Pintura de Josep Maria Figueras / CASALLOTJA

Pintura de Josep Maria Figueras / CASALLOTJA

Pensamiento

Habitat, la empresa diseñada en un pupitre por Figueras y Suñol

La historia de Habitat es también la muestra de un cambio de manos, de una transformación de las inmobiliarias y del poder catalán y de su influencia

18 abril, 2021 00:00

Todo empezó en un pupitre. La escuela como escenario de la fusión entre la propiedad y la invención empresarial releva, por una vez, al clásico garaje de los magnates de Silicon Valley. La amistad entre Josep Maria Figueras, uno de los grandes empresarios catalanes de la Transición y su socio, Josep Suñol, antiguo accionista de Compañía de Industrias Alimentarias (CIA) y enorme mecenas del arte, se consolidó desde el primer momento, en Virtelia. Ambos fundaron Habitat, la promotora que creció exponencialmente en la etapa inflacionaria, pero que acabó provocando, en 2008, una guerra mercantil contra los Figueras-Suñol por parte de los grandes family office barceloneses, los Cuatrecasas, Rodés, Castro (Hesperia), Andic (Mango) o Dolores Ortega, sobrina de Amancio Ortega (Inditex), accionistas minoritarios, con el 25% de la inmobiliaria.

En Virtelia, cuna del catalanismo de posguerra, se forjó la personalidad de Figueras, un ciudadano de inconfundible cabeza romana, aficionado a la vela, que atravesó muchas veces los mares del sol: el Tirreno, el Adriático, el Mármara o el Egeo. El yate de Figueras, comparado entonces con el Catalonia de Francesc Cambó, fue un símbolo de la libertad, pregonada por el empresario de equívoca vocación política, concretada en 1976 con la refundación de la Lliga Regionalista, un partido laminado en el primer minuto por el nacionalismo naciente de Jordi Pujol. Los dos socios de Habitat, Figueras y Suñol, se declaraban dilectos de Cambó “un hombre de formación excepcional para su época, prolífico autor de ensayos políticos y económicos, emprendedor, millonario a la americana, destacado mecenas del arte y el mayor coleccionista de arte de España”, en palabras del historiador Borja de Riquer, autor de la biografía L’últim Cambó.

Fotografía de Josep Suñol / WIKIPEDIA

Fotografía de Josep Suñol / WIKIPEDIA

Habitat Inmobiliaria fundada en 1953, como promotora de viviendas, se expandió en pocos años, hasta convertirse en el motor de los barrios del cinturón de Barcelona, durante la inmigración masiva, coincidiendo con el relanzamiento industrial basado en los bajísimos costes laborales de una economía cerrada. La empresa creció como la espuma levantando lupanares de hormigón en San Ildefondo, Congreso o Bellvitge. En poco tiempo, entregó casi 100.000 viviendas. Sus modernos métodos de venta sobre plano fueron seguidos posteriormente al pie de la letra por promotores de éxito como Núñez y Navarro, la Clau d’Or, el Grupo Reyna o Don Piso, firmas que a la postre formaron un oligopolio de la oferta de suelo urbano, motor del ladrillo en las dos últimas décadas del siglo pasado, hasta llegar al cénit del metro cuadrado, al calor de los Juegos Olímpicos de 1992. El tocho se arremolinaba los domingos por la tarde en el palco del Camp Nou alrededor de Josep Lluís Núñez. Pero Figueras no quiso ser parte de aquella tribu asilvestrada y fundó los Barcelona Dragons, la marca apoyada por Joe Montana, el gran quarterback de los California 69, que debía conducir en España la colonización fallida del rugbi americano, en plena fiebre de la Super Bowl.  

El último estertor

En diciembre de 2006, Bruno Figueras, hijo de José María y líder de la segunda generación de Habitat, adquirió la división inmobiliaria de Ferrovial, con lo que pasó a convertirse en la quinta empresa de su sector en España. Figuras hijo se puso a la altura de los Del Pino o de la ACS dominada por el núcleo Florentino Pérez-Banca March; quiso competir por el liderazgo en España con los Entrecanales (Acciona) y con Vallehermoso. Pero la liquidez a raudales fue su espejismo; la banca acreedora, un pool formado por Caixa, Santander, BBVA, Popular, Sabadell, Banesto, Barclays y Deutsche Bank, pasó de socio a exigente ejecutor. Dos años después de hacerse con Ferrovial, la empresa de Bruno Figueras, aquejada de un apalancamiento excesivo y acuciada por un pasivo impagable, producto de la burbuja subprime, cayó en un atronador concurso de acreedores, con un pasivo de 2.300 millones de euros. Aquel estallido fue el último estertor de la caída de los super negocios en la California del futuro, que se había anunciado una década antes, en la suspensión de pagos de Ercros.

Desde 2018, la nueva Habitat Inmobiliaria, nacida de las cenizas de Bruno y participada mayoritariamente por el fondo Bain Capital Credit, puso en marcha un plan de salvación y futuro basado en la adquisición de suelo con fondos propios de cerca de 500 millones de euros, con el fin de alcanzar la entrega de 2.000 viviendas anuales a partir de 2021. La compañía, con Juan María Nin --ex primer ejecutivo de Caixabank-- como presidente, trasladó se sede a Madrid, con el objetivo crecer y posicionarse como una de las promotoras residenciales “líderes del mercado español”, prometió el mismo Nin.

Proyecto de la inmobiliaria Habitat en Dos Hermanas, Sevilla / HABITAT

Proyecto de la inmobiliaria Habitat en Dos Hermanas, Sevilla / HABITAT

Los años de la risa y el fácil olvido quedan atrás. La ciudad de los prodigios va camino de perder su encanto además de sus negocios. En sus mejores momentos, Josep Maria Figueras presidió la Cámara de Comercio de Barcelona, el Consejo Superior de Cámaras de España  y creó, con el plácet de Bruselas, la Asociación de Cámaras del Mediterráneo (ASCAME). El empresario era entonces un imán de los negocios; una avanzadilla muy apoyada por el Icex del Ministerio de Comercio e Industria. Además, potenció Fira Barcelona hasta estrellarse contra el muro de incomprensiones levantado por la guerra entre Jordi Pujol y el entonces alcalde, Pasqual Maragall.

Sus viajes al levante mediterráneo fueron un rosario de visitas a las piedras del pasado. Buscó símbolos en el ciclo trino de la leyenda de Zeus, que cada década renueva la soberanía minoica, en la isla de Creta; comprobó a pie que de la orgullosa Esparta no queda nada, a parte de la estatua desconchada de Leónidas, clavada en una roca; amó la Acrópolis turística con un siglo de reconstrucciones a cuestas y tuvo tiempo de contemplar, desde las columnas del Templo de Minerva, las costas de Salamina y el mar de Epidauro. Fue un adicto a los amaneceres de Cabo Sunion, un navegante adornado por la belleza femenina de su entorno y ajeno a las maledicencias de su ciudad; revisitó el mundo húmedo de sus antecesores, como el industrial Pere Milà, que levantó la Pedrera de Gaudí, tras esposarse con la millonaria viuda Guardiola (“qué n’es d’afortunat Milà: pot deixar la “guardiola” a casa i venir amb l’amant al Liceu”, se decía en la ciudad del art déco).

De aquello, como de Esparta, no queda nada

Se dice que los momentos cenitales son el logro de los pioneros y que las etapas de felicidad distributiva pertenecen a las segundas generaciones. José Suñol responde a esta segunda etapa. El hijo de Josep Suñol i Garriga, editor industrial y presidente del FC Barcelona, fusilado por los nacionales en la Guerra Civil, vivió su infancia en Suiza; de regreso a Barcelona, gestionó los penúltimos años de la gran empresa alimentaria CIA y fundó Habitat, junto a su socio y amigo. Suñol, fallecido en 2019, ha sido el artífice de una de las mejores colecciones de arte en el ámbito privado de España, que incluye obras de Picasso, Warhol, Giacometti, Tàpies o Man Ray.

Habitat emergió en el medio siglo y su idea inicial murió con la pasada centuria. Al inicio de los ochentas, diez años antes de la muerte de Josep Maria Figueras, el mundo económico catalán paseaba por España su inconfundible sello: Josep Termes desempeñaba la presidencia de la Asociación Española de la Banca (AEB), Alegre Marcet se sentaba en la cúpula de la patronal eléctrica (UNESA), Pedrol Rius en lo más alto de la magistratura, Figueras en la torre corporativa de las cámaras de comercio y Carlos Ferrer-Salat se encontraba en los últimos desempeños de la presidencia de la poderosa patronal española, CEOE. De aquello, como de Esparta, tampoco queda nada, a menos que confundamos a Leónidas con el capità collons de la Rosa de Foc.