Más de 382.000 hectáreas arrasadas este verano. La devastación forestal en España no es solo un drama ambiental: supone un golpe estructural a la economía. La pérdida del capital natural —bosques, suelos fértiles, biodiversidad, agua y aire limpio— amenaza sectores clave como la agricultura, el turismo, la gestión del agua, la salud pública y la energía.
Capital natural, el activo invisible
El capital natural sostiene silenciosamente la economía española. Su destrucción no es solo ecológica: es contable. Cada hectárea calcinada representa millones en servicios ecosistémicos perdidos, desde la absorción de CO2 hasta la regulación hídrica o la protección contra la erosión.
La falta de gestión forestal convierte los montes en polvorines. El abandono rural deja miles de kilómetros sin vigilancia ni mantenimiento. Y la ausencia de planificación territorial multiplica el riesgo de incendios, año tras año.
Cada hectárea perdida es una factura que se multiplica con el tiempo.
La factura de la no gestión
El fuego arrasa, pero la no gestión perpetúa el daño. Los costes no se limitan a la extinción: se extienden durante décadas.
• Agricultura: pérdida de pastos, erosión del suelo, caída de productividad.
• Turismo rural: cancelaciones, cierre de espacios naturales, pérdida de empleo.
• Gestión del agua: menor disponibilidad, aumento de sedimentos, encarecimiento del tratamiento.
• Salud pública: enfermedades respiratorias, evacuaciones, saturación hospitalaria.
• Energía renovable: daños a infraestructuras en zonas rurales, retrasos en proyectos.
En Castilla y León, Galicia y Extremadura, miles de personas han sido evacuadas. El incendio de Molezuelas de la Carballeda (Zamora) ha devorado más de 36.000 hectáreas; el de A Mezquita (Ourense), más de 13.000. El balance humano es trágico: al menos cuatro víctimas mortales y decenas de hospitalizados.
Prevenir cuesta menos que apagar
El presidente Pedro Sánchez ha propuesto un pacto de Estado para reforzar la prevención. Sin embargo, el 95 % de los incendios tienen origen humano, y ya hay más de 30 detenidos.
La falta de inversión en gestión forestal, vigilancia rural y educación ambiental convierte cada verano en una ruleta rusa.
Sin valorar el capital natural en términos contables, España seguirá reaccionando tarde, pagando más por apagar que por prevenir.
Un modelo económico en riesgo
La reciente ola de calor entre el 3 y el 18 de agosto dejó un exceso estimado de 1.149 muertes atribuibles al calor extremo, según el sistema MoMo del Instituto de Salud Carlos III. No es un dato aislado: refleja la vulnerabilidad estructural del país frente a fenómenos climáticos extremos.
España, uno de los territorios más expuestos de Europa a la desertificación, arriesga su propio modelo económico si no protege su capital natural.
Conclusión: la gestión como inversión, no como gasto
Los incendios forestales no son solo un drama ambiental: son una factura económica, social y sanitaria. La no gestión es una deuda que se acumula año tras año en forma de hectáreas perdidas, vidas truncadas y territorios abandonados.
Prevenir cuesta menos que apagar. Y gestionar cuesta menos que reconstruir.
Reconocer y gestionar el capital natural no es ideología: es la única estrategia económica viable para garantizar la prosperidad de España.