En la España actual, en cuanto te descuidas, te puedes ver metido en medio de una de las muchas refriegas con las que se entretienen el PSOE y el PP, aunque solo seas un cómico que aspira a divertir a la gente y, ya puestos, a forrarse un poco el riñón. Véase el caso de David Broncano Aguilera (Santiago de Compostela, 1984) y su (¿escandaloso?) fichaje por TVE, que puede costar 28 millones de euros de dinero público a cambio de dos temporadas de La Resistencia, el programa que presentaba hasta ahora en Movistar.
De una televisión de pago a otra que es gratis total: los fans de Broncano están de enhorabuena, y seguro que el propio Broncano nunca había visto tanto dinero junto. ¿Lo vale? Yo creo que nadie vale esa millonada, pero no es esa la cuestión. La cuestión es si una televisión pública puede ponerse a competir de esta manera con las privadas y si hay algo más que una operación comercial detrás del fichaje del humorista gallego especializado en unas entrevistas a medio camino entre el absurdo y la estupidez.
Que conste que hay algo en el humor subnormal de Broncano que a veces me ha hecho gracia, aunque no le llegue a la suela de las zapatillas a sus ídolos de Muchachada Nui y La hora chanante, pero si, como sostiene el PP, su fichaje se debe a una necesidad de Pedro Sánchez para plantar cara al programa de Pablos Motos, El Hormiguero, donde se registra cierta tendencia a ponerlo de vuelta y media, la cosa cambia y se convierte en una nueva muestra de desfachatez a cargo del Gran Trilero que tenemos de presidente por el bien del progreso y de la convivencia entre españoles de bien.
El fichaje de Broncano, ciertamente, parece haber surgido directamente de la Moncloa, donde Sánchez, siempre según el PP, estaría trinando ante la ofensiva de Motos en su contra (a este no le he visto la gracia en mi vida, pero le gusta a mucha gente, como demuestra el montón de años que lleva en antena) y necesitaría plantarle cara con un programa en prime time que se mostrara más amable con él. Si el PP acierta y las cosas son así, estamos mucho peor de lo que pensábamos: cuando un presidente del Gobierno juzga razonable gastarse 28 millones de dinero ajeno en un presentador de televisión que lo defienda de otro presentador de televisión, yo creo que ya podemos afirmar que hemos tocado fondo.
No podemos recurrir en este caso al refrán “A grandes males, grandes remedios”. No me parece que el señor Motos constituya una amenaza para el actual PSOE, aunque en mi opinión sí lo es para lo que siempre he considerado humor. ¿Que pone verde a Su Sanchidad? Pues a encajarlo con elegancia, Pedro, que Pablo (parecéis los Picapiedra, por cierto) no va a dar un golpe de Estado para arrebatarte el poder y montar un régimen dictatorial con Trancas y Barrancas (que también tienen la gracia en el culo, por cierto).
¿Necesitas gastarte 28 millones en alguien que te defienda catódicamente? Para empezar, ¿estás seguro de que Broncano es la persona adecuada? Ten en cuenta que el hombre siempre se ha distinguido por un humor animal que no se presta mucho a ser utilizado como arma de propaganda, a no ser que considere que los 28 kilos conllevan la fidelidad a tu egregia persona. ¿Y si te sale rana, como, en su momento, a Esperanza Aguirre la mayoría de sus secuaces?
El señor Broncano tiene sus fans, pero los tiene en una televisión de pago, Movistar, cuya audiencia es, forzosamente, más reducida que la de una cadena generalista y gratuita. Lo que se considera un éxito en la televisión de pago puede ser tenido por un fiasco en la que sale gratis al espectador. Y si Broncano se la pega en TVE, el PP se va a poner las botas con el fichaje de marras aún más que ahora, por mucho que Sánchez tenga ya preparadas nuevas cortinas de humo para que se hable lo menos posible de los presuntos negocietes de su mujer, de los chanchullos de Koldo y demás asuntos de esos que se van a abordar en diferentes comisiones (cuando quieras que nada se aclare, monta una comisión, como bien saben nuestros dos principales partidos políticos).
La cortina de humo más reciente no le está funcionando mal: ahí tenemos al hombre convertido en Gran Defensor de Palestina y recorriendo Europa en busca de adhesiones a la causa, como para demostrar que, mientras la oposición lo acusa por chorradas y frivolidades, él se preocupa por lo que realmente importa (que tanto podría ser Palestina como cualquier otro asunto que ponga en sordina el Koldogate y demás trapisondas).
Pedro Sánchez se ha metido en otro fregado con el caso Broncano. Primero, dispone de una millonada de dinero público que nadie entiende que no se dedique a otras cosas, tal como está el patio. Luego, tras programar al cómico para que cumpla la función para la que se le contrata, debe confiar en que su programa atraiga el interés del público (lo que está por ver). Tirar el dinero es grave. Tirarlo en algo que no pita lo es un poco más. Yo, de Sánchez, persistiría en la vía palestina, que sale más barata, y dejaría de darle tanta importancia a la televisión.
Pese al aplomo y la seguridad (rayanos en la desfachatez) que aparenta el presidente del Gobierno, no debe estar tan seguro de su resiliencia para tener que comprar a precio de oro a un cómico que no le va a salvar de nada, de la misma manera que Pablo Motos no se lo va a llevar por delante, aunque intente contribuir a lograrlo dentro de sus posibilidades. Esa fe ciega en el poder combativo de la televisión a la hora de conservar el sillón resultaría entrañable de no ser, directamente, ridícula.
Y en cuanto a Broncano, nada que decir. Toma el dinero y corre, David.