Estamos en momentos complicados sin los grandes liderazgos del siglo XX.  ¿Dónde están esos líderes y qué tipos de liderazgo hay en la actualidad? ¿Regresarán esos liderazgos? Fue un honor participar en la XV Cumbre Mundial de Comunicación Política, en Cancún, con la ponencia La deconstrucción de los hiperliderazgosen una época huérfana de liderazgos fuertes donde prevalecen los hiperliderazgos de políticos que han surgido de momentos de crisis, en una sociedad, VUCA (Volátil, Incertidumbre, Compleja y Ambigua), a otra denominada FRAGIL (Fanatismo, Redes, Altruismo, Globalización, Inequidad y Libertad), a los que se les requiere un plus de liderazgo.

Estos nuevos hiperliderazgos aceptan la democracia, aunque son muy ególatras y personalistas respecto de los fuertes liderazgos que ejercían su poder en beneficio de los ciudadanos y nación. A los líderes fuertes se les recuerda, pero a los hiperlíderes VUCA, no. Vivimos una sociedad en la que ha resurgido una oleada mundial de populismos de todo tipo con nacionalismos, fragmentación de partidos, falta de identificación del electorado en las propuestas y programas y alta desafección con sus representantes porque no ofrecen soluciones a sus problemas.

En estos tiempos convulsos de populismos, los hiperliderazgos utilizan una comunicación muy sencilla con mensajes que se pierden en una sociedad efímera y volátil. Son hiperliderazgos que buscan éxitos rápidos, sobreactúan y utilizan la emoción como eje comunicacional en el mensaje para captar al electorado.

Se da el binomio entre la propia sociedad cansada y desafecta de la clase política que no legitima a sus gobernantes en el ejercicio de su poder y, el político o hiperlíder que tiene que reconstruirse en la búsqueda de mensajes y campaña constante.

Estos hiperliderazgos de mensajes marketinianos, se autodestruyen en un margen de tiempo muy corto por la incongruencia de su estrategia o ideología perdiendo credibilidad y, por tanto, liderazgo y popularidad hasta que en algunos casos desaparecen.

Cuando el storytelling no coincide con su storydoing como el caso de Albert Rivera con el cambio de ideología de centro izquierda en su constitución, a una ideología liberal de centro derecha para captar el voto de la derecha por la fragmentación y la polarización general. El error fue pretender sorpasar al PP y ser la oposición al PSOE.

Los hiperliderazgos suelen ser muy personalistas, ávidos de estar en el poder, además es más fácil que sufran crisis internas en el partido por estar en disonancia con sus estrategias o ideologías produciéndose grietas como el caso del expresidente de Ciudadanos cuando los socios fundadores de la formación: Javier Nart, Toni Roldan, Xavier Pericay y otros dimiten por estar en desacuerdo con los virajes de estrategia, obcecarse en no dar apoyo a la investidura de Pedro Sánchez o la polémica de las primarias.

Lo mismo le pasó a Pablo Iglesias con Iñigo Errejón en Podemos, que empezó a resquebrajarse con crisis internas desde el Congreso de Vista Alegre II entre errejonistas y anticapitalistas, que le acusaban de vaciar de contenido su ideología hasta que deciden abandonar y fundar un nuevo partido.

Parecía que Podemos iba a sorpasar también al PSOE el 26J de 2016, sin embargo, no ocurrió, aunque perdió liderazgo y popularidad. De nuevo el storyterlling no coincide con su storydoing por errores de estrategia o personales como la compra de su casa en Galapagar que no fue bien visto por su electorado y bases, además, de las crisis internas.

El hiperliderazgo en Iglesias se traducen de manera muy visual en el cartel electoral de marzo de 2019, VUELVE. Una estrategia que el mismo dirigente reconocería “un error” y con el que no se sentía reconocido.

Si bien es cierto, que los dos dirigentes se caracterizan por una excelente oratoria y retórica, en el caso de Iglesias, finalmente ha conseguido su estrategia: estar en un Gobierno de coalición con el PSOE tras casi siete meses de bloqueo institucional y no aceptar un acuerdo de investidura en julio de 2019. Sin embargo, perdió en confianza y liderazgo.

No importan las siglas de los partidos, el hiperliderazgo se da en todas las ideologías y políticos que no son como los de antes, "no son únicos” porque han perdido o no tienen esa conexión con el votante, les falta autenticidad.

Desde Donald Trump, Boris Johnson hasta otro hiperliderazgo personalista del presidente de la República de Francia, Emmanuel Macron, como él mismo declararía: “los franceses han elegido la esperanza y el espíritu de conquista”. Pensó que iba a recuperar la Grandeur de Francia y ser el eje fuerte de Europa ante un Brexit que ha dado muchos dolores de cabeza a la Unión Europea.

Sin embargo, su popularidad disminuyó 10 puntos al mes de proclamarse presidente y no hay una política de gestión sino de imagen. No hay más que ver el despliegue de los coches militares descendiendo por los Campos Elíseos cuando celebra su proclamación como presidente de Francia. Recuerda más a una época más militar que actual.

Macron no es De Gaulle, le falta “autoridad” y respeto por haber liderado la Segunda Guerra Mundial. No provenía de una carrera política de peso en un partido, pero aprovecha la dimisión de los candidatos Benoît Hammon y François Fillon en campaña por casos de corrupción.

El rotativo Le Monde critica su “arrogancia”. De nuevo el hiperlíder padece crisis internas con personas de su confianza, el ministro del Interior, Gerad Collomb, dimite generando confusión y la sensación de descontrol por parte del presidente que parecía controlarlo todo.

Francia respira cuando vence a la extrema derecha de Le Pen, pero su mala gestión de los “chalecos amarillos”, las huelgas constantes, una revuelta social y como le descalifica Adam Nossiter en The New York Times, (27 de febrero), “El reformista despreciado por los franceses”.

Estos hiperliderazgos contrastan con los líderes fuertes de antes como Barack Obama y Winston Churchill que tenían algo que les hacía únicos como “la credibilidad” en el primero y “la firmeza” en el segundo. Aparecen en momentos de crisis, pero son verdaderos héroes que rescatan al ciudadano y representan el “cambio” y la “esperanza”. Estamos huérfanos de grandes líderes.

La nueva generación Z (los nacidos entre 1994 y 2010) está rabiosa, cabreada con el sistema y reclama un “liderazgo de cercanía”. Quieren y necesitan a representantes cercanos. A estas nuevas generaciones, más recelosos de su intimidad, necesitan dos cosas: tiempo y esfuerzo en una sociedad de fake news diarias para contrastar las noticias y su veracidad por estar acomodados y ser los nativos digitales.

Sin embargo, conectan con una causa y dedican más tiempo a su colectividad, según el Young People Omnibus de Ipsos MORI. Casi la mitad de las personas de entre 14 y 16 años (46%), en Gran Bretaña dedican su tiempo para ayudar otras personas. Son más responsables con el medio ambiente y se movilizan e incluso recriminan a sus actuales dirigentes en la defensa de sus causas como el movimiento Fridays for Future de Greta Thunberg.

Estas nuevas generaciones que son los líderes del futuro demandan nuevos modelos de liderazgos más cercanos y realistas.  Así que estamos ante el inicio del fin de los hiperliderazgos que se destruyen por sus propios actos reclamando algo muy básico que los políticos deben recuperar: “la cercanía”.