La Marató anual de TV3 se convoca, teóricamente, para contribuir económicamente a causas nobles. En la práctica, es una forma de ejercer la caridad recurriendo al autobombo (¡qué humano es el principal elemento del aparato de agitación y propaganda del régimen!) y de elevar la autoestima de los espectadores (¡qué buenos somos los catalanes, y qué generosos, a la hora de rascarnos el bolsillo para ayudar a nuestros semejantes!).

Suele celebrarse en torno a la Navidad, época muy adecuada para sentirnos mejores de lo que somos, y se centra cada año en un tema concreto, que esta vez ha sido la salud sexual y reproductiva, un asunto, sin duda, de gran importancia, pero del que debería ocuparse nuestro gobiernillo con el dinero de nuestros impuestos en vez de dedicarse a poner el cazo entre los adictos a TV3.

¿Para qué tenemos un Gobierno autónomo si, a la hora de la verdad, el esfuerzo económico deben acometerlo los mismos que ya han pagado sus impuestos creyendo que de ahí saldrían las soluciones a los problemas de la sociedad? Quitarse el muerto de encima mientras te haces el bueno y el solidario ni es de recibo ni merece aplauso alguno: mientras se le pide al ciudadano que se rasque el bolsillo por la salud sexual y reproductiva, se opta por reducir el número de pediatras en Cataluña, cosa que sucederá a partir de enero. Por no hablar del dinero que cuesta TV3 (cada año más) para dedicarse, básicamente, a emitir propaganda procesista e ignorar o basurear al posible espectador no nacionalista, que se ve obligado a financiar el agit prop se ponga como se ponga.

Tenemos los políticos mejor pagados de España y nuestro dinero se invierte en embajadas inútiles, pero para mejorar nuestra salud sexual hay que pagar a escote. Tenemos la educación hecha unos zorros, como se deduce del último informe PISA, pero la consejera del ramo, Anna Simó, en vez de pedir disculpas y ponerse a sí misma de cara a la pared, se dedica a enviar cartitas a los padres de familia a ver si se ponen las pilas, ¿o es que se han pensado que están exentos de hacer nada para evitar que sus hijos sean, como aparentan, unos tarugos?

El presidente del gobiernillo, Pere Aragonès, se sumó a La Marató para explicar una desgracia personal: los tres abortos que ha sufrido su esposa cuando intentaba ampliar la familia. De verdad que lo sentimos mucho por ella, pero ¿no hay algo de pornografía sentimental en el hecho de ponerse bajo el foco de la salud sexual y reproductiva? ¿Era necesaria esta muestra de sinceridad por parte de nuestro máximo mandatario local? ¿Hacía falta que Aragonès bendijera con su presencia un larguísimo show televisivo con excusa humanitaria?

Sigo pensando que estas desfasadas muestras de caridad solidaria –que recuerdan, por cierto, a algunos hallazgos del franquismo, como las Damas del Ropero o la campaña Siente un pobre a su mesa deberían ser innecesarias si nuestro Gobierno autónomo invirtiera de forma más juiciosa el dinero que recauda con nuestros impuestos. Pero parece que la tentación de hacerse el bueno y de hacer sentir mejores a los catalanes de bien es irresistible.

De todas maneras, da la impresión de que al catalán de bien se le están empezando a inflar las narices con los sablazos solidarios (especialmente, los que acaban de recibir una carta de Anna Simó recordándoles sus supuestas obligaciones educativas). La recaudación de La Marató de este año no ha llegado a los seis millones de euros y es la más baja de los últimos 14 años, señal de que el tocomocho solidario puede estar empezando a dar señales de fatiga.

Por patriota que sea, el procesista medio puede haberse dado cuenta de que le llevan sacando los cuartos desde el poder local desde hace años, sin darle gran cosa a cambio (la independencia, sin ir más lejos), mientras sus queridos políticos viven como Dios (los de aquí y los que se consideran exiliados) y su querida televisión le cuesta un ojo de la cara y la culpa de que sus hijos sean los más burros de España es, en el fondo, suya, que debería llevarlos al colegio previamente desasnados.

Aparte de estar negado para la autocrítica (la culpa siempre es de otros), nuestro gobiernillo tiene una jeta que se la pisa. Por un lado, recauda dinero para mejorar la salud sexual y reproductiva. Por otro, escatima en pediatras y asegura, encima, que su nueva redistribución mejorará la atención a las familias, que hasta dispondrán de un número de teléfono que les ahorrará visitas inútiles al CAP (y a los médicos que queden, tener que tratar con ellos personalmente).

Estamos en manos de una pandilla de ineptos con pretensiones que ganan unos sueldos desquiciados que, curiosamente, nadie discute (¿de verdad es normal que el mandamás de una comunidad autónoma cobre el doble que el presidente del Gobierno español?). Si se les piden explicaciones por lo del informe PISA, nos echan la culpa a nosotros. Y supongo que si les decimos que lo de La Marató es una muestra de hipocresía lamentable nos responderán que no tenemos corazón.

Vistos los resultados de la de este año, igual lo que ya no tenemos es dinero. Ni ganas de que nos lo soplen para hacernos la ilusión, ellos y nosotros, de que somos todos unas bellísimas personas.