El informe PISA correspondiente al año 2022 no muestra mucho entusiasmo por el estado de la educación en España en general y en Cataluña en particular, donde nuestros alumnos aparecen en los niveles más bajos de la calificación -a la altura de Turquía o Vietnam-, sobre todo en lo relativo a las matemáticas, la ciencia y la lectura. Hablando en plata, todo parece indicar que tenemos en Cataluña a lo más tarugo del alumnado español, algo que debería preocupar seriamente a nuestro querido gobierno autónomo, pero de lo que éste se quita el muerto de encima apelando a los efectos de la pandemia o a la avalancha de chavales extranjeros (si este argumento lo esgrimieran Vox o el PP, les caerían acusaciones de racismo, pero los secuaces del Petitó de Pineda lo sueltan con todo su papo y se quedan tan anchos, que para algo se supone que son de izquierdas, además de meapilas). En cualquier caso, como ya viene siendo habitual, ni asomo de autocrítica. Ni de muestras de preocupación ante la posibilidad de que no se hayan hecho muy bien las cosas, que es lo más probable.

Según la oposición (Salvador Illa) ha habido falta de previsión en la educación, como la ha habido antes de la sequía que ahora padecemos. Probablemente, añado yo, porque el gobiernillo ha tenido otras prioridades que pasaban por encima de la noble misión de desasnar a nuestra gente menuda (y de prevenir en la medida de lo posible una sequía criminal). Y esas prioridades todos las conocemos, pues se engloban en el concepto Catalunya über alles, es decir, hacer constantemente hincapié en cuestiones identitarias, dedicándoles tiempo y recursos (con dinero público, claro). Uniendo patriotismo y glamur, nuestros gobiernillos siempre han preferido inaugurar falsas embajadas en la Conchinchina que esforzarse por mejorar la capacidad lectora de nuestros menores, su comprensión de la ciencia y su acercamiento a las matemáticas.

Las excusas de la Generalitat no cuelan. ¿Efectos de la pandemia? Perdonen, pero el Covid afectó a toda España y hay comunidades que ofrecen mejores resultados en el dosier PISA que nosotros. ¿Overbooking de alumnos extranjeros, supuestamente sobrerrepresentados en el informe en cuestión porque se ha analizado a un 24% de no catalanes, cuando éstos solo representan el 15% del alumnado? Solo les ha faltado añadir que los pobres niños catalanes, tan espabilados ellos, son las víctimas propiciatorias de una pandilla de zoquetes venidos del resto de España, de Sudamérica, de los países árabes y, en definitiva, de sitios poco recomendables. Evidentemente, a nadie del gobiernillo se le ocurre la posibilidad de que la inmersión lingüística en catalán haya podido afectar a los críos extranjeros, en especial a los sudamericanos, que se encuentran con que, en una parte de España, el español está francamente mal visto y hay que hacer todo lo posible por eliminarlo.

Entre la prioridad identitaria, la sucesión de consejeros del ramo (todos de un adanismo recalcitrante, convencidos de que con ellos empieza todo y que ahora sí que se van a hacer bien las cosas), las ocurrencias de alcance nacional (o estatal, según ellos), como esa ley Celaá que permitía pasar curso arrastrando varios suspensos (no se fueran a traumatizar los garrulos que no habían dado la talla), el absurdo coleguismo que ha llevado a la pérdida del respeto al profesorado (fomentado a veces por esos padres zopencos que se presentan en la escuela para partirle la cara al docente que ha tenido el cuajo de catear a su chaval, que es una eminencia, como bien saben en su barrio), las derivadas boloñesas del desprecio a cualquier materia que no ofrezca una utilidad práctica evidente y la teoría delirante de que al colegio no se va a aprender, sino a convertirse en un ciudadano ejemplar y, sobre todo, feliz ha llevado a la actual situación de la educación en Cataluña en particular y en España en general.

Se supone que nuestros nacionalistas aman profundamente a Cataluña, motivo por el que la educación de nuestros menores debería ser una prioridad para ellos. Pero cuando descubren que aquí almacenamos lo más garrulo de España, lo único que saben hacer es dar excusas de mal pagador: que si la pandemia, que si los extranjeros... Menos mal que lo importante se sigue cuidando: ¿o es que no nos hace una ilusión tremenda a todos contar con una nueva embajada en Seúl?