En mala hora se le ocurrió a Carles Puigdemont sacarse de la manga (o de debajo de la fregona que luce en la cabeza) el Consell de la República. No hay más que ver con qué le acaban de salir sus miembros (bueno, el 4,4% de ellos, parece que al resto se la sopla todo y puede que hasta lamente haberse dejado sacar 10 euros para formar parte de semejante timo de la estampita patriótica): con que no están de acuerdo con que su creador contribuya a la investidura de Pedro Sánchez, por muchas amnistías que este ofrezca.

Lo que se alumbró como una manera de capitalizarse ha acabado por convertirse en un incordio para el Hombre del Maletero, que, si hace caso a sus descontentos, se queda sin una posible amnistía que le permitiría volver a Amer a empapuzarse de xuxos en la pastelería de su señor padre; y si pasa de ellos como de la peste, corre el peligro de arrebatarle a su odiado beato Junqueras el título de Traidor Máximo de la Cataluña catalana. Hay que ver lo mal que pueden salir a veces las cosas, ¿verdad?

En principio, hará unos seis años, el Consell de la República era una manera de darse aires de grandeza y, sobre todo, de pillar una pasta gansa para la alegre pandilla de Waterloo. Cocomocho aspiraba a timar (perdón, a enrolar para su causa) a un millón de patriotas, cuyas cuotas de afiliación, siendo modestas (10 eurillos de nada), permitían, en teoría, hacerse con 10 millones de euros para sus gastitos. Lamentablemente, no picaron los suficientes incautos como para capitalizarse convenientemente y la cosa se quedó en unos tristes 90.000 afiliados, con los que se pillaba cerca de un millón de euros, pero, claro, no era lo mismo.

Siempre con un ojo en la taquilla, Puchi optó entonces por otro tipo de cuentas de colores con las que tangar a sus indios y se inventó un documento de identidad catalana cuyos precios no recuerdo, pero que eran más modestos si te conformabas con la versión digital y más onerosos si insistías en acceder a la hard copy (aunque no servía ni para que te hicieran descuento en los supermercados Bonpreu). Creo que el tocomocho tampoco salió muy bien, tal vez porque un número cada día más elevado de lazis empezaba a estar hasta el copete de rascarse los bolsillos por una patria que no llegaba ni a tiros.

No sé qué se hizo de tan necesaria documentación, pero el Consell de la República siguió adelante, aunque su líder no pudiera hacerse con ese millón de amigos al que también aspiró en su momento Roberto Carlos para más fuerte poder trincar, perdón, cantar. Puede que la mayoría de sus miembros se dieran cuenta de que los habían timado y se fueran descolgando del invento, pero quedaron los suficientes irredentos empeñados en hacer oír su voz, que ni Cocomocho ni sus secuaces parecían tener mucho interés en escuchar (de ahí las acusaciones al súper tránsfuga Comín de nepotismo y práctica indiscriminada del ordeno y mando y paso de vosotros, pringaos).

Hasta que llegó la hora de los patriotas más incorruptibles y el sector más proactivo del Consell de la República (compuesto por la friolera de algo más de 4.000 seres humanos, los cerca de 90.000 restantes pasaron de todo) decidió adoptar la postura de la criada respondona: se solicitó una votación para ver si se aprobaba el apoyo a Sánchez y el 75% de ese 4,4% de votantes se manifestó en contra. El resultado, como ya se encargaron de asegurar Cocomocho y los suyos, no era vinculante, así que ahora harán lo que les salga del nardo, pero ahí queda la queja de un montón de genuinos patriotas de piedra picada a los que les parece muy mal hincar la rodilla ante el perverso Estado español a cambio de una amnistía que, además, vete tú a saber cuándo llegará, si es que llega, pues algo me dice que Sánchez, una vez coronado (y si no, también), sufrirá una amnesia selectiva sobre el tema asaz similar a la que puede sobrevenirle con respecto al uso del catalán en las instituciones europeas.

Conclusión: Puigdemont ha hecho con el Consell de la República uno de esos negocios típicos de Roberto el de las Cabras. Ni reunió la pasta deseada ni consiguió que los miembros de tan fantasmal entidad le dieran la razón en todo. Y ahí lo tenemos ahora, compitiendo con el beato Junqueras por el título de Botifler de l´any. Cría cuervos, que te sacarán los ojos (sin que antes hayas conseguido sacarles los cuartos). ¡Qué dura es la vida en el exilio!