A efectos prácticos, supongo que el uniforme que lucen los policías que te dan la bienvenida al puerto y al aeropuerto de Barcelona da lo mismo. Es decir, que tanto da que de la seguridad de esos equipamientos se encarguen la policía nacional, la guardia civil o los mossos d'esquadra, ya que lo importante es que el cuerpo policial que se encargue del asunto haga las cosas más o menos bien. El problema en Cataluña es que quienes se empeñan en que sean los mossos los que se encarguen de la vigilancia de las puertas de entrada a Barcelona (es decir, a España) no lo hacen porque consideren a este cuerpo muy superior a sus colegas españoles, sino porque son la policía catalana (aunque esté trufada de charnegos que, en cuanto te descuidas, se ponen a hablar castellano entre ellos).
Es decir, se trata de dar la impresión al visitante de que llega a Cataluña, no a España, por mucho que Cataluña forme parte de España (hasta nueva orden, que va para largo). Se trata de que el recién llegado crea que está en un país que no es España y que, por consiguiente, cuenta con su propia policía. Es una farsa, como casi todo lo que hace el nacionalismo, pero menos es nada, y si hay alguien que se cree que ha llegado a un país que no es España, pues todo eso que nos llevamos.
Los picoletos destinados en Cataluña están que trinan porque cada día pintan menos. Ya hubo cierto follón cuando la Copa del América por una cuestión de competencias marinas. Y la situación seguirá empeorando mientras Pedro Sánchez necesite el apoyo de Junts y ERC para mantenerse atornillado al sillón: tiene que quedar bien con los lazis si quiere que le rían las gracias, y si le piden el control del aeropuerto de El Prat, se lo tiene que conceder. Yo creo que no debería hacerlo, de la misma manera que no debería haberse metido en indultos y amnistías para los golpistas del prusés ni debería haber convertido a un fugitivo de la justicia como Carles Puigdemont en un interlocutor válido para asuntos políticos. Hay líneas rojas. Lo que pasa es que Sánchez se las salta cada vez que le conviene (y estaría por ver si Núñez Feijóo no sería capaz de hacer lo mismo y lanzarse también a compadrear con un enemigo del Estado).
Soy de los que creen que las fronteras del país deben estar custodiadas por el Estado. Puertos y aeropuertos no deberían salir jamás del control de Policía Nacional y Guardia Civil. Algo que, tal vez, podría lograrse con un ministro del Interior que no fuese Fernando Grande Marlaska, que confundió su cargo con el de esbirro y mayordomo del señor Sánchez, cuyas instrucciones sigue a pies juntillas. ¿Que al jefe le conviene sustituir a picoletos y maderos por mossos d esquadra? Pues claro que sí, ahora mismo, lo que diga el señorito. Y no se preocupe, que ya me deshago del coronel Daniel Baena, a quien le tocaba hacerse cargo de la Comandancia de la Guardia Civil en Cataluña, pero se va a quedar sin ella porque le cae muy mal a los lazis de los que depende su señoría. De momento, lo he tenido un tiempo al frente de la Comandancia de manera informal, pero ya me encargo de que no se le confirme en el cargo, recurriendo a una treta legal que le obliga a pedir otro destino o conformarse con el que se me pase por las narices endilgarle: lo fundamental es que el principal adversario de los procesistas del 17, por muy buena reputación que tenga (o precisamente por eso) no se haga con la plaza que se ha ganado a pulso.
Para nuestros lazis, la cuestión no es un toma y daca. Están que trinan por la inclusión de Guardia Civil y Policía Nacional en el 112 que, para ellos, debería pertenecer exclusivamente a la policía autonómica. Insaciables, tampoco contemplan la posibilidad de compartir el cuidado de puertos y aeropuertos, no fuese a pensar algún turista despistado que había llegado a España. Se hacen trampas al solitario, pero les da lo mismo. Y mientras dispongan de un mandamás que los ayude a escenificar sus farsas (como el uso del catalán en el Congreso, una manera de tirar el dinero como cualquier otra), adelante con los faroles: seguro que los más tontos brindan esta noche por el año nuevo mientras gritan ¡Ho tenim a tocar!