Es interesante observar cómo ciertos parásitos que han vivido muy bien durante muchos años a costa de los presupuestos del Estado, y que siguen obteniendo pingües beneficios por no hacer absolutamente nada positivo en la vida salvo largar y largar en las radios y televisiones públicas y en los Parlamentos, han pasado de acariciar la gloriosa fundación de una República –catalana, por supuesto— a acosar al humilde trabajador, sea enfermera, agente de la policía, camarero o comerciante al detall.

Detectan a un camarero que no les cae bien, lo acusan de no hablar en catalán y agitan las redes sociales para que la masa de fanáticos que allí hozan y malgastan sus tristes vidas le fastidien todo lo que puedan, para que lo acosen, para que le asusten, para conseguir su despido, para vandalizar su comercio, eventualmente para que le den una paliza.

Es una actitud muy fea y batasuna, fruto del resentimiento y fruto, también, de un clasismo ofendidito, envuelto en la bandera. Feo, especialmente cuando el acosado es un trabajador que se gana la vida con el sudor de su frente, y el acosador, una celebrity de nuestro star system político de estar por casa.

Señoritos que se hacen las víctimas so pretexto de defensa de la llengua. De la llengua del territori. Almas pequeñas.

El penúltimo caso, del que hablamos aquí el mes pasado, lo protagonizó Ferran Piqué, capo de Junts y presidente de la absurda Comisión de Jóvenes del Colegio de Economistas o chiringuito. Piqué tuvo un leve accidente de tráfico en Barcelona, y como no consiguió que la mossa que atendió su llamada telefónica le enviase una patrulla, la denunció por no hablarle en catalán. Por desgracia para él, la conversación había sido grabada, quedó demostrado que la mossa sí le había hablado en la llengua pròpia, y Piqué quedó como un embustero y un mal bicho.

Sin que hasta la fecha los mossos lo hayan denunciado por falso testimonio –tendrán asuntos más importantes que atender— ni el Colegio de Economistas le haya abierto un expediente por enredar y mentir.

Caso parecido es el del camarero que supuestamente se negó a atender en catalán a Núria, la compañera de Guillem Roma –no confundir con el honesto músico del mismo nombre--, concejal de distrito de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en el barrio de Gràcia, cuando ésta le pedía un helado, no se sabe si de chocolate catalán o de stracciatella catalana o de vainilla catalana.

Agraviado en sus más íntimas fibras –o simplemente deseoso de dañar a una persona que por lo que sea le cae mal--, Roma (y no la misma Núria, que al fin y al cabo sólo es una débil mujer) de inmediato azuzó a la jauría de fanáticos. Y éstos, naturalmente, se pusieron a ladrar y acosar, que es para lo que sirven, para lo que vinieron a este mundo: a hacer bulto. Causando al probo heladero cierto prejuicio económico y reputacional e infundiéndole miedo, como es natural, pero, de momento, nada más.

Ahora bien, dos sujetos han destacado en el acoso al trabajador llegando a extremos indiciariamente delictivos. Se trata del concejal de la CUP en Llagostera Jordi Casas, y el exdiputado en el Parlament Antonio Baños. El primero, como explicó ayer Crónica Global, alienta la violencia en estos términos: “Para hacerse respetar”, escribe, “ante las agresiones lingüísticas que leemos cada dos por tres, no basta con las quejas pertinentes, reseñas, etc.; hay que responder físicamente”.

En cuanto a Baños, harto conocido por su (insolvente) librito sobre economía, por sus discursos tontos en la tele y en el Parlament, y últimamente por sus intereses vietnamita-coprófilos --desde luego, muy respetables, nada que reprocharle en este sentido mientras no haga daño a nadie ni pretenda estrecharme la mano sin que yo vea que antes se la lava bien lavada--, colgó en las redes una foto de la heladería con el texto: “Aquest local és el nostre enemic. Fins que tanqui.”

¡Caramba, Antoniu! ¡Qué hombrecito más aguerrido eres!

Como se ve en lo que escriben, ambos cuperos podrían haber incurrido en delitos de odio y de incitación a la violencia y señalamiento para el terrorismo. Yo gustosamente les pondría una denuncia, pero recuerdo el dicho “pleitos tengas y los ganes”, que es una maldición, y además nada me disgustaría más que parecerme al señor Roures, el magnate pleiteador.

Pero más allá de lo delictivo está el carácter sintomático de estas bajezas. Acosar a camareros, a limpiabotas, a enfermeras, a botiguers, a los niños en el patio del colegio: éstas son las grandes fazañas de nuestros revolucionarios de pegolete que querían crear un nuevo Estado. Éstos son los rescoldos del procés. O –si Baños lo prefiere así— sus heces.