y diretes de Belén Esteban, Lydia Lozano, Kiko Matamoros, María Patiño y demás héroes del cotilleo patrio. No sabemos quién ha tomado la decisión de ofrecer refugio a la pandilla basura pero, en cualquier caso, los consejeros del ente no parecen haber encontrado pegas a la decisión, tal vez porque, como sostenía Ignacio Vidal Folch en un artículo de The Objective, formando parte del consejo destacados enemigos de España como Mikimoto, todo lo que sea contribuir a la cretinización de los españoles les parece bien.

Puede que en otro momento de nuestro país se hubiese armado un cirio con lo de que la telebasura la tuviésemos que pagar entre todos, pero ahora, cuando la desfachatez de Sánchez ya casi pasa desapercibida, la cosa se ha desarrollado sin pena ni gloria ni protestas de ningún tipo. El consejo de marras, que se supone que está ahí y cobra lo que cobra para defender a los españoles de los ataques de la Administración, no consta que se haya opuesto a nada. Así pues, dentro de poco tendremos en nuestras pantallas a la pandilla basura al completo, que esta vez no cobrará de Tele 5, sino del contribuyente español.

Este episodio llega después del controvertido fichaje del humorista David Broncano, al que TVE fichó por un pastizal para que le plantara cara a Pablo Motos, que no es muy del régimen. Pedro no da puntada sin hilo y no descuida ningún frente en su batalla contra el fascismo. La última escaramuza, que aún está teniendo lugar, incluye sus intentos de controlar lo que queda del grupo PRISA, la SER y el diario El País, del que esperaba que se hiciera cargo de la televisión que piensa ofrecer a los españoles en breve para que haya otro medio que sumar a un periódico y una radio a la hora de cantar sus alabanzas (el mandamás del diario, Joseph Oughourlian, se resiste a los ataques, pero ya veremos si sale vivo).

No sé si la idea de socializar el sufrimiento basuril es del presidente del Gobierno (no sería de extrañar cuando recurre a Jorge Javier Vázquez para presentar los libros que le escriben) o de alguno de sus secuaces mediáticos, pero hace un tiempo habría resultado inadmisible y provocado una revuelta social del copón, como no podría ser menos. Ahora nos tragamos el sapo y aceptamos sin rechistar que se gaste dinero público en financiar cosas impropias de una televisión pública.

Como cantaban los Stranglers, si toleras esto, me pregunto qué vendrá a continuación.