Unas semanas antes del 26M, comentaba en una de mis colaboraciones habituales en este digital que Colau prescindía de parte de su equipo de agit-prop y soltaba lastre enviando a Madrid a personajes como Pisarello y Asens que sin duda significaban una rémora para cualquier tipo de acuerdo de Gobierno con el PSC. Los resultados del 26M han confirmado que la alcaldesa necesitaba de dicho acuerdo para poder seguir gobernando. Se confirma pues la evolución de nuestra primera edil desde posiciones de activista al aterrizaje en la realidad del pragmatismo de la gestión de gobierno.

En esta segunda legislatura podría producirse la mutación de la activista "soberanista" a alcaldesa "constitucionalista". En su segunda singladura la alcaldesa de Barcelona deberá dar respuesta a muchos de los problemas que no solo dejó sin solucionar sino que en muchos casos agravó con su mala gestión de gobierno. Ante todo deberá aprender a gobernar para todos, no solo para los suyos. Barcelona no puede seguir gobernada desde el autoritarismo de un proyecto y un modelo de gestión reprobado en ocho ocasiones a lo largo de la legislatura. El nuevo gobierno de acuerdo programático con el PSC deberá abandonar veleidades soberanistas y tejer consensos ciudadanos, partidarios e institucionales. La colaboración con el Gobierno de España será imprescindible.

El nuevo gobierno municipal deberá recuperar el carácter business-friendly que siempre caracterizó a Barcelona y volver a ser un potente foco de atracción de inversiones. Una Barcelona capital de la innovación tecnológica, con sus startups digitales ubicadas en el 22@, con sus centros de investigación del BIST (Barcelona Institute of Science and Technology) y el PRBB (Parc de Recerca Biomédica de Barcelona). La Barcelona del Mobile World Capital y del  Supercomputing Center, debe seguir adelante

El principal reto para el nuevo consistorio debería ser asumir el liderazgo de un Gobierno metropolitano. Desde la ciudad densa (Barcelona) gobernar la ciudad extensa (AMB), utilizando la planificación metropolitana como instrumento de gobierno y transformación. Una Barcelona Distrito Federal que implique que "lo local no impida compartir lo común" y que permita compartir no solo los servicios sino también las ideas. Este Gobierno metropolitano deberá tener en cuenta el mestizaje de la cultura metropolitana, la realidad del bilingüismo y el reconocimiento que el uso del castellano es ampliamente mayoritario en el AMB, un 59,6% de la ciudadanía metropolitana utiliza habitualmente esta lengua.

Un nuevo modelo de gobernanza metropolitana que permita integrar Barcelona en la red nodal de ciudades globales y sea capaz de dar respuesta a los grandes retos de futuro: la lucha contra la desigualdad, el medio ambiente y el uso del suelo. En esta línea de potenciar la gobernanza metropolitana, sería interesante abrir el debate sobre la propuesta de Barcelona Distrito Federal (BDF), sobre la elección directa de los miembros del Consell Metropolità lo que sin duda sería un factor de proximidad, de transparencia y de profundización de la calidad democrática.

En esta legislatura contemplaremos previsiblemente una alcaldesa que tendrá que despojarse de su ropaje de activista soberanista y antisistema, para actuar dentro de un programa de gobierno respetuoso con el marco constitucional. El nuevo consistorio deberá abordar con energía el deterioro de la seguridad ciudadana, la experiencia sin duda del regidor Albert Batlle, antiguo responsable de la policía autonómica,  será imprescindible. El PSC aportará su experiencia de gobierno y su profundo conocimiento de la gestión de una ciudad que ha gobernado durante décadas. Valls facilitará la gobernanza desde la "sombra". ERC deberá reflexionar sobre la torpeza de haber intentado utilizar la Barcelona secesionista contra la mayoría de sus ciudadanos. Es probable que la alcaldesa mantenga su léxico de "combate" y haga política de gestos, especialmente con el soberanismo, pero ya no será lo mismo, tendrá que gobernar por primera vez y, además, para todos.