Manicomio catalán

El comisario Marhuenda

16 abril, 2016 00:00

Gracias al ministro del Interior, ese hombre que tiene su propio ángel de la guarda, que condecora en sus ratos libres a vírgenes de alabastro y al que se le apareció la madre de Jesucristo en un hotel de Las Vegas --donde es francamente difícil encontrar ningún tipo de vírgenes--, el gran Paco Marhuenda ya es comisario honorífico de la Policía Nacional.

¿Y qué hará ahora, detener a Empar Moliner por quemar un ejemplar de la Constitución en TV3, haciendo felices a los que le pagan su generoso sueldo de Graciosilla Oficial del Régimen?

No sé ustedes, pero yo no recuerdo algo igual desde que Nixon le concedió a Elvis el carné de agente honorario del FBI para que 'el Rey' se dedicara, según él mismo prometió, a detener a narcotraficantes por Memphis y alrededores. Elvis, eso sí, no se quedó en Graceland esperando que Hoover se acordara de él, sino que se presentó sin avisar en la Casa Blanca y se hizo recibir por el presidente: hay unas fotos impagables de un Elvis drogado hasta las cejas y un Nixon con cara de Watergate que da gusto verlas. Marhuenda, sin mover un dedo, ya es comisario.

La pregunta es: ¿y qué hará ahora nuestro hombre con tan necesario documento? ¿Detener a Empar Moliner por quemar un ejemplar de la Constitución en TV3, haciendo felices a los que le pagan su generoso sueldo de Graciosilla Oficial del Régimen? ¿Sacar la placa en plena tertulia de La Sexta y arrestar a todos los allí presentes porque no le basta con manifestar su disgusto y su aburrimiento con los habituales resoplidos, exabruptos y aspavientos? ¿Detener en las barras de los bares a todos los que hablen mal de su querido Mariano? ¿Obligar a ducharse a las chicas de la CUP? ¿Atropellar podemitas al volante de su 'Pacomobile'?

Yo creo que lo que más ilusión le haría sería detener a Pilar Rahola, quien le puso en fuga hace un tiempo de una radio catalana con sus berridos, sus insultos, sus groserías y su impresionante arsenal de inconveniencias. Lo malo es que ahí se nos plantea un problema de competencias y, tal como está el patio, una más que probable crisis diplomática: no olvidemos que hace unos años, Rahola fue nombrada mossa d'esquadra honorífica por las máximas autoridades del cuerpo. De todos modos, merece la pena intentarlo: yo me los imagino a los dos, blandiendo cada uno su respectiva placa ful, y se apodera de mí una hilaridad incontenible.