Cuando se autorizó el uso del catalán en el Congreso de los Diputados, el lazismo demostró, una vez más, que tenía a Pedro Sánchez agarrado de los cataplines, pues pese a las explicaciones del Gobierno de que la medida era un homenaje a la pluralidad de los pueblos de España (o sea, al supuesto derecho de los separatistas a no utilizar la lengua común, provocando gastos inútiles en forma de traductores y pinganillos), a casi todos nos quedó claro que se trataba de un caprichito chulesco de Puchi y sus secuaces, al que se apuntaron, para no ser menos, los de ERC, sin reparar estos en la posibilidad de que se produjera algún daño colateral entre sus diputados, como así ha sido en el caso de Gabriel Rufián, a quien se le ha hecho la pascua con lo del permiso a expresarse en catalán en el Congreso, pues se trata de un idioma que el hombre nunca ha dominado (aunque insiste en que es el que utiliza para hablar con sus hijos, información escasamente verosímil y muy en la línea de cuando Aznar aseguraba que hablaba catalán en la intimidad).
La cosa es triste, pero al pobre Rufi se le está volviendo en contra lo que, durante bastantes años, le ayudó a medrar en el partido (aparte de su fidelidad perruna a Joan Tardà y al beato Junqueras, sobre el que acaba de declarar que él es más junquerista que el propio Junqueras, a quien tenemos ahora pugnando por el control de ERC, partido en crisis que se ha llenado de gente que le tiene una manía terrible y no ve la hora de perderlo de vista): ser un independentista catalán que se expresaba en castellano.
Él mismo ha resumido la situación de la siguiente manera: “Antes se mataban por encontrar a alguien que promoviera el independentismo en castellano, pero ahora parece que eso está muy mal”.
Se refiere el hombre a la hostilidad que le demuestra parte de ERC por empeñarse en seguir hablando en castellano en Madrid cuando ya puede hacerlo en catalán, que es la actitud adoptada por todos los políticos que lo tienen como lengua materna (lo que no es el caso de nuestro Rufi: él se hizo indepe para medrar en política y escapar al triste destino que le esperaba en Santa Coloma de Gramenet a alguien tan escaso de estudios y de talento como él).
Intuyo que Rufián está encajando las iras de los enemigos del beato, que ya tiene fama de vendepatrias, de vendido a los sociatas y, en resumen, de tibio en cuestiones patrióticas (esa obsesión por ensanchar la base le huele a azufre a todos sus adversarios).
Pero el caso es que Rufi se ha convertido en el principal (puede que único) daño colateral de ese gran triunfo del catalanismo consistente en tirar el dinero de los españoles (incluidos los catalanes) en traducciones simultáneas de las que pasan como de la peste varias de sus señorías, a las que hemos visto deshaciéndose del pinganillo de mala manera en cuanto abren la boca los de Junts o los de ERC.
De todos modos, no creo que Rufián tenga mucho de qué preocuparse en relación con su futuro político.
Todo parece indicar que el beato Junqueras va a salir victorioso del congreso de ERC a celebrar este fin de semana, pues ha reunido más avales que nadie y tiene de su parte al 31% de la militancia del partido (y la militancia decide, como asegura el nombre de la facción del beato, Militància Decidim).
Quienes le plantan cara (Nova Esquerra Nacional y Foc Nou) centran su campaña en ponerle de vuelta y media, acusarle de la infamia de los carteles contra los hermanos Maragall y tildarlo de lamebotas de los sociatas, pero, aparte de eso, solo proponen quimeras irrealizables y remakes del vodevil de octubre del 17.
Y encima, los adversarios del beato se esconden detrás de unos candidatos a los que nadie conoce muy bien: Marta Rovira, de un tal Xavier Godàs; Alfred Bosch, de una tal Helena Solà (también es verdad que ni la una ni el otro tienen mucho de lo que fardar: Rovira se dio el piro a Suiza y ahí se quedó mientras el beato ingresaba en el trullo, y Bosch cayó en desgracia hace años por proteger a un secuaz con las manos ligeramente largas y desconocedor de que solo sí es sí).
Así pues, aguanta, Rufi, que los idiomas no son lo tuyo, pero en Madrid estás divinamente, casado con una del PNV y siendo tratado de Don Gabriel por todos los camareros de la zona de las Cortes. Tú espera a que el beato canturree el ritorna vincitore y la nueva ERC entone en pleno lo de “Rufián, guaperas, habla en lo que quieras”.