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Guillem Bota

Guillem Bota

Pensamiento

El gusto catalán por los presidentes muertos

"Por eso tenemos fama de sosos y tristones, cómo vamos a ser un pueblo alegre si nos pasamos la vida llorando por tipos que murieron hace años y a los que ni siquiera conocimos"

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Por fortuna, los catalanes tenemos pocos presidentes muertos, o por lo menos tenemos pocos presidentes muertos de los cuales sepamos donde reposan sus huesos, porque, con lo que nos gustan los necrohomenajes, ir a presentar respetos a todos sería el cuento de nunca acabar. El otro día tocaba acto institucional en la tumba de Macià, quien al parecer no tuvo mejor ocurrencia que morirse un día de Navidad -cuando lo que se lleva en esta jornada precisamente es nacer, eso lo sabe hasta Dios-, pero es que en no sé que otra fecha toca llevar flores a Companys, y otro día, a Irla, todos merecen reconocimiento curiosamente el día que hicieron lo menos original de toda su vida: morirse.

Los catalanes no medimos el tiempo ni en meses ni en estaciones sino en coronas de flores a las tumbas de los presidentes muertos, ya son ganas. Por eso tenemos fama de sosos y tristones, cómo vamos a ser un pueblo alegre si nos pasamos la vida llorando por tipos que murieron hace años y a los que ni siquiera conocimos. Los andaluces son más alegres porque no pierden el tiempo recordando a un funcionario fallecido en el siglo pasado, el muerto al hoyo y el vivo al bollo, como dicen ahí. Nosotros somos más del muerto al hoyo y el vivo al moco. Al moco, la lágrima, el pañuelo y las plañideras.

Encima, los representantes institucionales y de los partidos políticos catalanes, se creen en la obligación de pronunciar unas palabras ante la tumba, y va siendo difícil que sean palabras originales, puesto que año tras año toca decirlas en unas cuantas sepulturas. Además, hay que tener en cuenta que nuestros políticos no son precisamente Zorrilla, que alcanzó la fama por su elegía ante la tumba de Larra. Así que la pasada Navidad, Illa se limitó a elogiar la "obra política" de Macià, expresión sobada que vale lo mismo para un roto que para un descosido, es decir, vale lo mismo para Macià que para Companys que para Tarradellas o para quien sea, no va uno a alabarle a ninguno de ellos la obra personal o la deportiva o la científica, le elogia la obra política y asunto concluido, ni tan solo hace falta conocer cuál fue esa obra política, probablemente digna de olvido como casi todas. Uno se presenta ante la tumba del político que sea, elogia su "obra política" sin entrar en detalles procelosos, coloca una corona de flores pagada por todos los contribuyentes allá donde corresponda, agacha unos segundos la cabeza como si estuviera afligido, y hala, a esperar al próximo aniversario de la muerte de algún presidente. Y de prisa, que los canelones se van a enfriar.

Tengo entendido que al mausoleo de Franco, en el cementerio del Pardo, también acuden nostálgicos cada 20-N, o sea que esas tétricas celebraciones no pueden considerarse siquiera un "fet diferencial" catalán, no sirven ni para destacarnos de los demás españoles. Si acaso, la diferencia es que, en Cataluña, los nostálgicos son el Govern y los partidos políticos -los ciudadanos de a pie tienen mejores que cosas que hacer-, cosa que no sucede con el caudillo ni este año, que era un aniversario redondo. Por lo demás, unos cantan el Cara al sol y otros cantan -imagino- Els Segadors, lo que cuenta es cantar ante unos huesos, en eso no hay tampoco fet diferencial.

Dios dé a Pujol muchos años de vida. Y a Maragall. Y a Mas y a Montilla y a Aragonés y a todos los que queden todavía por ahí, uno ya pierde la cuenta, y que sigan cobrando esas generosas pensiones que les regalamos una vez abandonan el cargo. Prefiero pagarles un sueldo por no hacer nada -eso es exactamente lo que hacen-, que aguantar la tabarra en el cementerio en cada aniversario de su muerte.