Según informa Quico Sallés en El Món, parece que pintan bastos para el inefable Toni Comín, segundo de a bordo de Carles Puigdemont en ese peculiar exilio del que ambos disfrutan desde hace varios años.

La auditoría que le había caído encima a ese político cuya búsqueda de la excelencia le ha llevado, a lo largo de su discutible carrera, a pasarse del PSC a ERC y de ERC a Junts, donde da la impresión que se va a quedar para los restos, dada la falta de ofertas que le permitan medrar más, se ha saldado con serias dudas sobre la pertinencia de invertir el dinero de la Casa de la República en gastos propios que, en principio, no parecían tener mucho que ver con la independencia del terruño.

Me refiero a cargar al Consejo de la República gastos como alquileres de coches para desplazamientos particulares con más ocio que negocio, pago de multas de tráfico, un uso difuso de la tarjeta VISA (21.479 eurillos de nada), alquiler de apartamentos (y de barcos, como el que utilizó para un crucerillo con su amigo Lluís Llach) o retiradas de efectivo superiores a 6.000 euros.

Evidentemente, el señor Comín asegura que todos esos gastos que la auditoría pone ligeramente en solfa encajan con sus atribuciones como padre de la patria (en el exilio), pero hay bastante gente que no le cree y que más bien considera que el hombre dispuso de un dinero que no era suyo (incluido el de los ilusos que aportaron monises para contribuir a la supervivencia en Flandes de los campeones de la Cataluña catalana).

De hecho, este lío de los extraños gastos del señor Comín ya hace unos cuantos meses que se arrastra, y, si no recuerdo mal, hasta le costó el cargo a alguien que los investigó y llegó a unas conclusiones bastante siniestras al respecto.

La verdad es que yo ya había llegado a la conclusión de que se había echado tierra sobre el asunto para salvar la reputación del político pianista, que nunca ha sido gran cosa, dada su evidente condición de oportunista siempre arrimado al sol que más calienta (no hace mucho, nos hizo pasar cierta vergüenza a algunos cuando reivindicó a su difunto padre, Alfonso Carlos Comín, de quien dijo haber heredado el izquierdismo y el amor a la libertad, cuando el hombre que se inventó lo de Cristianos para el Socialismo, estuvieras o no de acuerdo con su progresismo tirando a meapilas, siempre fue una persona decente y un político honesto, dos cualidades de las que carece su vástago).

Si se demuestra fehacientemente que Toni Comín invirtió en sí mismo un dinero que no era suyo, su posición en Junts puede tambalearse. Pensemos que este fin de semana tendrá lugar un congreso de refundación, que es un tipo de evento que se presta a los ascensos y las degradaciones. El hirsuto Toni Castellà ha fundido a sus Demòcrates en Junts y aspira a pillar cacho (le es útil a Puchi para acabar de convertir a su cuadrilla en la voz del nacionalismo total y marginar aún más a ERC: recordemos que en el 2020, al alimón con el fanático ibicenco Josep Costa, Castellà mantuvo una reunión telemática con indepes de extrema derecha como el Front Nacional de Catalunya, de donde luego se escindió la Aliança Catalana de Sílvia Orriols, lo cual demuestra su habilidad para tratarse con cualquier independentista sin exigirle el carné de progresista: ¡hay que ampliar la base como sea!). En el sector bajas, Laura Borràs tiene bastantes papeletas para caer un poco más en desgracia en ese cónclave del fin de semana, seguida sin mucha demora por sus fieles Dalmases y Madaula…

Toni Comín ya no vivía una situación excesivamente feliz. La verdad es que daba pena verlo en la tribuna de prensa del Parlamento Europeo observando con desesperación su escaño vacío porque Roberta Metsola se resiste a devolvérselo hasta que jure o prometa el cargo en Madrid (lo cual constituiría además una inmejorable oportunidad para detenerlo, logrando así matar dos pájaros de un tiro: arrestar a un delincuente español y librar de su molesta presencia a las instituciones europeas). Que lo pillen metiendo la mano donde no debe no va a contribuir precisamente a que el lazi medio sufra por él o se solidarice con su infortunio.

Veremos qué pasa este fin de semana en el aquelarre posconvergente. Tras el desastre del prusés, Puchi tiene que hacer lo posible por aparentar cierta relevancia. Y Comín, como Borràs, que aspire a sobrevivir y se olvide de medrar, que ahora eso le toca al ambicioso señor Castellà.