El unicornio de cuello alzado sustituye al nudo Oxford en las mullidas butacas del palacete Samanillo, sede del Ecuestre; despierta más pasión que la neutralidad del Círculo de Economía y hasta mejora la placenta sedentaria de la gran patronal, Foment del Treball, aunque la cornucopia del caballo de frente adornada no esté colgada todavía en los pasos perdidos del edificio que levantó Adolf Florensa, aquel arquitecto novecentista influenciado por la Escuela de Chicago, que abrió la Via Laietana de Cambó.
El unicornio está en la calle y ha construido un edificio contable de mil millones de dólares, sin pasar por la Bolsa y mucho menos por el Ibex 35. ¿Pero quién es el unicornio? Es el dios de la revolución digital, con representantes en la tierra como Pep Gómez, el ex-CEO de Fever.
Gómez integra la lista de los jóvenes brillantes, menores de 30 años, elegidos por Forbes España y punteros en sectores como la tecnología, la cultura o la sostenibilidad. Son emprendedores brillantes, probablemente los pocos que podrán competir con los dos millones de chinos inteligentes y con estudios que se abalanzan sobre Occidente para conquistar nuestros mercados. La economía y la geopolítica se han convertido en pocos días en ciencias concomitantes. La Rusia de Putin quiere imponer el cinturón que va de San Petesburgo hasta Shanghái, pero llega tarde porque la Ruta de la Seda de Xi Jinping ha alcanzado ya el Mediterráneo.
Cuando no había cumplido la veintena, Gómez fundó Fever, una plataforma de alternativas de ocio en diferentes ciudades, cuya valoración alcanzó los mil millones de dólares, gracias a una ronda de inversión financiada por Goldman Sachs. Después creó Reby que se dedica a diseñar vehículos eléctricos para uso compartido, con presencia en 20 ciudades europeas con la que trata de empujar hacia una movilidad urbana sostenible.
Los roadshows de los bancos de inversión, a la caza de emisiones en las clásicas OPV bursátiles, están en desuso frente a la presentación de empresas sin intermediarios, ante inversores interesados. El que antes era un dealer en el mercado de valores, ahora se hace socio directo de las nuevas startups y las financia con recurso a la deuda. Pese a su riesgo, el mercado de capitales ha vuelto con fuerza frente al de renta variable.
Las empresas unicornio son negocios B2C; llegan directas al consumidor y valen lo que venden. La mayoría de ellas están radicadas en EEUU, debido al gran tamaño de aquel mercado, pero China les pisa los talones a base de firmas como Xiaomi. En 2017, el número de startups unicornio en el mercado norteamericano había crecido de 39 a 197, divididas en 13 sectores verticales. En España, son legión los que quieren ser cómo Aileen Lee, la fundadora de Cowboy Ventures. Pero no todos alcanzan la gloria de Forbes, obtenida por Gómez.
Bien entrada la quinta ola, la industria y la energía, motores tradicionales del crecimiento, viven presas del pánico que provoca la inflación de dos dígitos. En la economía convencional, la melancolía ocupa el lugar de la valentía. Los operadores se han olvidado del sentido del riesgo, un factor que por lo visto solo crece cuando el medio es ingrávido.
El tuit y el fieltro apenas lucen en los campos de golf que rodean el área metropolitana de Barcelona; los despachos del siglo digital retiran la caoba y el neón; abren espacios abovedados y desmontan las celosías labradas en cristal; desguarnecen los capiteles y aplican la tarifa plana. La desnudez del unicornio impone su ley al gentilhombre.