O blanco o negro. Cualquier tema encima de la mesa está polarizado en la sociedad actual. La gama de grises es tan inexistente como encontrar puntos de encuentro. ¡Para qué!
Las redes sociales que nos vendieron como reductos sociales son un asqueroso estercolero. El debate y la discrepancia han dado paso al menosprecio y al insulto por parte de unos bocazas irredentos que ponen a caer de un burro a todo aquel que emita un mensaje que diste de los postulados que se imponen en su piara.
Vivimos en el mundo de la tribu y pensar se ha convertido casi en un oxímoron.
Todo lo que sucede en nuestro mundo se visiona como los lances de un partido de fútbol. Un penalti es penalti si la víctima es de nuestro equipo y es un error arbitral si la falta es pitada contra los nuestros. Además, lo convertimos todo en noticia. Un comentario de un analista audiovisual se convierte en noticia en las redes y el analista, en pasto para las pirañas si su opinión no es del agrado de toda esa panda de opinadores de pacotilla, y con pasamontañas, que pululan por ese éter que son las redes.
Vivimos en un mundo en el que escuchar es una pérdida de tiempo, pensar queda desechado de antemano haciendo apología de la ignorancia o simplemente aceptando la mentira como algo intrínseco al debate de las ideas. Se hacen grandes tesis desde el desconocimiento reducidas a unas pocas palabras que tengan impacto en las redes o en los medios de comunicación generalistas.
Dirán que estoy pesimista leyendo estas líneas y se lo confirmo, estoy pesimista. Se acaba 2025 y 2026 está lleno de los peores augurios. Nuestra sociedad está en descomposición. Las tesis populistas y radicales se abren paso como consecuencia del fracaso de una forma de pensar, de derechas o izquierdas, que preferían pasar del problema y no afrontar solucionarlo.
Eso nos lleva a no ver la viga en nuestro ojo y ver siempre la paja en el ajeno. O, como decía Buda, “es fácil ver las faltas de los demás, pero qué difícil es ver las nuestras propias. Exhibimos las faltas de los demás como el viento esparce la paja, mientras ocultamos las nuestras como el jugador tramposo esconde sus dados”.
Sin duda, estamos llenos de tramposos. De gente que dice pensar de una manera y que actúa de otra. Lo personificó Ábalos cuando dijo aquello de “soy feminista porque soy socialista”. Sin comentarios, es todo un relato de la incoherencia. Y de eso tenemos el mundo lleno.
Trump y sus acólitos aportan ejemplos a porrillo. Los sabios, aquellos que no dicen todo lo que piensan, pero que siempre piensan lo que dicen, han desaparecido. Ahora dices lo primero que se te viene a la cabeza y cambias de opinión, sin más, porque la velocidad de nuestro mundo y la ausencia de reflexión lo borra todo. La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia, decía Sócrates. ¿Sabe quién es Sócrates, señora Ayuso?
En 2026 seguiremos en la trinchera. Tomando partido, por el blanco o por el negro. Nadie pensará ni centrará sus esfuerzos en buscar los grises. Ahora vivimos en el triunfo de la confrontación y mucha confrontación es preludio de guerras, de conflictos, de aplicar la ley del más fuerte para sojuzgar al débil.
Estamos en el momento donde al discrepante se le machaca porque tiene que imperar el pensamiento único. Y ese pensamiento no trata de convencer. Ha nacido para vencer. Estamos en el blanco o negro. ¡Mueran los grises! Conclusión, soy pesimista.
