Manicomio catalán

Socializar el sufrimiento

14 mayo, 2016 00:00

Indignadas están las personas de orden ante la nueva idea de bombero de Anna Gabriel, la hembra alfa de la CUP (ya saben, lo de que hay que trasladar la educación de los hijos de la pareja a la tribu). Y yo también, pero por motivos distintos.

No estoy yo para cambiar cacas y despertarme a medianoche entre berridos. A los críos, que los aguanten sus padres, que para eso los han fabricado

Vamos a ver, no es que en estos momentos figure entre mis prioridades insertarme en una comuna, pero... ¿y si conozco algún día a diez o doce personas maravillosas con las que me apetece compartir lo que me quede de vida? Seguro que a los miembros más jóvenes de la tribu les da por reproducirse y, siguiendo los consejos de la señora Gabriel, me piden que les eche una manita con el rorro. ¡Y hasta ahí podríamos llegar! No estoy yo para cambiar cacas y despertarme a medianoche entre berridos. A los críos, que los aguanten sus padres, que para eso los han fabricado, cosa que ayuda enormemente a querer a esos seres pequeñitos que para los demás son un incordio. Tampoco hace falta que esperen gran cosa de ellos --poco se puede esperar de algo que está hecho, literalmente, con la punta de la polla--, pero que no busquen ayuda externa para convertirlos en hombres y mujeres de provecho.

Me fascina el adanismo de la CUP. Tienen ideas nuevas a cascoporro, pero solo son nuevas para ellos, ya que son todas más viejas que el rigodón y, por regla general, ya salieron mal en su momento. Lo de la tribu fue un delirio de los años sesenta que nunca cuajó en la mentalidad española. Puede que si eres alemán te funcione la tribu, la comuna o como quieras llamarla, pues esa gente es ordenada a más no poder y nadie se escaquea a la hora de pasar la fregona o limpiar los platos: un teutón alternativo se toma lo suyo con la misma seriedad y vehemencia con la que sus abuelos invadieron Polonia. Pero aquí... No sé ustedes, pero yo todas las comunas que visité en los setenta eran un desastre, del mismo modo que el okupa español es la pesadilla del vecindario porque considera que chupar birras, fumar canutos y escuchar a Barricada hasta las cuatro de la mañana y a todo trapo es una actividad cultural. ¡Qué diferencia con el okupa alemán, ejemplo de orden y urbanidad, que hasta ayuda a las viejecitas a cruzar la calle!

Ya sabemos que la familia tradicional es un espanto, pero mucho me temo que las familias alternativas también pueden serlo. Y en cuanto a los hijos, señora Gabriel, haga usted el favor de no socializar el sufrimiento que causan.