Manicomio catalán

Personas no gratas

2 marzo, 2016 00:00

Se está poniendo de moda entre nuestros ayuntamientos lo de declarar persona no grata a quien le cae mal a parte del consistorio, por los motivos que sean. La acción se pretende ofensiva, pero en realidad se la pela por completo a quien recibe el infamante baldón: no creo que Rajoy deje de visitar su ciudad natal porque unos cuantos políticos del Ayuntamiento de Pontevedra le hayan hecho saber la grima que les produce.

Lo mismo podemos decir de su majestad el Rey; Felipe VI acaba de ser declarado persona no grata por el Ayuntamiento de Torelló, que es como si a mí me aplican el mismo tratamiento en, pongamos por caso, Vilamerda de l'Arquebisbe: creo que me limitaría a arquear una ceja, preguntar dónde está esa birria de pueblo y manifestar en voz alta mi absoluto desinterés en visitarlo; añadiría, tal vez, que ya irá Quim Masferrer en mi lugar y, como tiene por costumbre, le parecerá el paraíso en la tierra y entrevistará al tonto del pueblo como si fuese el Séneca de la localidad.

Si a mí me declaran persona no grata en, pongamos por caso, Vilamerda de l'Arquebisbe, creo que me limitaría a arquear una ceja, preguntar dónde está esa birria de pueblo y manifestar en voz alta mi absoluto desinterés en visitarlo

Si yo me pusiera a elaborar una lista de personas no gratas en mi ciudad natal, no terminaría nunca, y además se trataría de una lista personal e intransferible que no representaría el sentir de todos los barceloneses. Salvando las distancias, lo de los ayuntamientos viene a ser lo mismo: tres o cuatro individuos le tienen manía a alguien y, gracias al apoyo o la abstención de algunos individuos más, le declaran persona no grata. A la hora de tomar una decisión tan trascendente en apariencia --aunque en la práctica sea una manera de perder el tiempo de lo más lamentable--, ¿no se debería recurrir al referéndum y ver si toda la población está de acuerdo con hacerle un feo a la persona elegida?

Hay una variante de lo mismo que consiste en quitarle a alguien un galardón otorgado por una administración anterior. Otra pérdida de tiempo: si primero me nombran hijo adoptivo de Vilamerda de l'Arquebisbe y a continuación me declaran persona no grata, me tendrán sin cuidado una cosa y otra, como supongo que le ha sucedido a Arcadi Espada en no sé qué pueblo donde le dieron un premio y luego se lo quitaron.

Declarar a alguien persona no grata debería ser algo muy serio y que no admitiera discusión. Que Hiroshima declarase persona no grata al piloto del Enola Gay tendría su lógica, pero que cuatro rústicos de algún villorrio perdido recurran a esa figura ofensiva resulta únicamente ridículo.