Tenemos ante nosotros una nueva lucha de titanes de esas a las que tan acostumbrados nos tienen los independentistas en particular y la política catalana en general. Si hace unos días Pilar Rahola y Janet Sanz se enzarzaban en una amena discusión sobre la costumbre de la primera de cruzar la calle por donde le sale del níspero, con la funesta consecuencia de tropezar con un bolardo apaisado del carril bici y darse un morrón de cuidado, ahora se nos ha abierto un frente entre la CUP y el Institut Nova Història a causa de la estatua de Cristóbal Colón del final de la Rambla. Para la carismática Eulàlia Reguant, Colón era un colonizador miserable, un esclavista y el inspirador de un genocidio, motivo por el que hay que retirar su estatua. Por el contrario, para el riguroso historiador alternativo Jordi Bilbeny, Colón, además de ser catalán, fue un gran defensor de los derechos de los indios, así que la estatua debe quedarse en su sitio por los siglos de los siglos.
Estamos ante una nueva muestra de que el nacionalismo no se aclara ni con asuntos que sucedieron a finales del siglo XV, y nos vemos obligados a asistir como testigos a una pugna entre dos agrupaciones que a algunos nos parecen, directamente, sendas pandillas de merluzos. ¿Qué haces si te obligan a tomar partido entre los delirios de la CUP y las patrañas del Institut Nova Història, cuando lo único que merecen ambos colectivos es que los envíes al carajo porque pierden el tiempo y nos lo hacen perder a todos? La CUP nunca debería haber abandonado el cau en el que se reunían al principio para beber birras, despotricar del capitalismo, elogiar a Otegi y dar vivas a Hugo Chávez: no hay en toda Europa un partido semejante porque fuera de Cataluña todo el mundo distingue a una pandilla de sonados de una fuerza política. Asimismo, el Institut Nova Història lo componen cuatro chiflados patrióticos que reescriben la historia a su conveniencia y cuyo destino natural era reunirse en el Ateneu a beber carajillos e intercambiar ideas peregrinas: en vez de eso, Bilbeny y Cucurull cuentan con el apoyo de los partidos separatistas y son tomados muy en serio por gente supuestamente cabal del soberanismo como Salvador Cardús o el posible delfín de Puchi, el gasolinero Canadell. Y, lo que es peor, disfrutan de subvenciones con dinero público para poder extender mejor sus trolas.
Hace unos días, Ciutadans presentó una moción en el Parlament para retirarle la sopa boba al Institut Nova Història. Se les sumaron la CUP y los comunes. Pero JxCat, ERC y el PSC se opusieron a la propuesta y Bilbeny y Cucurull van a poder seguir esquilmando el erario público para sus gansadas seudo históricas. Sí, han leído bien: el PSC está a favor de la sopa boba que financia el delirio del Institut Nova Història. Los de Iceta ya nos tienen acostumbrados a actitudes incomprensibles, pero ésta es insólita. Igual todo se reduce a llevar la contraria a Ciutadans. O alguien se equivocó a la hora de votar. O cayeron de nuevo en su legendario síndrome de Estocolmo. O han confirmado una vez más que nunca te puedes fiar de ellos. Y mira que era obvio lo de cortarle el suministro a una pandilla de cantamañanas. Parece que el PSC no sirve ni para eso.