Tumbado en el sofá en pleno ataque de vagancia e incapaz de dedicar un par de horas a ver qué encuentro en Netflix, Amazon o HBO Max, zapeo por los canales gratuitos y voy a parar al Canal 24 Horas de TVE, donde están anunciando el inicio de la campaña electoral para la Gran Fiesta de la Democracia del próximo día 23 (se ve que esto de la democracia consiste en una juerga tras otra). La cara de aburrimiento del presentador es un poema que debería ponerme en guardia y obligarme a cambiar de canal, pero ahí me quedo, a ver lo que ha dado de sí el inicio de la campaña de marras. Como era de prever, no tardo nada en estar tan hastiado y aburrido como parece estar el pobre Franganillo. ¿Qué fue de aquellos gozosos inicios de campaña de mi perdida juventud, con sus candidatos clavando carteles con su propio careto y las masas que los rodeaban, cargadas de entusiasmo y fe en el futuro? O, como decía François Villon en su célebre poema, Ou sont les neiges d´antan?

El espectáculo, amigos, es desolador. Primero aparece Pedro Sánchez en mangas de camisa en un mitin en Madrid trufado de jubilators que ondean banderas del PSOE (me fijo en una señora con unos pantalones ni cortos ni largos, sino todo lo contrario, y en las ganas que le pone al tremolar de su banderita: me pregunto de qué pasta hay que estar hecho para sentir o impostar semejante entusiasmo: la imagen me deprime). Sánchez hace de Sánchez, que se le da muy bien. Aplaude a su público, se aplaude a sí mismo, dice que el PSOE es la repera y que él, personalmente, también vale mucho (o eso creo entender, desde un cierto estupor). Suelta el rollo de siempre: ¡Que viene la derechona, que viene la derechona! A ver si cuela, ¿eh, Pedro? Si es que ya te has doctorado en resiliencia y estás a punto de venirte arriba, que una reciente encuesta recorta la distancia que te separa del PP. Con un poco de suerte, igual te tiras cuatro años más en el cargo, aunque haya que recurrir a los de Sumar

Llega la derechona: veo al siempre estimulante Alberto Núñez Feijóo en pleno mitin en Castelldefels (aunque, por su expresión, lo mismo podría estar en el funeral de un familiar o de un compañero de partido). En vez de agitar banderas, el respetable público luce unos sombreritos de paja que me recuerdan, con perdón y sin ánimo de ofender, a los que llevaban los burros de las postales Escudo de Oro cuando yo era pequeño y veraneaba en Canet de Mar. Feijóo habla del futuro esplendoroso que le espera a España si vota al PP y se acaba el sanchismo, pero lo hace empleando un tono monocorde, como de teleoperador que te da la chapa para que te cambies de compañía telefónica, pero lleva todo el día con la misma matraca y ya no puede con su alma. Ni una referencia a Bruce Esprínter. Mensaje fundamental: que hay que votar mucho al PP para que éste no tenga que depender de quien ustedes ya saben. Puñalada trapera por adelantado hacia los de Vox, a los que tendrá que recurrir si no le queda más remedio a la hora de pillar cacho.

Mientras mi depresión va en aumento, aparece en pantalla Yolanda Díaz, que inaugura la campaña en su Galicia natal. Como de costumbre, no dice nada en concreto, aparte de que hay que cerrar el paso a la derechona, cosa que ya ha hecho Sánchez con más brío. La verdad es que va muy elegante y da gusto verla, pero observo que se le ha incrustado una exultante Ada Colau, que se ha subido al podio con ella para que se vea lo amigas que son y el peasso de cargo que le va a caer a la exalcaldesa de Barcelona como lo de Sumar le resulte útil a alguien pasadas las elecciones (lo que está por ver, pero Ada ha venido para quedarse y en Podemos ya no hay nada que rascar).

La traca final del programilla dedicado al inicio de campaña la comparten los partidos separatistas catalanes, todos a la greña y con Junts marcando paquete porque Puchi ha vuelto a insistir en que los sociatas le ofrecieron el indulto y él lo rechazó gallardamente: el PSOE lo niega, aunque la cosa suena verosímil, y el PP agradece la inesperada munición del Hombre del Maletero para poder tildar a Sánchez de vende patrias…

No sé si me dejo algo, pero a esas alturas ya estoy hundido en la desesperación y con ganas de ciscarme en la Gran Fiesta de la Democracia. Ni siquiera me han dado la alegría de ver a Macarena Olona iniciando su campaña electoral en un puticlub de la provincia de Granada. Franganillo se despide con un rostro que es la viva imagen de la desolación y una expresión modelo Lo que hay que hacer pa comer. He visto a una colección de políticos españoles y todos me han dado ascopena. Lo veo todo como un teatrillo cutre en el que los actores recitan sus líneas con una falta de entusiasmo desesperante. Y esos actores malos pretenden que elijamos a uno de ellos para presidir el Gobierno de la nación…

Porque no se presenta, pero lo que es yo, puestos a escoger, votaría a Franganillo: lo de ese hombre no está pagado.