Cuando se es de natural rijoso, da igual el partido en el que milites, ya que, estés donde estés y pienses lo que pienses, tu prioridad será siempre la misma: meter mano a cuanta mujer (más o menos atractiva, depende de tu índice de tolerancia, que suele ser alto en esta clase de gente) se te acerque, aprovechando que ocupas un puesto de importancia en tu organización política y que, con un poco de suerte, igual te sales de rositas.
Los rijosos se extienden por todo el arco parlamentario y es inútil centrar el foco censor en la izquierda o en la derecha, ya que lo de meter mano sin que te lo hayan pedido es una práctica transversal. Ahora ha caído uno de ERC, como antes cayeron otros de diferentes partidos. Y aunque me encantaría decir que no me extraña porque ERC solo tiene de izquierdas el nombre y es una formación de gente de orden y origen carlista, no me siento capaz: los indepes también soban, sí, pero los unionistas no son mancos y los curas ya ni les cuento.
La decencia de un partido, eso sí, se demuestra en estos casos cesando al sobón de turno ipso facto, aunque su superior inmediato le tenga cariño e intente salvarle el pellejo. Es lo que le ha pasado a nuestro flamante minister of foreign affairs, Alfred Bosch, que ahora va a tener problemas --los pedecatos ya empezaban a pedir su cabeza, no por cuestiones morales, sino porque cualquier oportunidad de jorobar a ERC es bien recibida-- por culpa de las tendencias lúbricas de su jefe de gabinete, un señor llamado Garcías, así en plural, pues si le sobran manos a la hora de tocar culos, también le pueden sobrar letras en el apellido, ¿no?
ERC lo puso en su sitio hace tiempo, pero Bosch ha intentado salvarlo, pues lo lleva subido a la chepa desde que estaba en el ayuntamiento y parece que le tiene cariño. Señor Bosch: con estos inoportunos escrúpulos sentimentales no se llega a ninguna parte en política; aprenda del ex alcalde Hereu, cuando, para salvarse del fiasco del referéndum de la Diagonal, no dudó en poner en la picota la cabeza… De su segundo de a bordo. Si se hubiese deshecho a tiempo del molesto Garcías, no tendría que haber dimitido, como acaba de hacer.
Hay que reconocer que, dentro de la desgracia, ERC ha reaccionado con rapidez para salvar el buen nombre de los políticos independentistas y que su parroquia siga creyendo que solo hay sobones entre los unionistas, pero no puede decirse lo mismo de la CUP, cuya idea del feminismo es realmente peculiar: a su último alcalde rijoso ha habido que sacarlo de su ayuntamiento con agua hirviendo, prácticamente, y aún esperamos explicaciones sobre el supuesto acoso a Mireia Boya perpetrado por no se sabe quién. Lo de que la ropa sucia se lava en casa no es aplicable en este caso, y menos cuando los derechos de la mujer son, teóricamente, un punto fundamental del programa socio-político-moral del partido: no olvidemos que, una vez lograda la independencia --algo inminente con las lumbreras que están actualmente al frente de la CUP--, toca derrocar el hetero patriarcado y acabar con el capitalismo, dos misiones que no son moco de pavo.
Personalmente, no acabo de entender cómo va a vencer al hetero patriarcado en general un partido incapaz de, por lo menos, controlarlo en particular. ¿Por qué no se ha sabido ni un solo nombre de los supuestos machistas acosadores de la CUP? ¿Por qué se baten en discreta retirada las supuestas acosadas? Mientras el señor Garcías anda en boca de todos, los misteriosos rijosos de la CUP se mantienen en el anonimato y da la impresión de que hasta conservan sus cargos.
Necesito que alguien me lo explique. Así pues, creo que la próxima vez que pase por la redacción de Crónica Global, me acercaré al bar que compartimos con la sede de la CUP, a ver si me cruzo con Eulàlia Reguant y me lo explica. No sé si me enteraré de nada, ya que, cuando la veo por la tele, su potencia gestual me fascina de tal manera que me impide escuchar lo que dice, pero por intentarlo que no quede.