La literatura española atesora una larga sucesión de primeras frases de poemas, novelas, ensayos and all this stuff colosales. Desde el arranque del Cantar de Mío Cid –“De los sus ojos tan / fuertemente llorando, / Tornaba la cabeza / y estábalos catando. / Vio puertas abiertas / y postigos sin candados, / Alcándaras vacías, / sin pieles y sin mantos, / Y sin halcones / y sin azores mudados”– hasta los Cien años de Soledad de García Márquez –“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”– pasando, por supuesto, por el lugar anónimo de la Mancha donde Cervantes hace nacer a don Quijote.

No acostumbra a incluirse entre estas genialidades el exactísimo aserto de Rafael Guerra, gran califa del toreo e ingenio de la alta lidia (verbal): Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible”. Luminaria nunca suficientemente ponderada, el Guerrita aportó al habla popular –¡Mueran las academias!– otros hallazgos literarios superlativos, como “Ca uno es ca uno”, “Hay gente pa tó” (referida a Ortega y Gasset cuando le explicó que su oficio era la filosofía), “En Madrid, que toree San Isidro” (no es necesario dar más detalles) o “Pues haber nasío antes, Majestá” (dicha al rey Alfonso XIII cuando éste le comentó que le hubiera gustado conocerle en activo).

En efecto: las cosas que son imposibles no pueden ser. Salvo, claro está, que se trate del famoso cupo catalán –una estafa para todos los españoles, incluidos los catalanes terceristas, que son ingenuos en todas direcciones y los más ilusos de Il Mondo–, al que los integrados de Barcelona todavía insisten en llamar “financiación singular”, que es un eufemismo muy propio de los gastrobares, donde rara vez se come bien pero, sin excepción, los platos del menú tienen nombres muy estúpidos. Y ya se sabe: lo que parece una tontería lo es o acaba siéndolo.

Pues bien, decimos que el cupo catalán, que ha hecho suyo el PSC con el habitual entusiasmo de los conversos (al independentismo suavón) es inviable porque no puede ser que una región rica, como Cataluña (donde también viven pobres), se apropie de los recursos financieros de las regiones más humildes (donde también viven ricos, incluidos algunos catalanes singularísimos).

Y, sin embargo, ese Jano que ya es PSOE dice al respecto una cosa y hace la contraria. Según los socialistas andaluces, que van a ser los primeros devotos del sanchismo en hundirse en las elecciones autonómicas del próximo año, “el cupo catalán no existe”, por lo que no debería criticarse a su candidata a la Junta de Andalucía, la vicepresidenta Montero, que va a entrar en el Quirinale de San Telmo bajo palio– Ella es hija de Triana– el día que revirtamos el cambio climático.

Exactamente la misma cosa dijeron los socialistas catalanes, e incluso los independentistas de ERC y Junts, cuando la ministra de Hacienda se escondió en Rota tras firmar con Illa (Salvador) –“Miri vostè, jo no he estat”– el traspaso in fieri del IRPF (Respublica Illae et eius privilegium fiscale) de los catalanes.

Los partidarios de quedarse con lo que es de todos adujeron que dicho acuerdo “no estaba maduro”, que era holy smoke, que dependía de acuerdos parlamentarios inseguros y de normas fiscales sin desarrollar y un nutrido ramillete de razones (sin razón) que buscaban hacernos creer que lo rubricado era un simple desideratum, en lugar de un primer acto de soberanía tributaria (que, por cierto, no ha votado nadie, ni en Cataluña ni tampoco en el resto de las Españas).

Cabe aquí decir lo mismo que Galileo ante la Santa Inquisición: “Eppur si muove”. Para ser una entelequia, el cupo tributario catalán, insolidario, muy de derechas y muy soberano, ya le está costando al bolsillo de todos los catalanes sus dineros, porque el pacificador mayor del Principado –sin una ley piadosa que lo ampare–, ha comenzado a gastarse los sestercios de la tribu en muscular la Agencia Tributaria del País (que no existe) con más funcionarios, más presupuesto y, attenti tutti, los necesarios expertos en técnicas de espionaje, inspección y control informático. Por supuesto, ha hecho todo esto con un decreto marcial –¿hay algo más democrático que el ordre i comandament?–, que es como en el Antiguo Régimen se hacían todas estas cosas. Por bemoles.

La condonación (parcial) de la deuda de la Generalitat (17.000 de los 90.000 millones que los austeros independentistas dejaron a deber a las arcas del Estado opresor) será el siguiente paso capital –nunca mejor dicho– para tener sosegado un tiempo a Sor Junqueras, que como es un perfeccionista se queja de que la cosa va a poc a poc, lamenta que el Nuevo Amanecer se retrase y recuerda que, por lo que sea, igual deciden no votar ni los presupuestos de Sant Jaume ni de la Moncloa.

Siendo todo asombroso, lo inenarrable, aunque en los delirios individuales y colectivos no exista una tasa oficial, es la gran cantidad de senyors catalanes (y dones catalanas) que están encantados y hasta excitados, llenos de alegría y ansiosos de felicidad por ver com més aviat millor el día en que quien va a robarles su dinero (que nunca ha sido suyo) ya no será España, sino Cataluña. ¡Ánim guerrers! Ya queda menos para liberación política absoluta y la sumisión fiscal perpetua. Això ja és aquí!