Se empiezan a acumular los materiales para una película de enredos de alto copete como la última de Ridley Scott, House of Gucci. Podría titularse House of Puchi y centrarse en todos los líos en los que se encuentran metidos los neoconvergentes, que son muchos y variados, optando por un tono a medio camino entre el clásico de Edgar Allan Poe La caída de la Casa Usher y cualquier película de mafiosos de esas en las que dos familias que controlaban un barrio o una ciudad llegan a las manos por el dominio total del territorio: en esas están ERC y JxCat, cuya convivencia en el gobiernillo catalán se va haciendo más complicada a cada día que pasa.
En el papel de joven soldado de una de las dos famiglie tenemos al vehemente Gabriel Rufián, que ha motivado el último rifirrafe con la otra famiglia a causa de las peculiares actividades del consigliere Alay, cuyas aventuras moscovitas no acaban de aclararse nunca, han llamado la atención de las autoridades europeas (estamos en guerra con Rusia y no es lo mismo intentar traicionar a España que a toda la Unión Europea) y amenazan con poner en serios apuros a los héroes del exilio (y de la desbandada).
Aunque Rufián se ha disculpado con la boca pequeña, lo ha hecho únicamente por el tono empleado al mostrar su desprecio por los aprendices de James Bond que contactaron en Rusia con lo mejor de cada casa para ver si podían echar una manita en lo de la independencia (políticos, oligarcas, espías y hasta mafiosos, pues cuando dispones de los servicios de Gonzalo Boye tienes que utilizarlo en ambientes que el hombre domina). La reacción airada de Jordi Sànchez va con el sueldo, pero no resulta muy convincente. Por no hablar de la de algunos mandamases de diarios subvencionados que se han sumado a lo de meter a Rufi en las cloacas del Estado, a ver si cuela. En cualquier caso, las relaciones entre los dos partidos que hacen como que están al frente de Cataluña se acaban de deteriorar un poco más y no parece que vayan a enmendarse gran cosa en los días por venir.
Pronto habrá otra oportunidad de ejercer la solidaridad con la House of Puchi, pero, de momento, no se espera ningún tipo de sobreactuación por parte de ERC. Mientras la justicia incrementa su interés por los trapis de Laura Borràs, esta solo puede contar con la adhesión inquebrantable de los suyos (sobre todo, si se beneficiaron en algún momento de su extrema generosidad con el dinero público). En ERC imperan el desinterés y hasta el desprecio por la oronda figura de la Geganta del Pi, a la que se está insinuando de manera no muy sutil que ya se apañará con sus (presuntas) trapisondas y que no espere de can Junqueras ningún tipo de solidaridad. A fin de cuentas, si de algo puede presumir ERC es de no haber sido nunca un nido de corruptos como Convergència y sus derivados. Carlistas y meapilas, vale, pero nunca tan amigos de lo ajeno como los convergentes, ya pertenecieran estos a la House of Pujol, a la House of Mas o a la House of Puchi.
Para echar un poco más de sal en la herida, los emprendedores muchachos de SCC acaban de presentar una nueva querella por despilfarro procesista contra Puigdemont, Mas y otros miembros de la Pandilla Basura que protagonizó el vodevil de octubre de 2017. La iniciativa ha sido aceptada a trámite y también incluye a Junqueras, pero ya sabemos que el beato tiene línea directa con el Altísimo, lo cual le hace encajar estas contrariedades terrenales con mucha más filosofía que los convergentes.
La House of Puchi cada día tiene más frentes abiertos: las siniestras chaladuras de Alay, la previsible inhabilitación de Laura Borràs (¿acompañada de una estancia a la sombra?), la nueva andanada de SCC, los cada vez más frecuentes rebotes de su socio de seudogobiernillo (hace unos días se sublevó Aragonès contra Puigdemont, luego Rufián la tomó con los Mortadelo y Gonzalón de gira patriótica por la Rusia de Putin)... La Casa de la República se aguanta con alfileres y, tarde o temprano, el gobierno conjunto de ERC y Junts x Puchi se revelará imposible. Lo de Rufián, de hecho, solo es una escaramuza más por el control del territorio y del relato, que para ERC es la vuelta discreta al autonomismo del que nunca salimos y para Junts x Cat se basa en una épica imposible y necesitada de muertos por la patria (si hemos de hacer caso a la señora Ponsatí y su ardor guerrero).
Este pueblo es demasiado pequeño para nosotros dos, solían decir los pistoleros de los westerns cuando se enfrentaban en singular combate. Lo mismo puede decirse de la Cataluña separatista (la literal y la metafórica), y las balas, que ya han empezado a silbar, se van concentrando cada vez más en la House of Puchi.