El juez del caso Errejón, Adolfo Carretero, ha recibido la desaprobación de todas las almas puras que hay en España (y que son muchas) por su manera -ciertamente grosera y desagradable- de interrogar a Elisa Mouliaá, la actriz que acuso a Íñigo Errejón (el amigo de las chicas que resultó ser un rijoso de cuidado) de haberse propasado con ella, algo que el político en vías de cancelación niega, asegurando que lo suyo con la actriz fue todo consensuado (salvo, tal vez, lo de sacarse la chorra).
Realmente, el tono del señor Carretero no es muy digno de aplauso, y ha prometido dejar de emplearlo, pero haciendo un pequeño esfuerzo puedo llegar no a disculparlo, pero sí a comprenderlo, dado que la señora Mouliaá me parece una lianta de nivel cinco cuyas declaraciones han cambiado veinte veces y nadie sabe exactamente qué le hizo o le dejó de hacer el inefable Milhouse Errejón.
Como todo el mundo, he visto el vídeo del interrogatorio y las explicaciones de la actriz han conseguido sacarme de quicio, más que nada porque se contradicen unas a otras y no hay manera de entender qué es lo que dice que le pasó. Y llueve sobre mojado. Las explicaciones previas son de traca.
Si no recuerdo mal, eran algo parecido a esto: Elisa fue con Íñigo a una fiesta; Íñigo la encerró en un cuarto y se puso sensual, se le echó encima, le tocó sus partes pudendas y se sacó el miembro viril; Elisa hizo constar su incomodidad, pero cuando Íñigo la invitó a su casa, ella, en vez de enviarlo al carajo por baboso, se prestó a acompañarle (actitud incomprensible si es verdad lo del acoso sexual).
Por el camino, en el coche de Íñigo, Elisa recibió una llamada de su progenitor informándole de que su hijo, el de la actriz, estaba enfermito; Elisa, tras haberse prestado a la excursión, le pidió a Íñigo que la soltara porque su hijito la necesitaba, algo a lo que Milhouse se negó porque tenía ganas de llegar a casa para seguir metiéndole mano y fardando de verga. ¿Alguien me puede explicar de que va este sindiós?
No intento defender a Errejón, un personaje que siempre me ha caído como una patada en las gónadas y un gran ejemplo de esa actitud modelo “haz lo que digo, no lo que hago”. El tipo es, claramente, un hipócrita que iba de feminista, pero pensaba con el rabo.
Que lo echen del partido. Que lo cancelen. Que lo deporten. Me da igual. Pero creo que la mujer que lo acusa de conducta inapropiada, si no es la peor representante del feminismo, poco le falta. Solo le pedíamos una versión verosímil de los hechos, pero no hay manera.
Y si nos saca de quicio a los que hemos leído sus confusas declaraciones en la prensa y las hemos visto por la televisión, imaginen el efecto que su descoordinación permanente puede provocar en el juez que la está interrogando para dilucidar lo que hizo exactamente el señor Errejón.
No, el juez Carretero no fue un ejemplo de templanza o cortesía. Se le notaba francamente cabreado ante las contradictorias acusaciones de la demandante, con las que era imposible hacerse una idea cabal de lo que sucedió la noche de autos.
A Milhouse le ha bajado Dios a ver con semejante acusadora, pues la pobre es desastrosa a la hora de, supuestamente, buscar justicia.
Su actitud tras los supuestos abusos es incomprensible y solo sirve para dar armas a su supuesto agresor, que se va a salir de rositas porque la acusación no se sostiene por ningún lado (hay precedentes: recordemos a Asia Argento, quien después de ser violada por Harvey Weinstein estuvo saliendo tres meses con él: al magnate le llovían acusadoras de escasa fiabilidad).
No sé qué abogado está asesorando a la señora Mouliaá, pero se está luciendo. Todo parece indicar que Íñigo no es trigo limpio, pero si todas sus víctimas son tan ineptas como Elisa, le auguro un brillante futuro de depredador sexual (si es que se le acerca alguna mujer ahora que ya no es nadie, lo cual está por ver).