Recuerdo un episodio de Los Simpson en el que Homer se presentaba a un concurso televisivo llamado How low can you go (¿Cuán bajo puedes caer?), que, como indicaba su nombre, consistía en someter a todo tipo de bajezas a los participantes, en una clara parodia del camino que estaban tomando los reality shows. Todo en este mundo es susceptible de empeorar, y lo más probable es que lo que sugería Matt Groening ya haya sido superado en inmundicia por algún programa del que aún no he tenido noticia. La ley de Murphy se aplica al pie de la letra. Fijémonos, sin ir más lejos, en Twitter (ahora X), un cónclave internacional de energúmenos y majaretas que parecía incapaz de ir a peor hasta que se hizo con él Elon Musk y, tras despedir al 80% de la plantilla, lo convirtió directamente en una sucursal del infierno en la Tierra al permitir el acceso de todo tipo de indeseables especializados en bulos, fake news, conspiraciones de abrigo y extremismo de derechas. Gracias al millonetis de Tesla, cualquier anormal puede ya dar rienda suelta a su particular delirio en X. Incluido Donald Trump, que se ha hecho muy amigo del señor Almizcle y le acaba de ofrecer un puesto en su administración si logra vencer a Kamala Harris, esa peligrosa comunista que antes era india y ahora dice que es negra.
De hecho, la idea de meter un pie (o los dos) en Trumpilandia fue del propio Musk quien, en una conversación con The Donald, se ofreció a echarle una manita con la creación de una comisión (presidida, evidentemente, por él) que supervisara la acción del Gobierno. Una vez más, la ley de Murphy entra en vigor. O empieza un nuevo episodio de How low can you go. Por si la perspectiva de que Trump volviera a la Casa Blanca no fuese lo suficientemente aterradora, ahora entra en cuadro un sujeto que recuerda poderosamente al villano de cualquier película de James Bond (deberían contratarle para la próxima, pues a veces estos individuos brillan en según qué cometidos: recordemos la admirable participación de José Luís Moreno en Torrente 2: Misión en Marbella). En el caso que nos ocupa, es evidente que se han juntado el hambre y las ganas de comer. Y que los esfuerzos combinados de Trump y Musk por hacer del mundo un lugar peor de lo que ya es deberían preocuparnos a todos. A fin de cuentas, estamos en guerra con Rusia (aunque no de manera explícita), desconfiamos de China y escuchamos a lo lejos los petardazos de Corea del Norte. La situación, como diría Chiquito de la Calzada, está muy malita. Y sólo nos falta que, a infraseres como Vladimir Putin, Xi Jin Ping y Kim Jong Un se les una ese dúo dinámico de explotadores cantamañanas y salvapatrias.
Durante mucho tiempo, no se supo cuál era exactamente la ideología de Elon Musk, si es que tenía alguna que no consistiera en forrarse. Poco a poco se le ha ido viendo el plumero y se ha revelado como un vanguardista iluminado de extrema derecha con ganas de influir aún más en la sociedad (sin necesidad de ganar amigos, a diferencia de Dale Carnegie). A su lado, Bill Gates, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos resultan prácticamente inofensivos (aunque tampoco hay quien se fíe del todo de ellos). Que un troglodita como Donald Trump haya elegido como su mano derecha al malo de una entrega de las aventuras de 007 tiene toda la lógica del mundo, pero la posibilidad de que estos dos tipos puedan llegar a controlar la potencia más importante de Occidente resulta más bien preocupante. Recordemos las grandes ideas de Trump: dejar tirado a Zelenski para que lo desintegre su amigo Vladimir, dejar tirada a Europa para que Putin siga con sus planes de expansión, dejar tirado a ese americano medio de bandera, cerveza, rifle y caravana en un trailer park al que ha engañado diciéndole que es como él (lo que hace Springsteen, pero a lo bestia)…
No hace falta ser del club de fans de Kamala Harris para desear su victoria en las elecciones de noviembre. Como el cargo de vicepresidente de los Estados Unidos se parece mucho a ser el hombre (o la mujer) invisible, Harris ha tenido que darse a conocer en un tiempo récord, pues nadie sabe a qué se ha dedicado durante sus años a la vera de Joe Biden. No es que con ella al mando Estados Unidos se vaya a convertir en ese hogar de los valientes y tierra de los libres de los que habla el himno nacional, pero es que un triunfo de la pareja Trump-Musk nos podría acercar peligrosamente a la tercera Guerra Mundial o, por lo menos, a un mundo que aún dé más asco que el actual y en el que todos nos preguntemos: ¿Cuán bajo puedo caer?