Los independentistas están que trinan con los hermanos Roca desde que éstos decidieron echar de comer al rey y sus invitados en la entrega de los premios Princesa de Girona, que este año no se celebra en esa ciudad porque a la alcaldesa, Marta Madrenas, no le sale del níspero. Resulta que, en el pueblo al que se ha tenido que exiliar Su Majestad para tener la fiesta en paz, los hermanos Roca tienen un salón de bodas y bautizos que no está nada mal, y como los buenos comerciantes que son, lo han puesto a disposición de la Casa Real. Aunque les acaben de dar el premio al segundo mejor restaurante del mundo, tras la Osteria Francescana, unos euritos nunca vienen de más.
A la turba indepe no le ha sentado bien la cosa y se ha lanzado a poner verde a los, hasta ahora, cocineros predilectos de Cataluña, con permiso de Ferran Adrià. Los Roca se han limitado a decir que ellos solo cumplen con su deber de marmitones y a ninguno de ellos se le ha ocurrido enviar a salva sea la parte a quienes los critican. Eso sería sobreactuar. Pensemos que el mítico 1 de octubre, los Roca llevaron sus comiditas a un centro electoral, pues el cocinero, por definición, solo aspira a llevarse bien con todo el mundo. Y a lucrarse, sobre todo a lucrarse.
Recordemos a sus colegas del País Vasco cuando se descubrió que muchos de ellos pagaban el impuesto revolucionario a ETA. Se me quedó clavado el bigotazo de uno de ellos cuando salió por la tele afirmando que los cocineros solo vivían para hacer feliz a la gente. No exactamente, pensé, ustedes viven para lucrarse con los productos que despachan a precios excesivos que la gente, en general, no puede pagar. Y ustedes, con tal de poder seguir a lo suyo, sobornan a unos miserables que invertirán su dinero en pistolas con las que volarle la cabeza a quien les moleste. Métase la felicidad donde le quepa, pedazo de hipócrita, y cumpla la pena que le corresponda por complicidad con el terrorismo.
Los hermanos Roca podrían haber declarado que van a echar de comer al Rey con sumo gusto, pero eso sería demasiado pedir. Es mejor adoptar una postura vergonzante, como de víctima de la intolerancia humana, consiguiendo así que hasta Puchi salga en su defensa. Alguien capaz de servir comida a los participantes en un acto ilegal y a la persona contra la que, en última instancia, va dicho acto ilegal no merece el aplauso de nadie, aunque en casos como éste haya que ponerse de su parte porque quienes les acosan nos caen especialmente mal.
Los Roca se están enfrentando a la parte mala de su condición de celebrities. No les conviene hacerle un feo al Rey, pero tampoco pueden presumir de tenerlo como cliente. Ya se sabe que, en España, el único objetivo de los cocineros estelares es hacer feliz a la gente.