Suele decirse que la verdad siempre sale de la boca de los niños y de los borrachos. A esos dos entrañables colectivos habrá que añadir a partir de ahora a Gabriel Rufián: tras venirse arriba por haber recibido un premio de los periodistas parlamentarios, lo entrevistan en TV3, le recuerdan su célebre tuit de las 155 monedas (que, según algunos, precipitó la declaración de independencia de un dubitativo Puigdemont) y el hombre dice que quién no la ha cagado alguna vez tuiteando, pero que eso no le convierte en un tarado y que, en cualquier caso, el tarado es el que proclamó la independencia, no él, que, simplemente (y eso lo digo yo) es de natural boquirroto.
Como se pueden imaginar, la cosa no ha sentado muy bien entre los de Junts x Cat, que ya debían estar algo quemados por la detención de ese ex cónsul honorario de Finlandia, Albert Ginjaume, al que han pillado metido en un asunto de tráfico de drogas y que ya fue cesado en su momento por sobreactuar de lazi (la droga, alucinógena, atiende por khat o catonina, lo cual convierte al interfecto en el único militante del partido Junts x Khat).
La indignación entre los fans de Puchi ha sido notable. Puigneró ha dicho que Rufián no es digno de Cataluña. A Dalmases se le ha alborotado el tupé y también ha puesto verde a Rufián. En ERC han tenido que reñir un poco a nuestro gañán favorito, lo cual ha obligado a éste a disculparse de una manera no muy convincente: diga lo que diga, todos nos hemos quedado con lo de que ha tildado de tarado a Puigdemont, y algunos hasta creemos que, más allá de la posible incorrección política, se trata de una definición muy ajustada del Hombre del Maletero.
Tal vez se podría haber formulado la cosa con algo más de sutileza, pero, ¿desde cuándo la sutileza ha estado presente en lo que hace y dice Rufián? Estamos hablando del hombre que se presentó en el congreso con una fotocopiadora y unas esposas, si no recuerdo mal, de un tipo de clase trabajadora (aunque él nunca haya dado un palo al agua) que lo suelta todo tal com raja, sin pararse a pensar si no habría que darles algunas vueltas a los conceptos antes de escupirlos por la boca (cosa difícil cuando has tenido de maestro a Joan Tardà, también es verdad).
Yo diría que aquí el problema principal es que la logorrea de Rufián llega en un momento de poco brillo para Puchi. Su querida Laura Borràs salió levemente trasquilada del aquelarre de Argelès sur Mer, lo cual solo puede contribuir a que me lo arrinconen cada día un poco más. Sigue colgando la historia del ruso turbio, involucrado en el envenenamiento en Inglaterra de los Skrypal (padre e hija), que corría por Barcelona en las fechas previas a la declaración de independencia, un tema que puede resultar de interés tanto para la justicia española como para la europea. Las encuestas no se muestran muy optimistas sobre el futuro de Junts x Cat (sobre el de Junts x Khat aún no se sabe nada). A otra de sus chicas favoritas, Elsa Artadi, se le puede acabar cayendo el pelo por asuntos relacionados con la visita de otros rusos turbios (¿los hay de otro tipo chez Putin?, me pregunto)...
Pintan bastos para el Hombre del Maletero, que se debate entre una progresiva irrelevancia y un posible empeoramiento de su supuesto exilio. Y encima salta Rufián para llamarle tarado. No hay que ser muy listo para llegar a la conclusión de que en el inframundo lazi se está empezando a tomar a Puchi por el pito del sereno. Y por muchas alharacas que monte Aragonès para hacer como que desautoriza a Rufi, todos sabemos que él tampoco soporta al fugitivo, a sus secuaces, a su Consejo por la República, a sus Documentos de Identidad Republicana y demás mandangas puestas en marcha para hacer como que la pandilla de Waterloo pinta algo en el escenario posterior a la aplicación del 155.
Gabriel Rufián ha llamado tarado a Carles Puigdemont y se ha quedado tan ancho. No es un niño y no parecía ir bebido cuando soltó el exabrupto, pero puede que los gañanes dados al medro se hayan convertido, gracias a él, en un nuevo colectivo de esos de cuyas bocas sale la verdad. Continuará…