Como cantaba Raimon, quan creus que ja s´acaba torna a començar. Parecía que Pere Aragonès se había olvidado de la independencia del terruño y el previo referéndum de autodeterminación (temas que no aportaron sus delegados a la última mesa de negociación con el Gobierno español ni él en su encuentro anterior con Pedro Sánchez), pero ahora, justo antes de irse de vacaciones, vuelve a sacar el temita y a urgir a su (supuesto) homólogo en Madrid que a ver si va poniendo las urnas y así solucionamos de una vez el (supuesto) conflicto entre Cataluña y España, que en realidad es una diferencia de criterio entre catalanes. Le supongo levemente cabreado por la última encuesta del CEO, en la que iban por delante los partidarios de seguir en España, y que se ha visto obligado a infundir ánimos a los suyos. Según él, si el Gobierno español dice que no hay quorum para la independencia, que lo demuestre con un referéndum. Y concluye que la negativa de Sánchez a celebrar la consulta de marras se debe a que sabe que la perdería. Parece evidente que al Petitó de Pineda le entran las encuestas por una oreja y le salen por la otra. Sobre todo, cuando los resultados no coinciden con sus aspiraciones.
Cuando crees que ya se acaba, vuelve a empezar. ERC lleva cierto tiempo dando señales de que ya se apaña con el autonomismo y de que solo aspira a hacer fosfatina a sus socios de gobiernillo, y uno comete el error de creer que se ha instalado cierta sensatez en el partido. Pero, cuando menos te lo esperas, justo al inicio del ferragosto, el Niño Barbudo te sale de nuevo con la tabarra de siempre: el referéndum, las urnas, la independencia… ¿Se puede ser más cansino? ¿No debería priorizar el hecho de que Cataluña encabece el paro en España durante el mes de julio? ¿O que se avise a la población de una posible sequía en dos semanas justo después de que la portavoz Plaja dijera que no hay nada de qué preocuparse al respecto? Parece que no: vuelve la burra al trigo y el lazi a su referéndum.
Es posible que el arrebato de despedida de Aragonès sea, como decía Paolo Conte de Génova en su canción Genova per noi, una idea como cualquier otra. O sea, que estemos ante un gesto de cara a la galería, para que sus feligreses se vayan tranquilos a sus segundas residencias de Cadaqués (¡cuidado que no les muerda un jabalí, puede que a sueldo del CNI o entrenado personalmente por el comisario Villarejo!), creyendo que en septiembre se reanuda el prusés, que tanto bien ha hecho a la convivencia y a la economía en Cataluña. Prefiero creer en un ejercicio de hipocresía más que en uno de sinceridad, pues en este caso, cabría dudar de la estabilidad mental de nuestro presidente regional. Y querría decir que Aragonès no ha entendido nada de todo lo sucedido desde la aplicación del 155.
El actual presidente de la Generalitat podrá caer más o menos bien o más o menos mal, pero a mí me parece que no es un tarugo como Torra ni un iluminado como Puigdemont. Algo debió aprender de su abuelo, el alcalde franquista de Pineda, aparte de estar siempre con los que mandan. Cosas como que está obligado a apoyar a Sánchez, se ponga este como se ponga, porque si gana las próximas elecciones el PP, va a recibir un trato bastante más desabrido que el actual (especialmente, si Núñez Feijoo necesita al neofalangista Abascal). Como dice el refrán anglosajón, beggars can´t be choosers (los mendigos no pueden elegir). Así pues, que se conforme con esas pomposas mesas de negociación que no sirven para gran cosa, ya que menos da una piedra. Y que deje de dar la chapa con lo del referéndum y la independencia porque el prusés se ha muerto y su cantinela ya cansa. Para ejercer de pelmazo monotemático, ya están los fans de Puchi, que lo hacen mucho mejor.