Cocoliso y sus 'embajadas'
Parece que Raül Romeva se cree lo que pone en sus tarjetas de visita, lo de que es el ministro de Asuntos Exteriores de la República catalana. Por eso se acaba de sacar de la manga diez nuevas embajadas a cargo de esos nuevos presupuestos que no agradan a sus díscolos socios de la CUP. La noticia cumple dos objetivos: por un lado, negar la evidencia de que el prusés ha entrado en una fase muy cansina incrementando la presencia soberanista en el exterior, a ver si alguien pica; y por otro, señalar a la CUP como principal responsable, entre otras desgracias, de que Cataluña no pueda abrir delegaciones en el extranjero.
También el Astut sacó en su momento el tema del trullo, y ahí le tenemos, libre como un pájaro y consagrado a desintegrar definitivamente su partido y la nación que tanto ama
A efectos prácticos, las nuevas embajadas solo son una muestra más del independentismo de baja intensidad que practica el honorable Cocomocho, que en vez de hacer algo útil y valeroso por la patria --como recurrir a la DUI, sin ir más lejos--, opta por chinchar al Gobierno central con asuntos de esos que se eternizan en el Tribunal Constitucional y que no comprometen en lo más mínimo su seguridad. El hombre ha declarado recientemente a un diario alemán que está dispuesto a ir a la cárcel por Cataluña, pero se le ha olvidado añadir que tampoco tiene una prisa excesiva por ejercer de presidiario patriótico. También el Astut sacó en su momento el tema del trullo, y ahí le tenemos, libre como un pájaro y consagrado a la misión que rige su existencia: desintegrar definitivamente el partido que preside y la nación que tanto ama.
Siempre dispuesto a ayudar a mis gobernantes a resolver sus contradicciones, desde aquí le digo al señor Puigdemont que hay una manera muy sencilla de hacer realidad sus sueños carcelarios. Basta con salir al balcón de la Generalitat a proclamar la independencia unilateral y, en cuestión de horas, puede estar cómodamente instalado en Brians, Carabanchel o cualquier centro penitenciario de su elección. La CUP le aplaudiría y hasta es posible que le ofreciesen los servicios de Garganté por si había que repartir unos sopapos en el momento de la detención. Por el mismo precio, se aseguraría un sitio en la Historia y le daría una lección a su predecesor, que mucho hablar, pero nunca se atrevió a hacer algo tan radical. Ah, y contaría también con mi aplauso, aunque no por los mismos motivos que el de la CUP.
O eso, o reconocer que, pese a los más de treinta años que llevamos de tabarra, el independentismo no ha calado ni en la mitad de la población. Aunque también es verdad que eso sería admitir la realidad, algo que ni él ni los suyos están dispuestos a hacer.