Ha bastado la declaración de quien fue secretario de Estado de Seguridad en 2017, José Antonio Nieto, para que los mismos periodistas expertos en tribunales que la semana pasada descartaban la rebelión o sedición ahora acepten que el juicio en el Tribunal Supremo ha dado un vuelco favorable a las tesis de las acusaciones. Es evidente que desde la perspectiva penal todavía es muy pronto para sacar conclusiones en un sentido u otro, pero precisamente por eso sorprendía la prisa de algunos medios y ciertos analistas, incluidos eminentes juristas que hacen estos días el papel de opinadores, para concluir que los argumentos de la Fiscalía y la Abogacía del Estado se estaban deshaciendo como un azucarillo. Sorprendía tanta rotundidad porque hasta este lunes apenas habían declarado testigos y todavía están por examinar las pruebas periciales y documentales del caso.

Tanta prisa por descartar la rebelión y atribuir la violencia del 1-O a las fuerzas de seguridad tal vez sea debido a que en Cataluña pervive bastante aquel “mundo al revés” al que se refirió el exdelegado del Gobierno Enric Millo en su extensa declaración de ayer por la mañana. En septiembre de 2017, el movimiento separatista convirtió en un ataque a las instituciones catalanas la orden judicial de registro de la Consejería de Economía junto a una serie de detenciones de altos cargos del Govern. En ese “mundo al revés”, los que llevaban a cabo un golpe contra la democracia constitucional española aparecían como las víctimas y, por el contrario, la voluntad de defender al Estado de Derecho era poco menos que calificada de agresión a “la voluntad del pueblo de Cataluña” y su Parlament. “El Estado asalta las instituciones propias y llegará hasta donde le dejemos. Vivir en democracia en Cataluña está en nuestra manos”, escribió la mañana del 20 de septiembre el presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, en las redes sociales. “Se han equivocado mucho, nosotros queríamos votar, ellos nos han declarado la guerra. Salgamos a defender las instituciones pacíficamente. Gran Vía-Rbla.Cat”, lanzaba también en Twitter el otro líder social del independentismo, Jordi Sànchez, convocando a concentrarse frente a la sede de Economía. Lo sucedido ese día, con la clara simbiosis entre Govern, Mossos y multitudes independentistas organizadas, acabó siendo solo el aperitivo de lo que ocurriría durante la jornada del 1-O.

A las declaraciones de Nieto y Millo se añadió ayer por la tarde la del coronel Diego Pérez de los Cobos, que confirmó el relato de la Fiscalía y abundó en muchos detalles sobre la actitud desleal de los Mossos dirigidos por el mayor Josep Lluís Trapero, quien burló con diferentes ardides la orden judicial de la magistrada Mercedes Armas con la excusa de “preservar la convivencia ciudadana” y llevar a cabo el referéndum prohibido. El coronel de la Guardia Civil describió la mecánica de la policía autonómica para obstruir la labor de los otros cuerpos de seguridad, espiarlos y monitorizarlos. Su pormenorizado relato de lo acontecido, que no pudo ser contradicho por los abogados de la defensa, fue demoledor para los acusados. Aunque estamos todavía muy lejos de poder avanzar ninguna conclusión penal, los que han tenido tanta prisa en descartar en estas primeras semanas los delitos de rebelión o sedición han demostrado hacerlo por un claro prejuicio.

Con estas tres declaraciones, lo realmente novedoso es que por primera vez los espectadores independentistas que sigan con atención el desarrollo del juicio se están pudiendo enfrentar a otro relato, sólido y bien articulado, sobre lo que sucedió en septiembre y octubre de 2017, muy diferente de la historieta victimista que sus medios les han estado explicando desde hace más de un año. No obstante, no hay que ser muy optimistas sobre que todo ello pueda cambiar su opinión, pues se rige por unas pautas emocionales, de pensamiento y selección de la información para seguir mirando el mundo al revés.