Según como se mire, el universo procesista puede parecer una versión cutre del universo Marvel, sustituyendo a los súper héroes por los personajes y personajillos que un buen día adquirieron su pasaje para Ítaca y todavía están esperando la hora del embarque. Para según que observadores retorcidos --yo mismo, sin ir más lejos--, el universo lazi resulta más entretenido que el universo Marvel, aunque nadie tenga súper poderes y sus batallitas sean un poco de estar por casa.
Llevamos unos días en que el canibalismo ha hecho acto de presencia entre los, digamos, aspirantes a líderes de opinión de la república catalana que no existe, idiotas: pensemos en los ataques recibidos a manos de los de Puchi por Vicent Sanchis, director de TV3, o Quico Sallés, reportero de El Món y tertuliano habitual del FAQS. Sanchis ha sido increpado por, teóricamente, someter a un interrogatorio casi policial a Laura Borràs, mientras que Sallés ha sido puesto de vuelta y media por decir lo que piensa casi toda Cataluña: que Torra era un inútil que nunca debería haber llegado a presidente de la Generalitat (ni en condición de suplente, como así fue). A Sanchis --un convergente de toda la vida-- lo acusan de estarse pasando a ERC, y a Sallés, de falta de respeto hacia el hombre que, según él mismo tiene el cuajo de sostener, hizo lo que pudo para conseguirnos la independencia, pero no lo logró.
Aunque, en mi condición de botifler, mi opinión es irrelevante, yo diría que Sanchis hizo bien en insistirle a la Geganta del Pi con lo de sus trapisondas económicas en beneficio de un amiguete y que Sallés --que es un lazi de manual, pero tonto no es-- tenía más razón que un santo, pero parece que en el universo procesista estas muestras de tibieza --o de lógica reflexión periodística-- están muy mal vistas. De ahí los mordiscos que se han llevado estos dos señores por parte de los hooligans de Junts x Puchi.
A un nivel aún más chusco, también me ha entretenido mucho el rifirrafe entre Pilar Carracelas y Ramón Cotarelo por un quítame allá esas colaboraciones. Cotarelo se queja de que nunca le llaman de TV3 porque está en manos de los traidores de ERC. Carracelas le dice que no se queje, que ha levantado una buena pasta de la nostra, y le plantifica un documento en Twitter sobre los supuestos emolumentos recibidos por ese sicofante vocacional que, tras un tiempo de hacerle la pelota a Rodríguez Zapatero y ver que no rascaba ni un ministerio, ni una subsecretaría ni un triste euro, se hizo catalán de la noche a la mañana y empezó a rendir pleitesía a Puigdemont (sin haber obtenido tampoco gran cosa hasta el momento, todo hay que decirlo). Cotarelo contraataca y le dice a Carracelas que ella sí que chupa del bote con todas las tertulias de TV3 a las que acude. Poniendo broche de oro a la tangana, Pilarín clama, indignada, que en TV3 solo quieren a Raholas y a Cotarelos (es decir, que detecta una alarmante carencia de Carracelas en la televisión seudo pública). Sin que nadie le de vela en ese entierro, el economista fosforescente Sala i Martín --también conocido como El Payaso de Micolor-- sale en defensa de Cotarelo asegurando que éste siempre ha ido gratis a TV3.
Estoy convencido de que todos los involucrados en estos rifirrafes de chichinabo se consideran elementos fundamentales de la revolución catalana, pero quitando a Sanchis --que juega en primera división--, los demás son meros peones de una estructura jerárquica en la que no trepan gran cosa. Y es que en el universo lazi, como en el de Marvel o DC Comics, hay protagonistas y secundarios, o tal vez una primera división, una segunda y una tercera regional (aunque regionales lo son todas). A mí, lo reconozco, cuanto más cutres son los contendientes, más me divierto, y en ese sentido, creo que la lucha de titanes entre la zafia del Puta España y el abuelete pelotillero es prácticamente insuperable (a no ser que Mark Serra Parés se rebote con el mosso Donaire y se tiren mutuamente del moño en Twitter). Intuyo que a la aristocracia del prusés (Rahola, Antich, Colomines e tutti quanti) le debe traer al fresco la bronca entre Carracelas y Cotarelo, pero los que intentamos extraer un poco de sana diversión de ese mundo tan cansino cada día nos conformamos con menos y nos apañamos con lo que nos proporciona la triste y repetitiva realidad. Bienvenidos sean, pues, Carracelas y Cotarelo: un par de merluzos con mala baba, cierto, pero, como dice el refrán, a falta de pan buenas son tortas.
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