Si la justicia emana del pueblo, como dice la Constitución del 78, no puede haber una justicia despegada de la voluntad popular; pero si emana del pueblo y se administra en nombre del rey (también lo dice la Constitución), estamos en el adorno. Justamente, el adorno es lo que caracteriza a las democracias avanzadas. El poder judicial es una traslación del mismo principio. El detalle manda, especialmente cuando se trata de un whatsapp venenoso filtrado a más de doscientos altos cargos que, de inmediato, miran al firmante, Ignacio Cosidó (portavoz del PP en el Senado). Pero Cosidó no fue el autor, sino el simple mensajero. La nota vino de Génova 11 y no era un comentario. La nota era un “argumentario” del PP que canta por el estilo inquisitivo de los muy instalados y está tocado de procacidades político-leguleyas (“así entramos en la Sala de lo Penal por detrás..”), propias del que está de vuelta de todo. Con este añadido del deporte pepero: ¡todos a por la ministra Delgado! 

Días después, a pesar del escándalo, la cámara alta sestea. No hay nada de qué preocuparse: “solo hemos desmontado el pacto Sánchez-Casado en un pésimo momento para nosotros, porque estamos en plena campaña electoral andaluza”, revela una fuente del grupo conservador. Había que desactivar el nombramiento de Marchena en el CGPJ y lo desactivó el propio juez al rechazar el cargo. Para que luego digan que la cámara alta no pinta nada. El Senado español es un no lugar, un espacio de voces lejanas que no pueden prescindir del coro.

Cosidó ha hecho de recadero y de cebo. Y por eso está tan pancho. La anticipación imperceptible de una intriga forma parte de la habilidad del intrigante. En el caso de Ignacio Cosidó no hay anticipación, sino golpe repentino, aunque todos sabían lo que estaba sucediendo. Así ocurre cuando el intrigante entra en escena, revelando que el Conde de Montecristo (en la novela de Alejandro Dumas) es, en realidad, el mismo Edmundo Dantés. Ahora, lo que desveló Cosidó era conocido por el lector atento desde la primera página. Cosidó hizo un corta y pega sin dar ninguna pista a cerca del whatsapp inspirado por el exministro Rafael Catalá. El exjefe de Policía de Rajoy en los años del Termidor, con Fernández Díaz como ministro de Interior, se sabe amortizado. Solo ha sido un instrumento voluntario para paliar el cabreo que había dentro del PP, a causa del pacto que nombró a dedo a los magistrados del CGPJ.

Ignacio Cosidó Farruqo

Ignacio Cosidó Farruqo

Ignacio Cosidó visto por Farruqo

En medio de este desencuentro teatrero, Albert Rivera se queda con la perra gorda. Rivera y a su reciente compañero de cuitas, Santiago Abascal, van de regeneracionistas: “hemos denunciado el pasteleo del bipartidismo, que nombra al presidente del CGPL antes de que los vocales voten a quien les convenga”. Cuando el Air Force de Sánchez aterriza en Bruselas --procedente de la Habana-- con escala en Madrid, en la cabeza del presidente solo cabe Gibraltar. La crisis judicial ya es pasado. En Ferraz se retocan los nombres de los magistrados del Consejo mientras todo el mundo espera para 2019 una sentencia ajustada a derecho del 1-O, a cargo de Manuel Marchena, que sigue siendo el ponente de la Sala Segunda en el juicio. Marchena es de los buenos de verdad y representa una garantía más que una amenaza, a pesar de lo que digan los defensores de Junqueras y sus camaradas. El magistrado fue propuesto por el PP, pero también tiene aliados en el Gobierno de Sánchez, concretamente Grande-Marlaska (Interior) y Margarita Robles (Defensa). En la bacanal de las togas, que se arremanguen los políticos; ellos se lo han buscado.

Una vez cerrado el círculo del engaño, el portavoz del Senado devuelve el disfraz alquilado al Rey de la Magia y se aparta, por más que el excomisario Villarejo lo relacione con los tejemanejes de la administración Rajoy, en las cloacas del Estado (escándalo cutre, cutre y sin recorrido). Hemos visto nacer a un nuevo José Fouché, aquel que fue policía con Napoleón, ministro en el Segundo Imperio y alto dignatario con la Restauración monárquica. Fouché era poco hablador. Solo amagaba en su mesa de despacho, delante de las visitas, con las yemas de los dedos tocando papiros sellados y con una mueca de niño malo que decía “aquí estás tú; tu politiqueo, tus andanzas y tus devaneos más venales”.

Haciendo las veces del francés, el senador ya puede considerarse vitalicio. Ha pasado a ser uno de los que lo saben todo de todos. Su poder emana del pueblo y se administra en nombre del rey; no reside en saber, sino en callar; y su silencio expresa la estética del traidor, aunque sea el traidor teatralizado. Después del 2D andaluz, PSOE y PP firmarán otro pacto de la Justicia con los mismos mimbres. El Estado, Deus ex Machina, es un Dios proveedor; el Ogro Filantrópico (le llamó Octavio Paz) que cuando no mata, engorda.