El líder de la CUP, Carles Riera, es un señor con cara de monje de Montserrat que vive en un mundo paralelo en la que la independencia de Cataluña solo necesita un último empujón para hacerse realidad. No es el único que habita en la más feliz de las inopias, pero sí el más relevante, teniendo en cuenta que su partido, por motivos difíciles de entender más allá del Ebro, forma parte del parlamento catalán.
El comentario más certero que he escuchado sobre la CUP se lo debo a mi amigo Jaume Sisa, cantautor galáctico, quien sostiene que todo lo que saben sus militantes se lo deben al mosén de la parroquia, al monitor del esplai y a algún libro de Bakunin que no acabaron de entender muy bien. Por eso dicen las gansadas que dicen y adoptan las actitudes pueriles que adoptan, que, si ya serían preocupantes en un adolescente, piden ayuda psiquiátrica a gritos cuando se responsabiliza de ellas su líder, que, si no es de mi quinta, poco le falta.
El inefable Riera acaba de partir peras con el gobiernillo que preside Pere Aragonès aduciendo que ahí no se da un palo al agua en pos de la independencia. Tiene razón, pero es que, después de la aplicación del 155, no se puede hacer nada por la independencia sin acabar en el trullo o en Bélgica o Suiza, posibilidades que ponen los pelos de punta al Petitó de Pineda, a sus secuaces y hasta a sus socios de Junts x Cat, condenados todos ellos a hacer como que plantan cara al estado opresor, aunque siempre acaben por obedecer sus órdenes. Refunfuñando mucho, eso sí. O inventándose cosas como esa ley del catalán --¡tramada a espaldas de la CUP, según se lamenta Riera!--, que no es más que una argucia para hacer como que se desobedece a la justicia española sin incurrir realmente en la desobediencia.
Cosas así indignan sobremanera al señor Riera, que sigue agarrado al famoso 52% y demás quimeras procesistas para acusar de traidores y pusilánimes a quienes hacen como que nos gobiernan. Agotada su paciencia, anuncia su paso a la oposición, un acto de gran relevancia para él y desprovisto del menor interés para el gobiernillo y para la mayoría de los catalanes, que consideran a la CUP una excrecencia absurda de la izquierda independentista cuyos miembros nunca deberían haber abandonado los centros excursionistas y las casas okupadas. No hay nada parecido a la CUP en toda Europa, y digo yo que por algo será.
Es tal su irrelevancia que Aragonès prefiere llegar a acuerdos con el PSC que con ellos. De hecho, los han echado de la fiesta indepe, pero Riera prefiere adoptar la actitud, teóricamente digna, del expulsado de un bar que insiste en que se va porque quiere, no porque estén a punto de zurrarle la badana los camareros del establecimiento.
El único consuelo del señor Riera es que no está solo en su delirio. Ahí tenemos a la nueva presidenta de la ANC, Dolors Feliu, que ya le ha puesto fecha a la independencia: febrero de 2025 (¡a más tardar!). O a esos columnistas de diarios digitales subvencionados que insisten en la inevitabilidad de la secesión. O a esos presentadores de TV3 que siguen dando la matraca indepe --lo aprovechan todo, como se pudo comprobar hace poco en el FAQS con el fichaje del comisario Villarejo, esa síntesis perfecta de Arévalo y Torrente que no se quita la gorrilla ni para cagar (con perdón)-- y que van a acabar pringando con la inminente remodelación de la nostra, por poco que los sociatas consigan salirse con la suya.
La ensoñación independentista se acabó cuando Puigdemont se metió en el maletero de un coche rumbo a Flandes y la mayoría de sus secuaces acabó en el talego. Seguir creyendo que la independencia está al caer es, en el mejor de los casos, una muestra de ingenuidad, y en el peor, pura estupidez.
Siga el señor Riera insistiendo en que a él no le echan de ninguna parte, sino que se va porque quiere, y que se preocupe por mantener sus escaños en las próximas elecciones autonómicas (¿lo has pillado, Carles?: ¡autonómicas!), pues son lo único a lo que puede agarrarse para seguir viviendo en esa inopia que tan confortable le resulta.
Los socios del gobiernillo no lo necesitan para nada y tienen cosas más urgentes en qué pensar que la aprobación de la CUP: Junts x Puchi se desploma en las encuestas y ERC tiene que acabar de mutar en CiU sin que se note demasiado. A ambos les respira en el cogote el PSC. Y todos viven en un estado mental al que el señor Riera ha renunciado hace mucho: la realidad.