Jordi Gracia (Barcelona, 1965) es catedrático de Literatura Española en la Universidad de Barcelona, ensayista y autor de varios libros que son una referencia sobre la historia intelectual de España en el siglo XX. Entre ellos destacan La resistencia silenciosa; La vida rescatada de Dionisio Ridruejo; A la intemperie. Exilio y cultura en España o El intelectual melancólico. Ahora acaba de publicar un librito --por su tamaño-- en el que analiza el por qué del fracaso de la izquierda. Su título, Contra la izquierda, pretende ser una palanca para defender otra izquierda, más valiente y con otro discurso. Crítico con el proceso soberanista, Gracia reprocha también que no se haya sabido ver cómo ha crecido el independentismo. En la entrevista con Crónica Global, considera que el acceso al Gobierno de Pedro Sánchez, y la propia evolución del independentismo, puede arrojar alguna luz. Y se puede dar la oportunidad para “un independentismo crítico”.

--Pregunta: ¿Cree que entramos en otra fase en Cataluña con la formación de un nuevo Gobierno en la Moncloa y el acercamiento de los políticos presos en Cataluña?

--Respuesta: La nueva fase empezó, de hecho, con la misma moción de censura respaldada por dos partidos en posiciones independentistas: es un indicio frágil pero real sobre el fracaso del unilateralismo, que es el auténtico agujero negro de esta historia. Ninguno de los pasos del gobierno Sánchez desmiente la oxigenación social y la racionalización política.

--¿Se podría entender que este Gobierno de Pedro Sánchez pudiera aplicar de nuevo el 155 si el Govern de Quim Torra vuelve a apostar por vías unilaterales?

--Si hubiese otro abuso por parte del independentismo sobre los derechos de la mayoría social catalana --no independentista-- me parece que tendría sentido, aunque sea el escenario más lúgubre posible: hay tantos en marcha y a la vista que no veo por qué conjeturar el más desestabilizador.

--¿Es un buen indicador lo que ha pasado con la renovación de la cúpula de RTVE?

--Lo es, pero quizá no en el sentido que implica la pregunta: tenemos poca costumbre de gobiernos que rectifican sus decisiones equivocadas en cosa de horas, y este lleva ya al menos dos importantes. También ayuda que Ciudadanos siga fuera de la lona, o en el rincón de pensar.

--Conociendo la sociedad catalana, y también el entramado intelectual y cultural, ¿ve posible una rectificación de ese independentismo que ha llegado tan lejos?

--Veo posible la reducción en un porcentaje impreciso de personas que respaldaron reactiva y emocionalmente el independentismo, dada la ausencia de otra opción mejor en el debate público y a la vista de la gestión irresponsable que el gobierno del PP hizo sobre el problema en Cataluña en los últimos años. Claro que es posible animar otras vías de cambio  –como hacen socialistas y comunes--, aunque será bueno que todos nos acostumbremos a convivir, en Cataluña y en España, con un independentismo de matices diferentes pero muy importante en términos sociales. En todo caso, hay una oportunidad para el independentismo crítico.

--Usted ha escrito un breve ensayo, Contra la izquierda, con el objeto de recuperar la izquierda, ¿qué le ha pasado a la izquierda en los últimos años en Cataluña y el resto de España? ¿La crisis económica lo ha condicionado todo?

--La crisis económica ha hecho explotar las coordenadas de funcionamiento de todo el sistema y ha provocado respuestas críticas que han llegado desde la izquierda y la derecha. Pero la víctima inmediata ha sido la socialdemocracia, que ha quedado noqueada, sin capacidad de respuesta y con una propensión tácita al conservadurismo. Transigió con problemas muy graves y ello provocó que apareciera otra izquierda a su izquierda en España, pero también en otros países, como Francia o Italia (y es buena noticia, sin duda). Ello dio como resultado una colisión en la izquierda, con una izquierda pragmática y crítica, y una izquierda que enfatiza la ruptura, pese a su fondo real socialdemócrata.

--¿Usted con qué se queda de esas dos izquierdas?

--Yo me quedo con esa izquierda pragmática y crítica, y la presión real y colaborativa de la izquierda más dura, pero rechazo su propensión al idealismo narcisista y sus simplificaciones resolutivas porque son contraproducentes para la mayoría social. Algo parecido, en realidad, al escenario actual.

'Contra la izquierda', de Jordi Gracia

--Pero esa izquierda más conservadora se quedó paralizada en los últimos años, al margen ahora de esa moción de censura que ha posibilitado el Gobierno de Pedro Sánchez.

-Sí, la autocrítica del PSOE no llegó cuando tocaba. Seguramente hay que recordar ese momento en el que Alfredo Pérez Rubalcaba logra el poder interno en el PSOE, tras una presión salvaje para que no ganara Carme Chacón. Ese es el principio del declive soocialista, un error estratégico impulsado por los pesos históricos del partido, que se quiso reproducir con Susana Díaz en la batalla con Pedro Sánchez.

 

--¿Por tanto?

--Bueno, ese error creo que fue determinante para la aparición de Podemos y es obvio también que ese error ha sido ampliamente rectificado. Diría incluso que los cambios recientes en un periódico como El País aportan una normalización mediática sustancial y favorecedora de la distensión general. La reconexión socialista con su electorado está probablemente en marcha, sin que eso debilite por fuerza a Podemos: algunos votantes de Ciudadanos puede que echen el freno a la vista del rancio neoespañolismo que a veces inspira sus actos públicos.

--¿Quiere decir, con ello, que debe haber una izquierda que actúe, que tiene todavía capacidad de maniobra en cuestiones, pongamos por caso, fiscales o tributarias?

--Si alguien como Antón Costas, que sabe de verdad de esto, cree que existe margen de maniobra para que el poder político regule, controle o atenúe la presión de los poderes económicos, será que sí. Yo también creo que hay margen de maniobra para que el poder político recupere parte del control, aunque es verdad que echo en falta ese discurso convencido y programático, que parece condición indispensable para que exista esa opción. Podemos ha moderado su discurso en buena medida porque ha abandonado la fantasía del sorpasso al PSOE, y parecen asumir unos y otros que con más de diez millones de votantes potenciales entre ambos, puede gobernar la izquierda blanda y dura. Es una novedad inexplorada en España.

--Eso quiere decir que Podemos habría asumido un papel de colaboración con el PSOE, dejando a un lado su pretensión de sustituirlo.

--Me parece que se ha dado una circunstancia nueva en los últimos tiempos y es que Podemos actúa bajo las pautas que había defendido Iñigo Errejón. Hay hoy en Podemos una especie de errejonismo sin Errejón. Yo preferiría que fuese con Errejón.

--Entonces, insistimos, ¿fue un error pretender sustituir al PSOE?

--Fue un grave error de cálculo pensar que las movilizaciones en la calle encarnaban una mayoría social de izquierdas que en realidad no existía: infravaloraron al adversario. Se creyeron sus ideas sobre el llamado régimen del 78, y valoraron mal el papel que mantiene el PSOE en este país.

--Vayamos a esa idea del régimen del 78. ¿Se aguanta esa crítica, la ve plausible?

--La misma denominación, por analogía con el único Régimen que ha habido aquí, me parece una deshonestidad intelectual, una especie de fake new aplicada a la historia. Nadie evalúa el franqusimo de 1945 como equiparable al de 1965 y por tanto es absurdo pretender que los déficits de la democracia actual estén anclados en el presunto fracaso de la Transición, cuarenta años atrás. Las flaquezas democráticas en pleno siglo XXI no son imputables a quienes construyeron la Transición sino a la pasividad conformista con que este país vivió aquella democratización real, junto a la especie de resaca que vivimos tras 1992. Los controles de salud democrática, la vigilancia sobre la corrupción enquistada en los partidos y la pugnacidad misma fallaron después, no durante la Transición, aunque es verdad que la sacralización global de aquella etapa está en el origen de la actual iconoclastia. Pero es más propaganda política que crítica histórica.

--¿Por tanto?

--Culpar a los padres por la crisis de democracia en el siglo XXI es exonerarnos de nuestras responsabilidades políticas. MI propia generación ha sido poco combativa contra los múltiples síntomas de colapso democrático de los últimos quince años y ha aplazado la reforma actualizadora de la Constitución, o ha creído poco en ella, quizá porque siempre había una coyuntura política inmediata que paralizaba la posible reacción. Cuando Aznar (es decir, Rajoy) perdió las elecciones en 2004, los socialistas accedieron al poder sin que entre sus planes estuviese afrontar a fondo y con cuidado la reforma constitucional: la gente era ya otra y vivía de otra manera pero la estructura legal era la misma. Parecía la Constitución intocable, igual que pensar en un estado federal parecía cosa de trabucaires, pero son posiciones perfectamente sensatas.

--¿Qué marca Aznar?

--Para mí, la mayoría absoluta de Aznar desde 2000 constituye el origen de buena parte de los problemas políticos de hoy: rebrota un neoespañolismo de derechas que siente por fin acabada la travesía del desierto, se acaban los idilios con el nacionalismo catalán, se activa un indisimulado maquillaje del franquismo (que no condena el PP), se apoya un revisionismo de garrafón y fraudulento con Pío Moa o César Vidal, junto a sus teorías estrambóticas sobre el origen de la guerra en 1934, cuando obviamente la guerra empieza con el golpe de Estado de julio de 1936. O el nivel de sectarismo de los informativos de TVE, con Urdaci como icono sofocante.

--¿Se pueden comparar a los de ahora?

--No, aquellos eran peores que los actuales, a pesar de todo. El nivel de sectarismo de Urdaci sólo es comparable al de la etapa de Esperanza Aguirre con Telemadrid y al actual de TV3, que es descarnado: se dirige a la mitad de la población catalana, con reportajes recientes como el del Congreso de Cultura Catalana, que da a entender que todo comenzó, la recuperación del catalanismo y la lucha por las libertades, con la muerte de Franco, y que el independentismo estaba ya ahí masivamente: es falso, aunque hubiese independentistas, evidentemente. Las esteladas que ondean al final del reportaje adulteran la noción misma, catalanista e integradora, de aquel congreso.

--¿El PSOE no debía haberse acercado al PP tras llegar al poder de una forma tan abrupta e inesperada, en 2004?

--Si el PP se hubiese dejado, sí. Pero es que no quiso. La oposición fue frontal y con niveles de rencor muy altos: no digirieron la derrota ni asumieron que el error informativo sobre los atentados en el fin de semana fue garrafal, suicida.  El PP trató de cargarse al Gobierno de Zapatero desde el primer día, al considerarlo ilegítimo, y forzaron la bronca descubriendo  en el tema catalán un arsenal de munición tóxica para todos (incluidos el resto de españoles). Entre las causas activas del procés está el uso instrumental e irresponsable que el PP desde la oposición hizo con Cataluña (y el terrorismo etarra) tras aquella derrota de 2004: un populismo pre-trumpiano tan indecoroso como el unilateralismo independentista.