La Audiencia Nacional ha dejado a la Generalitat sin formar parte de la acusación popular en el esperado caso del 3%, argumentando que se echó la solicitud fuera de plazo y que, además, no ve muy claro que se puedan ejercer al mismo tiempo las funciones de acusado y acusador. Aunque en la 'Chene' nunca han andado muy fuertes de sentido del humor, hay que reconocer que con esta propuesta a lo regador regado han dado muestras de un cuajo considerable y hasta puede que de un humor retorcido que igual tiene algo que ver con el célebre hecho diferencial catalán, al que tanto se ha recurrido desde nuestras más altas instancias desde los primeros tiempos del pujolismo.
La jugada era arriesgada, pero supongo que merecía la pena intentarla, aunque sólo fuera para desplegar las marrullerías pertinentes y contribuir a que el caso se eternizara y, a ser posible, no se llegara jamás a ninguna conclusión. Piensa mal y acertarás, dice el refrán, pero es que no se me ocurre otro motivo para que los responsables de las mordidas y sus herederos político-financieros se muestren tan dispuestos a colaborar con la justicia. Es un poco como la supuesta demencia de Marta Ferrusola: puede que sea cierta, pero, conociendo a la Madre Superiora y repartidora máxima de misales, no es de extrañar que la autoridad competente haya decretado que se la someta a un examen mental para comprobar si realmente tiene Alzheimer o si, nunca mejor dicho, se está haciendo la loca para quitarse de encima todas las trapisondas de la familia de los últimos cuarenta años.
No hay que descartar que, tal como funciona el cerebro de los convergentes y los post-convergentes, muchos de ellos vean perfectamente compatible haber puesto el cazo con lo del 3% y considerar que esa componenda merece un justo castigo. Hay muchos convergentes reciclados en JxCat que aseguran que el PDECat es otro partido sobre el que no tienen nada que decir, aunque formasen parte de él hasta hace cuatro días. Por no hablar de esas minutas de abogados de los héroes del 1 de octubre que esas dos formaciones herederas de Convergència intentan endilgarse mutuamente para ahorrarse una pasta y que afore la otra. No descartemos que en alguna mente privilegiada del post pujolismo haya cuajado la idea de que es perfectamente compatible trincar y perseguir al que trinca, aunque lo tengas sentado en el escaño de al lado. Lo cual no quita para que cualquier juez, cuando se vea ante la solicitud lazi de integrarse en la acusación popular por lo del 3% se pregunte si intentan tomarle el pelo.
El pujolismo puede mutar en cuantas cepas guste, pero siempre acabamos encontrándonos ante los mismos perros con distintos collares. Y el cambio de collar obedece de costumbre al lógico anhelo humano de seguir pintando algo y, sobre todo, seguir chupando del bote, que es lo que han hecho los miembros de la famiglia desde 1980, cuando Don Pujolone devino capo di tutti capi. Aunque con cada nuevo presidente de la Generalitat la institución haya perdido algunas neuronas, hasta llegar al encefalograma plano de Quim Torra (veremos qué ocurre con su heredero natural, el magnate petrolífero Canadell), hay cosas del modus operandi de la organización que no cambian. Hacer compatibles las públicas virtudes y los vicios privados es una de ellas. Lástima que esta vez no haya colado.