Todos sabemos que a Elon Musk le importan un rábano las 1.500 niñas que sufrieron abusos sexuales a manos de una banda de pakistaníes cuando Keir Starmer, actual primer ministro del Reino Unido, era el director de la fiscalía (2008-13, aunque los horrores habían empezado a finales del siglo XX y hay quien asegura que aún continúan).

Él solo piensa en amargarles la vida a los rojos, y supongo que, desde su peculiar punto de vista, el señor Starmer debe ser un peligroso comunista. Nunca habíamos tenido al villano de una película de James Bond (ni al hombre más rico del mundo) incidiendo en la vida cotidiana de los seres humanos, y me temo que no nos va a gustar.

Dudo que sepa de lo que habla, pero alguien le ha pasado el dato de que el 92% de presidiarios de Cataluña por delitos sexuales son extranjeros, o que los de Alternativa por Alemania son muy buena gente, o que el primer ministro británico ocultó la existencia de una red asiática de pedofilia para ahorrarse problemas con los miles de pakistaníes que viven en Gran Bretaña.

Como buen progresista, debería afirmar que lo de los extranjeros rijosos en las cárceles catalanas es mentira y que lo de Starmer también lo es, pero lo único que me veo capaz de suscribir es que dudo mucho que los de Alternativa por Alemania sean unos chicos estupendos.

Dejemos, de momento, que Salvador Illa bregue con la acusación de Musk (sacada de La Razón, por cierto, o sea, fácil de rebatir desde el progresismo) y veamos qué pasa con el lío de Starmer.

Si uno fuese un pogresista a lo Pedro Sánchez, se pondría ipso facto de parte del primer ministro británico y tildaría al patrón de Tesla de bocachancla de extrema derecha (que lo es).

De hecho, el señor Musk no puede caerme peor. Y que el inmediato destino del mundo libre esté en sus manos y en las de su amigo anaranjado, ese que ahora le ha dado por quedarse con Groenlandia y con el canal de Panamá por la pura patilla, me causa cierta preocupación.

Pero me temo que el señor Starmer no se está portando como debería al no tirar adelante la amplia investigación sobre la red de pedofilia que le piden los conservadores (a los que también se la pelan las niñas abusadas, pero el caso es jorobar al Labour).

Con esta manía de pasar página y de, en teoría, proteger a las víctimas ante una posible revisión de su drama, lo único que está logrando es darle armas a Musk para que prosiga con su cruzada en su contra. Parece evidente que las cosas no se hicieron bien en su momento, y que hubo, por lo menos, cierta desidia y displicencia por parte de políticos y policías.

Si se echó tierra sobre el asunto para no molestar a los votantes pakistaníes, la cosa es muy grave y requiere todo tipo de investigaciones.

Ojalá todo fuese un invento de Elon Musk, pero parece evidente que el tipo ha oído campanas, y en Gran Bretaña no para de salir gente (no necesariamente de extrema derecha) a decir que las cosas se hicieron muy mal y que todo aquello fue una vergüenza.

La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero. No sé si hay algo de verdad en las acusaciones de Musk, pero no creo que podamos quitárnoslo de encima diciendo que es un facha de mierda y un aspirante a tirano (aunque sea, efectivamente, ambas cosas).

Este caso debe reabrirse, y si el facha de mierda está en lo cierto, ¿pues qué le vamos a hacer? No podemos creer en Starmer por una especie de fe progresista, aunque lo prefiramos al mamarracho de Boris Johnson (y a aquel estalinista antisionista que atendía por Jeremy Corbyn).

No me basta con que Musk sea un energúmeno de extrema derecha y con que Starmer parezca un buen muchacho de centro izquierda. Este es un asunto de esos a los que hay que llegar al fondo y sobre los que hay que despejar todas las dudas.

Como buen socialdemócrata, quiero creer en la inocencia de Starmer, pero necesito pruebas y él se dedica a pasar página y hacerse el sueco, aprovechando que su oponente es un sujeto despreciable. A veces, los sujetos despreciables pueden tener razón y aquí lo que cuenta es la verdad, dígala Elon Musk o su porquero.