De la pasión a la brizna; del motor a la hebra; de la frontalidad al adorno. Carles Tusquets y Jaume Guardiola son el pasado fructífero y el futuro incierto del Barça.

Tusquets, presidente de Mediolanum España, gestionó la Comisión Económica del FC Barcelona, un organismo consultivo, hasta la salida de Bartomeu y la llegada del segundo mandato de Laporta. Conjuga los dineros del fútbol; conoce el terreno de un club actualmente asfixiado por una deuda de 3.000 millones de euros, con los intereses gloriosos que se lleva Goldman Sachs.

Por su parte, Jaume Guardiola, empotrado en lo más lato de la candidatura de Víctor Font a la presidencia del club, también sabe latín, pero al ex-CEO del Banc Sabadell le crecieron los enanos antes de dejar aquel cargo, en 2020 --mucho antes de la OPA--, con 13 años en el puesto y una gran caída del valor de la acción revelada entonces.

Los números de Laporta son el inconsolable canto de sus dolores secretos. Sus palabras tienen un ritornelo suficiente y sus promesas, la melancolía necesaria. Y no es extraño ante un balance de quiebra en el que solo se salva la marca después de las ventas de activos del pasado --las palancas--, ingresos perdidos a futuro.

Guardiola promete salvarnos de la quema, después del gurú laportiano, el profesor de la Universidad de Columbia, Sala i Martín, con su mesa llena de modelos matemáticos, en un despacho adjunto, evitando la mirada de los compromisarios. Sala i Martin es el sabio que impuso en el Foro de Davos su índice de crecimiento, desplazando a los modelos de crecimiento sostenido y lucha contra la pobreza del brillante Jeffrey Sachs y del mago del MIT, Michael Porter. Ahí queda eso.

Pero orientar economías no es lo mismo que enfrentarse al declive del Barça.

Tusquets y Guardiola expresan dos etapas en el análisis del balance del club. Tusquets establece un hipotético paralelo salvador con el modelo del Bayern, apoyado por la Triple A --Adidas, Audi y Allianz-- inaplicable en el caso catalán por ausencia de motores que no sean La Caixa de Isidro Fainé. Guardiola es un secante; como hijo de uno de los primeros socios históricos del Barça actúa de remedo a las aspiraciones de Font.

Los dos han sido presidentes del Cercle d’Economia: Tusquets en el momento de máxima influencia del prestigioso foro de opinión y Guardiola en la oscura pérdida de peso de la institución, acosada por su complicidad con el soberanismo destructor.

Tusquets y Guardiola son dos modelos. El primero, banquero de familia, reinventado como alto directivo en un grupo multinacional; el segundo, remozado en el Sabadell bajo la pátina protectora de Pep Oliu, nuestro más contrastado minesoto.

Tusquets, joya de la sociedad civil centrífuga; Guardiola, protegido por la endogamia centrípeta. Son el empeño y el elenco; el renacimiento y la provincia; la invención y el márketing; el apellido y el dandi; la ilustración y el encomio; la aventura y el margen. Expresan dos formas de entender el noble arte de la pelota y sus dineros; representan a dos burguesías lado a lado.