El principal problema de un partido asambleario consiste en que, de vez en cuando, hay que consultar a las bases para ver si aprueban, o no, las decisiones de sus mandamases. Es por eso que los barandas en jefe de ERC han tenido que parlamentar con sus militantes (y sólo con los que estaban al corriente del pago de las mensualidades: si Lluís Llach fuese de ERC y hubiera querido oponerse a la investidura de Salvador Illa, habría tenido que abonar las mensualidades atrasadas, como hizo con la ANC cuando aspiraba a la presidencia que consiguió, pues parece que el sensible excantautor es especialmente devoto de la Virgen del Puño), que alcanzan la impresionante cifra de 8.266 seres humanos, de los cuales se ha tomado la molestia de votar para ver si aprobaban el apoyo a Illa el 75%. Es decir, que el futuro inmediato de Cataluña (y, en cierta medida, de España) dependía de seis mil y pico lazis contumaces (por no hablar de los cargos y sueldos de los mejor colocados del partido, lógicamente interesados en mantener sus prebendas, no como los que no han pillado cacho, que se inclinaban mayoritariamente por hacerle la pascua al candidato del PSC).

Los líderes de ERC se han tenido que dejar la piel los días previos a la consulta para convencer a la militancia de que el pacto con los sociatas es una maravilla, y parece que lo han logrado, aunque por la mínima: un 53% de los votantes al corriente del pago de sus óbolos al partido ha optado por secundar la moción. Aunque la cosa, teóricamente, no iba con él, Cocomocho se ha indignado mucho ante los resultados y ha alumbrado un tuit hilarante que demuestra los niveles que alcanza su desesperación personal: no ha tenido mejor idea que comparar al PSC con don Juan Tenorio y a ERC con la preceptiva doncella burlada (eso sí, ha demostrado que en el prusés se puede involucrar hasta al difunto Zorrilla). En cualquier caso, la dirección de ERC respira tranquila, y yo diría que la del PSOE también. Pensemos en lo que podría haber ocurrido de imponerse el no en la votación.

Como partido asambleario, ERC habría debido tragarse el sapo de la militancia y retirarle el apoyo a Illa, lo cual nos conduciría a nuevas elecciones el próximo mes de octubre. De rebote, el PSOE también podría haber pringado, ya que Puchi, envalentonado, sería capaz de retirarle el apoyo de sus siete diputados y dejar a Sánchez en una situación que le obligaría a convocar unas elecciones que podría ganar el PP, cosa que al de Waterloo se la sopla pues considera, como un célebre rey francés, que después de él, el diluvio (en su caso, la expresión catalana peti qui peti alcanza su significado más radical).

Salvados por la campana, los dirigentes de ERC pueden poner en práctica su plan, ya iniciado, de decirle a Illa por donde tienen que ir las cosas en la próxima legislatura… A no ser que el día de la investidura del Enterrador, algún diputado díscolo (una tal Mar Besses tiene todas las papeletas) se pase por el arco de triunfo la disciplina de partido y vote en contra de la coronación de Illa, forzando una segunda vuelta para la que haría falta la (improbable) abstención del PP. Así pues, los planes de ERC (y del PSC y del PSOE) aún no han acabado de hacerse realidad. Y si Puchi cumple por una vez, y sin que sirva de precedente, su promesa de presentarse a la investidura (aunque lo detengan en La Jonquera), va a montar un cirio desde el talego que puede acabar obligando a ERC, temerosa de ser acusada de botiflera, a descolgarse de sus pactos chantajistas con el PSC: los de Jéssica Albiach, siempre dispuestos a echar una mano a la hora de fomentar el caos, ya han dicho que no se puede investir a Illa el mismo día en que enchironan a Puigdemont.

¿Qué pensará Pedro Sánchez de todo esto? Pues intuyo que, fiel a sí mismo, optará por la inmediatez y dará por hecha la investidura de Illa. Si hay problemas, como de costumbre, optará por aquello de que ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él, pues el hombre vive al día en su proactividad y su resiliencia. Pase lo que pase, a los que ilusamente confiábamos (bueno, tampoco mucho) en una nueva manera de gobernar Cataluña, ya nos empieza a dar todo un poco lo mismo, viendo todo lo que ha tenido que tragar Illa para intentar alcanzar la presidencia de la Generalitat: en el mejor de los casos, tendríamos una administración sociata contaminada de todas las manías y obsesiones de los lazis: puede que cada vez sean menos, pero hay que ver lo que incordian a la hora de imponernos una Cataluña que, afortunadamente, solo existe en su imaginación calenturienta.