En estos momentos, en Cataluña, tenemos a dos líderes islámicos (sector salafista) sobre los que pende una orden de expulsión de España por intoxicar supuestamente a sus seguidores con mensajes radicales, tirando a yihadistas. Se trata de Amarouch Azbir, de Vilanova i la Geltrú, y Mohamed Said Badaoui, que lleva 30 años viviendo en Reus. El primero anda suelto y el segundo ha sido internado en un CIE (a veces, todo depende del juez que te toca). Lo normal sería que los políticos catalanes se abstuvieran de opinar acerca de las investigaciones policiales que han llevado a considerar a estos dos señores como enemigos del Estado y propagandistas del islamismo radical. De hecho, esa ha sido la actitud de todos los partidos, exceptuando a los independentistas, que se han lanzado a partirse el pecho por los dos supuestos liantes de Alá y a solidarizarse con ellos frente a las medidas tomadas a su respecto por la policía española, considerada racista por definición, como demuestra lo que disfruta reprimiendo a todo aquel que le molesta, como los lazis, sin ir más lejos. Sin tomarse la molestia de investigar un poco, ERC y Junts x Cat han salido en defensa de sus queridos salafistas, llegando a otorgarles su bendición en el Parlamento regional, reivindicando su arraigo en la comunidad (¿nunca han oído hablar de esos agentes de la CIA detenidos tras 20 años de espiar para Rusia, o, la otra cara de la misma moneda, esos agentes del KGB que se tiraron un tiempo similar trabajando para el tío Sam?: mimetizarse con el entorno y el territorio es algo que hay que hacer cuando trabajas contra los intereses de cualquier lugar).
El aparato de agitación y propaganda del régimen también ha contribuido a la beatificación de los salafistas condenados a la expulsión del territorio nacional, que han aparecido en los noticiarios de TV3 como unos muchachos estupendos con los que se está cebando el racismo de los españoles, que los lazis conocen tan bien gracias a la, en teoría, insufrible represión que llevan sufriendo desde la aplicación del 155 por el cachazudo Rajoy. El señor Badaoui hasta tuvo el privilegio de ser entrevistado por el siempre ecuánime Xavier Graset en su Més 3/24, que es como el boletín informativo oficial del procesismo.
Lanzarse a defender a alguien sin comprobar que lo merezca y considerar por la patilla que lo que se baraja en su contra es pura filfa racista no es algo que debiera hacer ningún partido político mínimamente serio. Lo que pasa es que suponerle seriedad a ERC y Junts x Puchi (y ya no hablemos de la CUP) es mucho suponer, sobre todo cuando se les presenta la oportunidad de poner en práctica el viejo proverbio lazi según el cual el enemigo de mi enemigo es mi amigo. De esta manera, se invita a los salafistas a compartir con los indepes la despiadada represión española, integrándolos así en el delirio procesista. Tomarse la molestia de comprobar sus actividades, ver qué se decía en las mezquitas que controlaban y demás obligaciones de cualquier político responsable es algo que, al parecer, ni se contempla. Salafistas y lazis, ¡mismo combate! Y si los radicales islámicos de turno han tenido previamente la astucia de aprender catalán, llevarse bien con los partidos independentistas (a los que les encanta dar la nota multiculti con alguna diputada con velo), reírles las gracias para que no metan la nariz en sus asuntos y, a diferencia de la emigración sudamericana (que se empeñan en no apearse del castellano, los muy colonos), hacer como que se integran de forma ejemplar, el lazismo los acogerá en su seno y los defenderá cuando tengan problemas con la malvada madrastra española.
Evidentemente, yo no sé si son ciertas las acusaciones que penden sobre los dos líderes islámicos en riesgo de expulsión, pero creo que, si la policía española los considera peligrosos para el Estado, tiene que ser por algo que los demás no sabemos. ¿Hay algún informe de los Mossos d’Esquadra sobre las actividades de los señores Azbir y Badaoui? Caso de aspirar a contrarrestar lo que se da por hecho que es puro racismo, ¿no debería haberlo? Y en caso de coincidir dicho informe fantasma con los de la policía española, ¿no deberían los políticos indepes callarse la boca y dejar de interponerse en el curso de la justicia? ¿No es de una irresponsabilidad tremenda intentar meter en tu bando a una gente de cuya inocencia no puedes estar completamente seguro? Pese a lo que diga el proverbio que me acabo de inventar, el enemigo de tu enemigo no siempre es tu amigo. ¿O es que ya nos hemos olvidado de aquellos grandes ejemplos humanos de integración que se dedicaron a matar gente en la Rambla y en Cambrils hace unos pocos años? Ya entonces, antes incluso de condenar los atentados, nuestras autoridades nos previnieron contra las maldades de la islamofobia, argumento que vuelve a salir ahora con la defensa, tan firme como absurda, de esos dos salafistas que están a punto de ser expulsados de España.